Para un país grande como Estados Unidos, imponer elevados aranceles a las importaciones
puede tener sentido bajo ciertas condiciones. Si muchos proveedores
extranjeros compiten por vender en su territorio, podrían estar
dispuestos a absorber el costo de un impuesto para mantener su cuota en
el mercado, sacrificando sus propios márgenes de beneficio mientras el Tesoro recauda ingresos fiscales adicionales. La lógica del “arancel óptimo”
es que Estados Unidos suele ser un país importador lo suficientemente
grande como para imponer su voluntad, dice Thomas Pugel, economista de
la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York.
La teoría de los aranceles óptimos, que ha figurado en el pensamiento económico desde la década de 1840,
encaja en la forma de ver el mundo del presidente Trump, quien a menudo
afirma que otros países se aprovechan del suyo. El 17 de septiembre
dijo a los reporteros: “Por eso China ahora está pagándonos miles de millones de dólares en aranceles”. Y añadió: “Ingresará mucho dinero a las arcas de Estados Unidos”. Pero la verdad es más complicada.
Los aranceles óptimos en la teoría pueden ser subóptimos en la práctica. Los socios comerciales suelen tomar represalias.
Además, es difícil diseñar un arancel cuyos costos sean asumidos por
los países proveedores. Las primeras rondas de impuestos que EU aplicó a
las importaciones en el conflicto actual tal vez cumplieron
parcialmente ese papel, porque se aplicaron a productos que enfrentaban a
diferentes proveedores en su intento de llegar al mercado
estadounidense. Pero a medida que la guerra comercial escala, está
cubriendo más productos con pocas alternativas de abastecimiento.
En el caso de los productos en donde un país extranjero es el proveedor único o dominante, son los consumidores quienes pagarán cada centavo de esos aranceles.
Así lo explica Pugel, “si los compradores estadounidenses están
desesperados por obtener un producto chino, el precio en Estados Unidos
va a subir”.
Según un cálculo realizado por
Deutsche Bank AG, en las dos primeras rondas de aranceles
estadounidenses sobre China, que cubrían importaciones por valor de 50
mil millones de dólares, solo mil millones eran productos donde China tenía una posición dominante en el mercado.
Pero en la última ronda, que entró en vigor el 24 de septiembre, los
consumidores estadounidenses son más vulnerables a los aumentos de
precios, pues casi la mitad de los 200 mil millones de dólares de productos sujetos a los aranceles del 10 por ciento provienen primariamente de China. Las cosas se pondrán aún peor para los consumidores si Trump cumple su amenaza de imponer aranceles al resto de las importaciones chinas, ya que para el 80 por ciento de los productos, China es el proveedor mayoritario.
En cuanto a la importancia de los productos chinos sujetos a arancel, EU depende de los componentes electrónicos, los muebles, los electrodomésticos y los equipos de red,
según Panjiva Inc., una división de S&P Global Market Intelligence
que se especializa en datos y análisis de la cadena de abastecimiento.
En el caso de algunos artículos especiales como las ancas de ranas, las cerdas de jabalí, las anguilas y los minerales de estaño y plata,
entre 90 a 100 por ciento de las importaciones de EU provienen de
China, según los datos recopilados por Panjiva. Por petición de las
compañías estadounidenses, el representante comercial de Estados Unidos,
Robert Lighthizer, exentó de arancel a algunos productos en los que EU
es extremadamente dependiente del gigante asiático, incluidos los
metales de tierras raras que se usan en imanes, relojes inteligentes, dispositivos Bluetooth y cascos para bicicletas.
No es tan obvio como podría
parecer quién o quiénes pagan en realidad la factura de los aranceles.
No hay garantía de que el gravamen entero se transfiera al consumidor
con un precio más alto. El minorista, el mayorista, el transportista, el
fabricante extranjero y los proveedores del manufacturador pueden
elegir, o verse obligados, a absorber parte del costo. Esa carga depende del poder negociador de cada jugador,
señala Menzie Chinn, economista de la Universidad de Wisconsin en
Madison. En el caso de que el lado chino absorbiera el costo total,
sería como si ese país pagara el arancel. Pero en realidad, afirman los
economistas y directores corporativos, el lado estadounidense es el más perjudicado.
En julio, Coca-Cola Co. citó los
aranceles a los metales como una justificación para elevar los precios
de los refrescos en EU. En agosto, la directora financiera de Home Depot
Inc., Carol Tomé, comentó a Bloomberg News que la compañía permitía que
sus proveedores le transfirieran los aumentos de costos relacionados
con los aranceles. Y las circunstancias son las que luego determinan si
Home Depot, a su vez, los traslada a sus clientes. “En el caso de las
lavadoras importadas, que en EU están sujetas a un arancel del 20 por
ciento sin importar su procedencia, le pasamos el aumento del costo a
nuestros consumidores”, confesó Tomé.
Una razón por la cual los
consumidores estadounidenses a menudo pagan o absorben la mayor parte de
una tarifa de importación es porque a los proveedores extranjeros ya no
les queda espacio de maniobra. Sometidos a la presión, sus márgenes ya
están reducidos por poderosos minoristas estadounidenses como Walmart
Inc. y Amazon.com Inc. Además, cambiar de proveedor para evitar las
tarifas no es fácil, asegura David French, jefe cabildero de National
Retail Federation. China, explica, tiene una fuerza laboral numerosa y
calificada y una excelente red de transporte, los minoristas han buscado
en otras partes del mundo, y no hay muchos proveedores alternativos
disponibles de inmediato.
A veces es difícil precisar el
impacto de los aranceles debido a otros factores, como la demanda de los
consumidores y los costos de las materias primas, que también fluctúan.
Por ejemplo, quienes critican los impuestos señalan un aumento de los
precios de las grandes lavadoras de uso doméstico después de que se
anunciaron los aranceles del 20 por ciento en enero. El precio promedio
entre mayo y julio subió 44 por ciento con respecto al precio promedio
entre febrero y abril. Pero fue 22 por ciento más bajo que en los meses
de octubre a diciembre de 2017 debido a otras fuerzas del mercado.
Los metales tampoco admiten una
fácil lectura. Los precios del acero en EU subieron, y uno lo achacaría
a los aranceles del 25 por ciento, pero el motivo podría ser distinto.
“Puede que no haya escasez, pero existe preocupación y temor por ella”,
señala John Barton, vicepresidente de HNTB Corp. Por otro lado, los
precios del aluminio en EU han bajado a pesar del arancel del 10 por
ciento. La oferta mundial de aluminio y los temores de una
desaceleración del crecimiento económico han reducido el precio de
referencia desde sus máximos en primavera. Cuando se invierte la
situación y otros países imponen aranceles a los productos de EU, las
compañías estadounidenses hacen concesiones en los precios para mantener
la cuota de mercado. Harley-Davidson Inc. dijo que para evitar perder
clientes, absorbería el nuevo arancel del 25 por ciento que Europa
impuso a las motos norteamericanas, unos dos mil 200 dólares por moto.
(Para evitar los aranceles, producirá sus vehículos en Europa para ese
mercado).
En julio, Ford Motor Co. aseguró
que no elevaría los precios de los Ford y Lincoln exportados a China,
absorbiendo el impacto de los nuevos aranceles chinos. Y los productores
estadounidenses de soya han tenido que bajar precios para evitar perder
ventas en ese país. “La soya de EU no es la única opción que tiene el
comprador chino”, refiere Brennan Turner, director ejecutivo de FarmLead
Resources Ltd., especialista en datos de granos.
Además de afectar los bolsillos
de los consumidores estadounidenses, los aranceles impuestos por el
gobierno de Trump podrían acelerar involuntariamente el avance de China
en las tecnologías de vanguardia, toda vez que se aplican al valor total
de un producto que proviene de ese país, incluso si los trabajadores
chinos solo hicieron el armado final. Los aranceles crean de esa manera
un incentivo para que las compañías chinas trasladen los trabajos de
ensamblaje de bajo margen a países que no están sujetos a los aranceles,
lo que liberaría a los trabajadores chinos para hacer un trabajo más
valioso y cualificado. “Sin duda veremos ese tipo de cosas si esto sigue
así”, advierte Sherman Robinson, investigador del Instituto Peterson
para la Economía Internacional en Washington. En resumen, tal vez exista
un “arancel óptimo”, pero definitivamente no es éste el caso.
Con la colaboración
de Matt Townsend y Joe Deaux
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