Montevideo. Unos lo refutan firmemente y otros aceptan con
fatalismo el implantado dicho de que cuando Argentina se resfría,
Uruguay estornuda.
Desde las voces analíticas optimistas, el más pequeño de los dos países, de tan solo 3.4 millones de habitantes, que durante mucho tiempo sufrió las consecuencias de los vaivenes de sus grandes vecinos, Argentina y Brasil, hoy se ha independizado.
Según aprecia el doctor Stefan Rinke, director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Freie UniversitÃñt Berlin, Uruguay también ha vivido su crisis, pero en los últimos años tuvo un desarrollo comparativamente mejor, logró transformar su economía y establecer más aspectos de igualdad que sus vecinos.
A su vez el Banco Mundial arroja como datos favorables bajo nivel de desigualdad, ausencia casi total de indigencia, una clase media que representa el 60 por ciento de la población, estabilidad institucional, bajos niveles de corrupción y altos índices de bienes.
“Mientras en el 2004 había un 39.9 por ciento de pobres, la última medición habla de un 7.9 por ciento. Y de un 4.7 por ciento de indigentes pasó a 0.2 por ciento, un número casi irrelevante. El salario real promedio ha subido en los últimos 15 años en torno al 55 por ciento en valores reales”, destaca Gerardo Caetano, historiador y politólogo de la Universidad de la República, de Montevideo.
Economistas coincidentes señalan que, a pesar de haber signos de desaceleración en los últimos años, el país sigue creciendo y mantiene una inflación de un solo dígito. Tampoco ven señales de recesión ante los coletazos de la crisis regional marcada por el alza del dólar en Argentina y la fuerte sequía que afectó al sector agrario, principal rubro de exportación.
Uruguay exporta hoy alimentos para 28 millones de personas y alienta la meta de llegar a los 50 millones, seguir apostando por el turismo como fuerte entrada de capitales y diversificar los servicios profesionales, financieros y tecnológicos.
Más cauteloso en sus enfoques, Sebastian Sperling, responsable de la Fundación Friedrich Ebert en Uruguay, si bien cree que este país está bien parado para mitigar los efectos de la crisis, lo cierto es que el clima político y económico en la región no resulta favorable.
Una oleada de opiniones provenientes de diversos campos se desató cuando Argentina devaluó dramáticamente su moneda, colocándose a una tasa de 40 pesos por un dólar estadounidense.
Bien pronto desde el gobierno del Frente Amplio que preside Tabaré Vázquez se comenzaron a considerar vías para blindarse de los efectos dominós geopolíticos, aunque con la ventaja del aprendizaje de la seria crisis experimentada en 2002.
En un primer mensaje en improvisada rueda de prensa, a mediados de septiembre recalcó la “complejidad” del momento económico que está atravesando Argentina, y especificó que en función de lo que vaya sucediendo en vecindario, se irán “tomando las medidas correspondientes”.
Tampoco su predecesor José Mujica demoró para advertir sobre una primera repercusión a corto plazo de la devaluación monetaria de Argentina como la dificultad de poder vender allí, hasta que las aguas se aquieten.
Para los exportadores nacionales el quebradero de cabeza se sitúa en la desventaja con que competirán en el mercado mundial sus carnes, lácteos y rubros agrícolas que igualmente producen y venden Argentina y Brasil.
Mujica criticó a “quienes en nuestro país soñaron utópicamente” con el error histórico de que “podríamos vivir de garrón”, gracias a la captación de recursos de Argentina y de Brasil, y “el costo es tremendo y lo olvidamos”.
De inmediato a las anunciadas medidas en la Casa Rosada, la Dirección Nacional de Aduanas ordenó acentuar los controles sobre el ingreso de mercaderías al personal que cumple fiscalizaciones en los tres pasos de la frontera sobre el río Uruguay, con límites de cinco kilogramos para alimentos sólidos.
La brecha de precios de artículos del hogar entre Uruguay y Argentina, y sus efectos en la competitividad, llegó a 28.8 por ciento, y en el rubro de alimentos y bebidas alcanzó una diferencia de 32.8 por ciento.
En el año en curso el dólar estadounidense en Argentina subió el 105 por ciento, frente al casi 15 por ciento en Uruguay.
Hasta ahora la intervención del Banco Central de Uruguay ha impedido seguir el curso devaluador argentino y los saltos bruscos en las tasas monetarias de cambios, según defiende el presidente de la entidad Mario Bergara. “No hay una desconfianza hacia el país, al contrario de lo que pasa en Argentina”, insistió el funcionario.
Sin embargo, un informe del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) publicado aquí, evaluó que “el deterioro del contexto regional, en particular de Argentina, y los efectos sobre el tipo de cambio, seguramente conduzcan a que en el segundo semestre del año la actividad económica de Uruguay se mantenga virtualmente estancada”.
Para el año próximo, el consenso de los analistas elevó la estimación de déficit de 3.4 a 3.5 por ciento del PIB. Las respuestas van entre 2.8 por ciento (BBVA) y 4.3 por ciento (Equipos Consultores). Otra vez sólo uno de 10 consultados cree que el gobierno podrá reducir el rojo de las cuentas públicas a la meta prevista.
A meses del veraniego pico turístico argentino en el balneario de Punta del Este, sus gestores vislumbran hoy preocupantes caídas de ingresos bajo los efectos de la devaluación monetaria en el vecino país de los asiduos visitantes.
La ministra de Turismo, Liliam Kechichián, atenta al asunto, adelantó un paquete de abaratadas promociones atractivas, y rebajas de precios de combustibles, casi igual que en las estaciones de servicios argentinos que estén ubicadas a 30 kilómetros de la frontera.
Medios reportan que las inmobiliarias allí miran con aprehensión la temporada austral de 2019, porque ya a la altura del año hay siempre muchas consultas, pero la diferencia esta vez es que no hay reservas firmes para alquilar casas y departamentos durante enero y febrero.
Tal vez tengan razón quienes desechan el dicho del resfriado de Argentina y el estornudo de Uruguay, pero por si acaso pañuelos para cubrirse aquí no faltan.
Hugo Rius*/Prensa Latina
*Corresponsal en Uruguay.
Desde las voces analíticas optimistas, el más pequeño de los dos países, de tan solo 3.4 millones de habitantes, que durante mucho tiempo sufrió las consecuencias de los vaivenes de sus grandes vecinos, Argentina y Brasil, hoy se ha independizado.
Según aprecia el doctor Stefan Rinke, director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Freie UniversitÃñt Berlin, Uruguay también ha vivido su crisis, pero en los últimos años tuvo un desarrollo comparativamente mejor, logró transformar su economía y establecer más aspectos de igualdad que sus vecinos.
A su vez el Banco Mundial arroja como datos favorables bajo nivel de desigualdad, ausencia casi total de indigencia, una clase media que representa el 60 por ciento de la población, estabilidad institucional, bajos niveles de corrupción y altos índices de bienes.
“Mientras en el 2004 había un 39.9 por ciento de pobres, la última medición habla de un 7.9 por ciento. Y de un 4.7 por ciento de indigentes pasó a 0.2 por ciento, un número casi irrelevante. El salario real promedio ha subido en los últimos 15 años en torno al 55 por ciento en valores reales”, destaca Gerardo Caetano, historiador y politólogo de la Universidad de la República, de Montevideo.
Economistas coincidentes señalan que, a pesar de haber signos de desaceleración en los últimos años, el país sigue creciendo y mantiene una inflación de un solo dígito. Tampoco ven señales de recesión ante los coletazos de la crisis regional marcada por el alza del dólar en Argentina y la fuerte sequía que afectó al sector agrario, principal rubro de exportación.
Uruguay exporta hoy alimentos para 28 millones de personas y alienta la meta de llegar a los 50 millones, seguir apostando por el turismo como fuerte entrada de capitales y diversificar los servicios profesionales, financieros y tecnológicos.
Más cauteloso en sus enfoques, Sebastian Sperling, responsable de la Fundación Friedrich Ebert en Uruguay, si bien cree que este país está bien parado para mitigar los efectos de la crisis, lo cierto es que el clima político y económico en la región no resulta favorable.
Una oleada de opiniones provenientes de diversos campos se desató cuando Argentina devaluó dramáticamente su moneda, colocándose a una tasa de 40 pesos por un dólar estadounidense.
Bien pronto desde el gobierno del Frente Amplio que preside Tabaré Vázquez se comenzaron a considerar vías para blindarse de los efectos dominós geopolíticos, aunque con la ventaja del aprendizaje de la seria crisis experimentada en 2002.
En un primer mensaje en improvisada rueda de prensa, a mediados de septiembre recalcó la “complejidad” del momento económico que está atravesando Argentina, y especificó que en función de lo que vaya sucediendo en vecindario, se irán “tomando las medidas correspondientes”.
Tampoco su predecesor José Mujica demoró para advertir sobre una primera repercusión a corto plazo de la devaluación monetaria de Argentina como la dificultad de poder vender allí, hasta que las aguas se aquieten.
Para los exportadores nacionales el quebradero de cabeza se sitúa en la desventaja con que competirán en el mercado mundial sus carnes, lácteos y rubros agrícolas que igualmente producen y venden Argentina y Brasil.
Mujica criticó a “quienes en nuestro país soñaron utópicamente” con el error histórico de que “podríamos vivir de garrón”, gracias a la captación de recursos de Argentina y de Brasil, y “el costo es tremendo y lo olvidamos”.
De inmediato a las anunciadas medidas en la Casa Rosada, la Dirección Nacional de Aduanas ordenó acentuar los controles sobre el ingreso de mercaderías al personal que cumple fiscalizaciones en los tres pasos de la frontera sobre el río Uruguay, con límites de cinco kilogramos para alimentos sólidos.
La brecha de precios de artículos del hogar entre Uruguay y Argentina, y sus efectos en la competitividad, llegó a 28.8 por ciento, y en el rubro de alimentos y bebidas alcanzó una diferencia de 32.8 por ciento.
En el año en curso el dólar estadounidense en Argentina subió el 105 por ciento, frente al casi 15 por ciento en Uruguay.
Hasta ahora la intervención del Banco Central de Uruguay ha impedido seguir el curso devaluador argentino y los saltos bruscos en las tasas monetarias de cambios, según defiende el presidente de la entidad Mario Bergara. “No hay una desconfianza hacia el país, al contrario de lo que pasa en Argentina”, insistió el funcionario.
Sin embargo, un informe del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) publicado aquí, evaluó que “el deterioro del contexto regional, en particular de Argentina, y los efectos sobre el tipo de cambio, seguramente conduzcan a que en el segundo semestre del año la actividad económica de Uruguay se mantenga virtualmente estancada”.
Para el año próximo, el consenso de los analistas elevó la estimación de déficit de 3.4 a 3.5 por ciento del PIB. Las respuestas van entre 2.8 por ciento (BBVA) y 4.3 por ciento (Equipos Consultores). Otra vez sólo uno de 10 consultados cree que el gobierno podrá reducir el rojo de las cuentas públicas a la meta prevista.
A meses del veraniego pico turístico argentino en el balneario de Punta del Este, sus gestores vislumbran hoy preocupantes caídas de ingresos bajo los efectos de la devaluación monetaria en el vecino país de los asiduos visitantes.
La ministra de Turismo, Liliam Kechichián, atenta al asunto, adelantó un paquete de abaratadas promociones atractivas, y rebajas de precios de combustibles, casi igual que en las estaciones de servicios argentinos que estén ubicadas a 30 kilómetros de la frontera.
Medios reportan que las inmobiliarias allí miran con aprehensión la temporada austral de 2019, porque ya a la altura del año hay siempre muchas consultas, pero la diferencia esta vez es que no hay reservas firmes para alquilar casas y departamentos durante enero y febrero.
Tal vez tengan razón quienes desechan el dicho del resfriado de Argentina y el estornudo de Uruguay, pero por si acaso pañuelos para cubrirse aquí no faltan.
Hugo Rius*/Prensa Latina
*Corresponsal en Uruguay.
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