I. Al final de su gira por el Suroeste, Andrés Manuel López
Obrador respondió en Villahermosa a las críticas que ha suscitado la
designación del ¿expriísta? Manuel Bartlett Díaz para dirigir la
Comisión Federal de Electricidad, a quien defendió argumentando que
durante los últimos años “ha estado luchando en defensa de la industria
eléctrica”, como informa el reportero-corresponsal René Alberto López (La Jornada,
31 de julio de 2018). Suponiendo sin conceder que así fuera, habría que
preguntarle a don Andrés Manuel si los 30 años anteriores de la vida
pública de su ahora colaborador no cuentan; y a partir de la fecha
fijada por el tabasqueño, procede el “borrón y cuenta nueva”. Priísta de
toda su vida, Bartlett fue delamadridista, salinista y zedillista para
saltar de un cargo a otro con el apoyo del Partido Revolucionario
Institucional, luego del Partido de la Revolución Democrática y después
del Partido del Trabajo hasta llegar a su nivel de incompetencia con
Movimiento de Regeneración Nacional. Y lo más imperdonable fue cuando en
1988 se prestó a justificar la victoria de Carlos Salinas de Gortari y
desconocer el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas basado en la “caída del
sistema”, avalando el tradicional fraude electoral como secretario de
Gobernación.
II. Esto fue corrupción política. Y es impunidad. En cambio López Obrador, con sus divisas contra toda clase corrupción e impunidad, premia a Bartlett y hasta lo defiende. Y el poblano en lugar de callar o en todo caso defenderse, soltó insultos a sus críticos. Ha cambiado de “chaqueta”. Pero es un viejo politiquillo que ya dañó a López Obrador porque éste argumenta entre las “cualidades” de su designado el haber sido secretario de Gobernación. Cuando precisamente su desempeño en ese cargo es su talón de Aquiles. Quedó marcado. Si durante los últimos 15 años Bartlett dizque ha defendido a la industria eléctrica, entonces sus 30 años anteriores también cuentan para la suma y resta de su oportunismo de experto chapulín. Ha sido un autoritario como funcionario, lo que también es corrupción de “mano dura”. Y como secretario de Educación –que impresionó a López Obrador– tampoco mejoró la educación permitiendo que el sindicato magisterial dictara, de 1988 a 1992, lo que le vino en gana.
III. Con puntual crítica y la declaración de Tatiana Clouthier de que “había mejores opciones” que la de Bartlett –cómplice en lo de Maquío Clouthier–, los periodistas de la caricatura Rocha, Hernández y Calderón (La Jornada y Reforma, 31 de julio de 2018) certeramente lo han exhibido. Cuentan los 30 años de priísta consumado y no sólo los 15 años posteriores por los que López Obrador lo hace su colaborador, en uno más de sus errores que tendrán costos políticos cuando inicie su sexenio. Y lo ha ratificado por “mano dura” para la CFE porque lo considera capaz de combatir la corrupción en la cúpula directiva de esa empresa. Agregó López Obrador que “respeta” las opiniones de quienes han objetado a Bartlett, pero que no hará caso. Así que a pesar de que dijo que atendería al pueblo, los contrapesos son como “la carabina de Ambrosio”. Con el Partido Revolucionario Institucional sin votos en las urnas, autoritarismo. Con Morena y 30 millones de votos, más de lo mismo. La democracia directa del 1 de julio fue llamarada de petate.
cepedaneri@prodigy.net.mx
II. Esto fue corrupción política. Y es impunidad. En cambio López Obrador, con sus divisas contra toda clase corrupción e impunidad, premia a Bartlett y hasta lo defiende. Y el poblano en lugar de callar o en todo caso defenderse, soltó insultos a sus críticos. Ha cambiado de “chaqueta”. Pero es un viejo politiquillo que ya dañó a López Obrador porque éste argumenta entre las “cualidades” de su designado el haber sido secretario de Gobernación. Cuando precisamente su desempeño en ese cargo es su talón de Aquiles. Quedó marcado. Si durante los últimos 15 años Bartlett dizque ha defendido a la industria eléctrica, entonces sus 30 años anteriores también cuentan para la suma y resta de su oportunismo de experto chapulín. Ha sido un autoritario como funcionario, lo que también es corrupción de “mano dura”. Y como secretario de Educación –que impresionó a López Obrador– tampoco mejoró la educación permitiendo que el sindicato magisterial dictara, de 1988 a 1992, lo que le vino en gana.
III. Con puntual crítica y la declaración de Tatiana Clouthier de que “había mejores opciones” que la de Bartlett –cómplice en lo de Maquío Clouthier–, los periodistas de la caricatura Rocha, Hernández y Calderón (La Jornada y Reforma, 31 de julio de 2018) certeramente lo han exhibido. Cuentan los 30 años de priísta consumado y no sólo los 15 años posteriores por los que López Obrador lo hace su colaborador, en uno más de sus errores que tendrán costos políticos cuando inicie su sexenio. Y lo ha ratificado por “mano dura” para la CFE porque lo considera capaz de combatir la corrupción en la cúpula directiva de esa empresa. Agregó López Obrador que “respeta” las opiniones de quienes han objetado a Bartlett, pero que no hará caso. Así que a pesar de que dijo que atendería al pueblo, los contrapesos son como “la carabina de Ambrosio”. Con el Partido Revolucionario Institucional sin votos en las urnas, autoritarismo. Con Morena y 30 millones de votos, más de lo mismo. La democracia directa del 1 de julio fue llamarada de petate.
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