es.sott.net
¿Es inevitable una guerra entre EEUU y China?
Traducido por el equipo de SOTT.net en español.
Un buque de guerra estadounidense evitó por poco chocar contra un buque de la armada china a principios de este mes en el disputado Mar de China Meridional; se trató de un incidente que podría servir de metáfora. Los dos gigantes económicos parecen encontrarse en un curso de colisión para la guerra.
El curso de la colisión se aceleró la semana pasada cuando el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, pronunció un discurso en el que declaró a China como el enemigo mundial número uno. Hablando en el derechista Instituto Hudson en Washington, DC, Pence criticó a China por "el aumento de la agresión económica y militar", y advirtió: "No retrocederemos".
Pence dijo en cierto momento que EE.UU. espera tener una relación de cooperación con China, pero el tono general de sus comentarios fue estridentemente beligerante.
El New York Times publicó el titular: "El discurso de Pence sobre China es un presagio de la nueva Guerra Fría".
Incluso hubo comparaciones de algunos comentaristas con el infame discurso del líder británico Winston Churchill en 1946 cuando declaró que una "Cortina de Hierro" separaba a la Unión Soviética, un discurso que se considera como instigador de la antigua Guerra Fría entre Occidente y Moscú que duró casi cinco décadas.
Los comentarios de Pence cubrieron una serie de acusaciones explícitas y provocadoras contra China. Al parecer, culpó de todo a Pekín, desde el robo de recursos económicos estadounidenses, hasta la "opresión de su propio pueblo", pasando por la "intromisión en la democracia estadounidense". Según Pence, la supuesta transgresión de China alcanza proporciones que hacen que la supuesta interferencia rusa "palidezca en comparación".
En otras palabras, China es la potencia extranjera a la que Washington parece estar apuntando para una confrontación. Sin duda, Rusia se ha enfrentado a una serie de hostilidades estadounidenses en los últimos años, especialmente desde la crisis de Ucrania. Pero China es el principal rival global que Washington está poniendo en el punto de mira.
El año pasado, el aclamado periodista y cineasta John Pilger estrenó un documental titulado: The Coming War With China. Pilger relató la proliferación de bases militares estadounidenses en la región de la costa del Pacífico, que evidentemente están destinadas a rodear a China para una eventual guerra caliente, o al menos para servir como medio de amenazar a Pekín para que se someta. El documental de Pilger resulta ser premonitorio dado el aumento de las provocaciones de Washington.
La desventaja de Pence contra China tiene que verse en el contexto más amplio de los múltiples movimientos de Estados Unidos.
El gobierno de Trump ha iniciado una guerra comercial con China, con aranceles punitivos sobre un valor estimado de 250.000 millones de dólares de las exportaciones chinas. Esos costos sin precedentes para la economía china, a su vez, han socavado la confianza de los inversionistas y los mercados de valores del país, cosa de la que Pence pareció regodearse en su discurso.
Esta semana, EE.UU. ha intensificado drásticamente las tensiones al procesar a un funcionario del gobierno chino por presunto espionaje industrial. El hombre fue extraditado de Bélgica y ya lleva varios meses detenido en los Estados Unidos. Se dice que este caso es el primero de su tipo.
También hubo informes sensacionalistas en los medios de comunicación estadounidenses de que China se ha embarcado en un complejo plan a gran escala para plantar chips informáticos en dispositivos electrónicos exportados a los EE.UU. con el supuesto propósito de espiar a ciudadanos y empresas estadounidenses, e incluso al Pentágono. China rechazó las afirmaciones por considerarlas "inventadas de la nada".
Parece que no hay duda de que Washington está presionando para que se produzca una confrontación con Pekín. Trump ha declarado que ya no es amigo del líder chino Xi Jinping. El año pasado, Xi fue huésped en la mansión de playa de Trump en Florida, cuando Trump se dijo extasiado al compartir un "delicioso" pastel de chocolate con el presidente chino.
El llamado "bromance" ["romance entre hermanos", para referirse a relaciones muy amenas entre amigos-NdT] parece haber terminado. Trump se está remitiendo a los ayudantes beligerantes de la Casa Blanca que han disfrutado públicamente de la perspectiva de un enfrentamiento con China. Peter Navarro, el asesor comercial del presidente para China, ha cortejado abiertamente la guerra económica contra Pekín. El ex asesor Steve Bannon es otro defensor de la beligerancia hacia China, llegando incluso a predecir una guerra.
Es justo suponer que los líderes chinos harán todo lo posible para evitar una guerra contra los Estados Unidos. La cultura política de China no es agresiva y tiende a ver las cosas como una transición a largo plazo.
China puede tratar de contener las tensiones, esperando que en dos años Trump no sea reelegido y que una administración más razonable entre en funciones.
Pekín ha rechazado las afirmaciones de la administración Trump. Dice que no ha interferido en las elecciones estadounidenses. Como de costumbre, los norteamericanos no ofrecen ninguna prueba que apoye sus acusaciones, de la misma manera en que Rusia ha sido vilipendiada por Washington sin ningún fundamento.
China también rechaza las acusaciones de que está involucrada en espionaje industrial. De modo significativo, los gigantes tecnológicos estadounidenses Apple y Amazon salieron ante el público y también negaron a los medios de comunicación de los EE.UU. los informes acerca de "chips de espionaje" implantados por China en las líneas de montaje de las fábricas dirigidas por estas empresas estadounidenses en China.
Pero, ¿hasta qué punto se puede poner a prueba el famoso estoicismo chino?
Lo que la administración Trump quiere hacer es reestructurar toda la economía estadounidense a costa de China. La estrategia de Trump es "reindustrializar" Estados Unidos haciendo que las exportaciones chinas sean poco competitivas y obligando a las empresas estadounidenses a trasladar sus operaciones de China a las costas estadounidenses.
Irónicamente, el gobierno estadounidense acusa a China de "mercantilismo" y "prácticas depredadoras" cuando en realidad parece más correcto describir la política estadounidense en esos términos.
Si la administración Trump continúa su agresión contra China, entonces una colisión se muestra inevitable. La retórica acusadora y despectiva es una cosa. Pero cuando Estados Unidos empiece a infligir enormes daños económicos a la economía y al sustento de China, como parece tener la intención de hacer, entonces, en algún momento, Pekín podría verse obligado a responder por pura necesidad.
Se trata, por supuesto, de una conducta condenable de parte de los Estados Unidos. Sus acciones temerarias hacia China rozan en lo criminal en el sentido de que incitan a una guerra contra una potencia nuclear.
Sin embargo, esta guerra no es inevitable. Lo que se necesita es que la economía y la sociedad de los Estados Unidos se reestructuren de manera más democrática para sus ciudadanos. Ésa es la opción correcta y razonable.
Pero la clase dominante estadounidense no quiere optar por reestructurar su economía capitalista corporativa, ya que afectaría sus ganancias y riqueza. Quieren optar por obligar a China a pagar por el fracaso de la economía de Estados Unidos. Y esa opción podría ser el presagio de la guerra.
Un buque de guerra estadounidense evitó por poco chocar contra un buque de la armada china a principios de este mes en el disputado Mar de China Meridional; se trató de un incidente que podría servir de metáfora. Los dos gigantes económicos parecen encontrarse en un curso de colisión para la guerra.
El curso de la colisión se aceleró la semana pasada cuando el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, pronunció un discurso en el que declaró a China como el enemigo mundial número uno. Hablando en el derechista Instituto Hudson en Washington, DC, Pence criticó a China por "el aumento de la agresión económica y militar", y advirtió: "No retrocederemos".
Pence dijo en cierto momento que EE.UU. espera tener una relación de cooperación con China, pero el tono general de sus comentarios fue estridentemente beligerante.
El New York Times publicó el titular: "El discurso de Pence sobre China es un presagio de la nueva Guerra Fría".
Incluso hubo comparaciones de algunos comentaristas con el infame discurso del líder británico Winston Churchill en 1946 cuando declaró que una "Cortina de Hierro" separaba a la Unión Soviética, un discurso que se considera como instigador de la antigua Guerra Fría entre Occidente y Moscú que duró casi cinco décadas.
Los comentarios de Pence cubrieron una serie de acusaciones explícitas y provocadoras contra China. Al parecer, culpó de todo a Pekín, desde el robo de recursos económicos estadounidenses, hasta la "opresión de su propio pueblo", pasando por la "intromisión en la democracia estadounidense". Según Pence, la supuesta transgresión de China alcanza proporciones que hacen que la supuesta interferencia rusa "palidezca en comparación".
En otras palabras, China es la potencia extranjera a la que Washington parece estar apuntando para una confrontación. Sin duda, Rusia se ha enfrentado a una serie de hostilidades estadounidenses en los últimos años, especialmente desde la crisis de Ucrania. Pero China es el principal rival global que Washington está poniendo en el punto de mira.
El año pasado, el aclamado periodista y cineasta John Pilger estrenó un documental titulado: The Coming War With China. Pilger relató la proliferación de bases militares estadounidenses en la región de la costa del Pacífico, que evidentemente están destinadas a rodear a China para una eventual guerra caliente, o al menos para servir como medio de amenazar a Pekín para que se someta. El documental de Pilger resulta ser premonitorio dado el aumento de las provocaciones de Washington.
La desventaja de Pence contra China tiene que verse en el contexto más amplio de los múltiples movimientos de Estados Unidos.
El gobierno de Trump ha iniciado una guerra comercial con China, con aranceles punitivos sobre un valor estimado de 250.000 millones de dólares de las exportaciones chinas. Esos costos sin precedentes para la economía china, a su vez, han socavado la confianza de los inversionistas y los mercados de valores del país, cosa de la que Pence pareció regodearse en su discurso.
Esta semana, EE.UU. ha intensificado drásticamente las tensiones al procesar a un funcionario del gobierno chino por presunto espionaje industrial. El hombre fue extraditado de Bélgica y ya lleva varios meses detenido en los Estados Unidos. Se dice que este caso es el primero de su tipo.
También hubo informes sensacionalistas en los medios de comunicación estadounidenses de que China se ha embarcado en un complejo plan a gran escala para plantar chips informáticos en dispositivos electrónicos exportados a los EE.UU. con el supuesto propósito de espiar a ciudadanos y empresas estadounidenses, e incluso al Pentágono. China rechazó las afirmaciones por considerarlas "inventadas de la nada".
Parece que no hay duda de que Washington está presionando para que se produzca una confrontación con Pekín. Trump ha declarado que ya no es amigo del líder chino Xi Jinping. El año pasado, Xi fue huésped en la mansión de playa de Trump en Florida, cuando Trump se dijo extasiado al compartir un "delicioso" pastel de chocolate con el presidente chino.
El llamado "bromance" ["romance entre hermanos", para referirse a relaciones muy amenas entre amigos-NdT] parece haber terminado. Trump se está remitiendo a los ayudantes beligerantes de la Casa Blanca que han disfrutado públicamente de la perspectiva de un enfrentamiento con China. Peter Navarro, el asesor comercial del presidente para China, ha cortejado abiertamente la guerra económica contra Pekín. El ex asesor Steve Bannon es otro defensor de la beligerancia hacia China, llegando incluso a predecir una guerra.
Es justo suponer que los líderes chinos harán todo lo posible para evitar una guerra contra los Estados Unidos. La cultura política de China no es agresiva y tiende a ver las cosas como una transición a largo plazo.
China puede tratar de contener las tensiones, esperando que en dos años Trump no sea reelegido y que una administración más razonable entre en funciones.
Pekín ha rechazado las afirmaciones de la administración Trump. Dice que no ha interferido en las elecciones estadounidenses. Como de costumbre, los norteamericanos no ofrecen ninguna prueba que apoye sus acusaciones, de la misma manera en que Rusia ha sido vilipendiada por Washington sin ningún fundamento.
China también rechaza las acusaciones de que está involucrada en espionaje industrial. De modo significativo, los gigantes tecnológicos estadounidenses Apple y Amazon salieron ante el público y también negaron a los medios de comunicación de los EE.UU. los informes acerca de "chips de espionaje" implantados por China en las líneas de montaje de las fábricas dirigidas por estas empresas estadounidenses en China.
Pero, ¿hasta qué punto se puede poner a prueba el famoso estoicismo chino?
Lo que la administración Trump quiere hacer es reestructurar toda la economía estadounidense a costa de China. La estrategia de Trump es "reindustrializar" Estados Unidos haciendo que las exportaciones chinas sean poco competitivas y obligando a las empresas estadounidenses a trasladar sus operaciones de China a las costas estadounidenses.
Irónicamente, el gobierno estadounidense acusa a China de "mercantilismo" y "prácticas depredadoras" cuando en realidad parece más correcto describir la política estadounidense en esos términos.
Si la administración Trump continúa su agresión contra China, entonces una colisión se muestra inevitable. La retórica acusadora y despectiva es una cosa. Pero cuando Estados Unidos empiece a infligir enormes daños económicos a la economía y al sustento de China, como parece tener la intención de hacer, entonces, en algún momento, Pekín podría verse obligado a responder por pura necesidad.
Se trata, por supuesto, de una conducta condenable de parte de los Estados Unidos. Sus acciones temerarias hacia China rozan en lo criminal en el sentido de que incitan a una guerra contra una potencia nuclear.
Sin embargo, esta guerra no es inevitable. Lo que se necesita es que la economía y la sociedad de los Estados Unidos se reestructuren de manera más democrática para sus ciudadanos. Ésa es la opción correcta y razonable.
Pero la clase dominante estadounidense no quiere optar por reestructurar su economía capitalista corporativa, ya que afectaría sus ganancias y riqueza. Quieren optar por obligar a China a pagar por el fracaso de la economía de Estados Unidos. Y esa opción podría ser el presagio de la guerra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario