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Alemania. La Canciller fallida
Por Rafael Poch de Feliu
Merkel ha dañado seriamente los tres pilares que
rehabilitaron a la política alemana de posguerra: el Estado social, la
integración de la Unión Europea y la política de distensión hacia Rusia
conocida como Ostpolitik Todos loan su “liderazgo”. “¿Qué será de
Europa?”, se preguntan tras el anuncio de Angela Merkel de dejar la
presidencia de la […]
Merkel ha dañado seriamente los tres pilares que rehabilitaron a la política alemana de posguerra: el Estado social, la integración de la Unión Europea y la política de distensión hacia Rusia conocida como Ostpolitik
Todos loan su “liderazgo”. “¿Qué será de Europa?”, se preguntan tras el anuncio de Angela Merkel de dejar la presidencia de la CDU -bien pronto- y la política, en un par de años. El balance de esta canciller fallida, servidora de los poderosos, en su país y en el mundo, y sin más valores políticos que un fino sentido de la oportunidad, se ha perdido por completo en esta anticipada hagiografía.
Generación sin complejos
Merkel es la canciller de la “Quinta Alemania” , el nuevo país surgido de la reunificación de 1990 que solo apareció como evidencia a partir de la crisis de 2008. Merkel es la representante de una generación de políticos alemanes liberada de los escrúpulos y complejos nacionales de la anterior Alemania, una nación dividida, ocupada militarmente y consciente de sus culpas históricas.
Merkel no tiene nada que ver con los Brandt, Schmidt o Kohl, gente que vivió la guerra (el primero de ellos hasta fue un raro y digno opositor al nazismo). Como ciudadana del Este, no vivió los complejos de un Estado, el de la RFA, fundado y levantado por ex nazis. Así que, consciente o no, recuperó la catastrófica idea de una “Europa alemana” intrínseca a su establishment, algo que nunca ha funcionado, porque no hay rastro de espíritu universal en la tradición del nacionalismo alemán, sino un torpe supremacismo, organizado, ciego y dogmático, que suele desembocar en ansias de dominio que acaban mal.
Sus tres desastres
Merkel, ha dañado seriamente los tres pilares que rehabilitaron a la política alemana de posguerra: el Estado social, la integración de la Unión Europea y la política de distensión hacia Rusia conocida como Ostpolitik.
Merkel ha mantenido el desmonte del rechoncho Estado social alemán emprendido por los socialdemócratas, cuyo sentido primero había sido restar argumentos al socialismo cuartelario de la RDA. Anexionada la Alemania del Este, ya no cabían restricciones solo quedaba lanzarse a todo vapor y sin trabas a la conquista exportadora. Recortes de subsidios sociales, explosión de trabajo precario y unos 15,5 millones de pobres y amenazados de exclusión, en un país que hasta los años noventa se caracterizó por una condiciones sociolaborales bastante decentes.
En ausencia de proyectos alternativos (Francia no estaba), la derecha alemana se dotó de una arquitectura europea a la medida de su economía exportadora y de su menguante demografía. Cuando estalló la crisis, hace diez años, ofreció una explicación nacional en línea con la ortodoxia neoliberal a lo que era un problema sistémico internacional. La austeridad que siguió al dumping salarial, todo ello presentado en un envoltorio moralizante de Pigs y virtuosos, destrozó la promesa de prosperidad y la perspectiva de nivelación entre los Estados miembros de la Unión Europea, conduciéndola en una dirección desintegradora. El euroescepticismo, una ideología razonable y lúcida a la luz de lo que ofrece el europeísmo realmente existente, ha quedado mayormente en manos de la extrema derecha, incluso en Alemania que hoy cuenta con el mayor grupo parlamentario de extrema derecha de todo el continente: 92 diputados de AfD, sin contar algunos compañeros de viaje de la CSU bávara.
El artificial conflicto con Rusia provocado por la ampliación de la OTAN y sus prolegómenos, ha enterrado la Ostpolitik, el contrito imperativo de llevarse bien con Rusia, lo que significa no ignorar sus intereses, para regresar a una dialéctica de tensión militar y sanciones dictada desde Washington. Merkel no ha contradicho nunca la hipoteca americana que la Unión Europea tiene en materia de política exterior y de seguridad, vía OTAN. Y cuando la derecha alemana lanza globos sondas soberanistas para sacudirse esa hipoteca, lo que se vislumbra parece peor que la enfermedad, por ejemplo el incipiente debate alemán sobre la oportunidad de dotarse de un arma nuclear…
Su aportación
La aportación de la merkeología a la política ha sido simplona, pero inequívocamente reaccionaria. Ahí está su concepto estrella: la marktkonforme demokratie, un cuadro en el que es la democracia la que se adapta al mercado y no al revés. De ahí a una limitada visión de mundo que conjuga el desmonte del Estado social con la competición en la globalización. Se trata de su 7/25/50: la Unión Europea representa el 7% de la población mundial, genera el 25% del PIB y responde del 50% del gasto social global, ergo para ser competitivos hay que recortar ese 50%.
Pocas ideas
En la RDA Merkel fue una ciudadana integrada, con responsabilidades y funciones en el sistema. Con la caída del régimen supo adaptarse y hacer carrera en el cuadro de la nueva Alemania. Sentido de la oportunidad nunca le ha faltado. Pero, ¿qué hay más allá de eso?: muy poca idea, y aun menos “valores”. Lo suyo ha sido, y continuará siendo en los dos años que le quedan, una administración de lo que hay: atender a los intereses de los poderes fácticos (su industria del automóvil, el mundo de las finanzas) y escuchar cuando se pueda el sentir mayoritario del electorado para mantenerse en el poder. Vio en marzo de 2011 que el accidente de Fukushima hacía electoralmente inviable su cerrada defensa de las nucleares, y cedió (al precio de volver a quemar más carbón que nadie). Vio la avalancha autoorganizada de migrantes procedentes de los desastres inducidos en Siria, Libia y otros lugares, y se puso, en otoño de 2015, una engañosa medalla liberal que paliara su mala imagen en Europa tras las protestas del verano de aquel año por el abuso del referéndum griego. Ahora Merkel anuncia su salida de la escena en dos años, consciente de que cualquier tiempo futuro será peor. Claro que no todo lo aquí apuntado es culpa de Merkel, pero ella ha sido la persona política europea con más poder durante un periodo aciago.
(Publicado en Ctxt)
rafaelpoch.com/2018/11/07/la-canciller-fallida/#more-163
Merkel ha dañado seriamente los tres pilares que rehabilitaron a la política alemana de posguerra: el Estado social, la integración de la Unión Europea y la política de distensión hacia Rusia conocida como Ostpolitik
Todos loan su “liderazgo”. “¿Qué será de Europa?”, se preguntan tras el anuncio de Angela Merkel de dejar la presidencia de la CDU -bien pronto- y la política, en un par de años. El balance de esta canciller fallida, servidora de los poderosos, en su país y en el mundo, y sin más valores políticos que un fino sentido de la oportunidad, se ha perdido por completo en esta anticipada hagiografía.
Generación sin complejos
Merkel es la canciller de la “Quinta Alemania” , el nuevo país surgido de la reunificación de 1990 que solo apareció como evidencia a partir de la crisis de 2008. Merkel es la representante de una generación de políticos alemanes liberada de los escrúpulos y complejos nacionales de la anterior Alemania, una nación dividida, ocupada militarmente y consciente de sus culpas históricas.
Merkel no tiene nada que ver con los Brandt, Schmidt o Kohl, gente que vivió la guerra (el primero de ellos hasta fue un raro y digno opositor al nazismo). Como ciudadana del Este, no vivió los complejos de un Estado, el de la RFA, fundado y levantado por ex nazis. Así que, consciente o no, recuperó la catastrófica idea de una “Europa alemana” intrínseca a su establishment, algo que nunca ha funcionado, porque no hay rastro de espíritu universal en la tradición del nacionalismo alemán, sino un torpe supremacismo, organizado, ciego y dogmático, que suele desembocar en ansias de dominio que acaban mal.
Sus tres desastres
Merkel, ha dañado seriamente los tres pilares que rehabilitaron a la política alemana de posguerra: el Estado social, la integración de la Unión Europea y la política de distensión hacia Rusia conocida como Ostpolitik.
Merkel ha mantenido el desmonte del rechoncho Estado social alemán emprendido por los socialdemócratas, cuyo sentido primero había sido restar argumentos al socialismo cuartelario de la RDA. Anexionada la Alemania del Este, ya no cabían restricciones solo quedaba lanzarse a todo vapor y sin trabas a la conquista exportadora. Recortes de subsidios sociales, explosión de trabajo precario y unos 15,5 millones de pobres y amenazados de exclusión, en un país que hasta los años noventa se caracterizó por una condiciones sociolaborales bastante decentes.
En ausencia de proyectos alternativos (Francia no estaba), la derecha alemana se dotó de una arquitectura europea a la medida de su economía exportadora y de su menguante demografía. Cuando estalló la crisis, hace diez años, ofreció una explicación nacional en línea con la ortodoxia neoliberal a lo que era un problema sistémico internacional. La austeridad que siguió al dumping salarial, todo ello presentado en un envoltorio moralizante de Pigs y virtuosos, destrozó la promesa de prosperidad y la perspectiva de nivelación entre los Estados miembros de la Unión Europea, conduciéndola en una dirección desintegradora. El euroescepticismo, una ideología razonable y lúcida a la luz de lo que ofrece el europeísmo realmente existente, ha quedado mayormente en manos de la extrema derecha, incluso en Alemania que hoy cuenta con el mayor grupo parlamentario de extrema derecha de todo el continente: 92 diputados de AfD, sin contar algunos compañeros de viaje de la CSU bávara.
El artificial conflicto con Rusia provocado por la ampliación de la OTAN y sus prolegómenos, ha enterrado la Ostpolitik, el contrito imperativo de llevarse bien con Rusia, lo que significa no ignorar sus intereses, para regresar a una dialéctica de tensión militar y sanciones dictada desde Washington. Merkel no ha contradicho nunca la hipoteca americana que la Unión Europea tiene en materia de política exterior y de seguridad, vía OTAN. Y cuando la derecha alemana lanza globos sondas soberanistas para sacudirse esa hipoteca, lo que se vislumbra parece peor que la enfermedad, por ejemplo el incipiente debate alemán sobre la oportunidad de dotarse de un arma nuclear…
Su aportación
La aportación de la merkeología a la política ha sido simplona, pero inequívocamente reaccionaria. Ahí está su concepto estrella: la marktkonforme demokratie, un cuadro en el que es la democracia la que se adapta al mercado y no al revés. De ahí a una limitada visión de mundo que conjuga el desmonte del Estado social con la competición en la globalización. Se trata de su 7/25/50: la Unión Europea representa el 7% de la población mundial, genera el 25% del PIB y responde del 50% del gasto social global, ergo para ser competitivos hay que recortar ese 50%.
Pocas ideas
En la RDA Merkel fue una ciudadana integrada, con responsabilidades y funciones en el sistema. Con la caída del régimen supo adaptarse y hacer carrera en el cuadro de la nueva Alemania. Sentido de la oportunidad nunca le ha faltado. Pero, ¿qué hay más allá de eso?: muy poca idea, y aun menos “valores”. Lo suyo ha sido, y continuará siendo en los dos años que le quedan, una administración de lo que hay: atender a los intereses de los poderes fácticos (su industria del automóvil, el mundo de las finanzas) y escuchar cuando se pueda el sentir mayoritario del electorado para mantenerse en el poder. Vio en marzo de 2011 que el accidente de Fukushima hacía electoralmente inviable su cerrada defensa de las nucleares, y cedió (al precio de volver a quemar más carbón que nadie). Vio la avalancha autoorganizada de migrantes procedentes de los desastres inducidos en Siria, Libia y otros lugares, y se puso, en otoño de 2015, una engañosa medalla liberal que paliara su mala imagen en Europa tras las protestas del verano de aquel año por el abuso del referéndum griego. Ahora Merkel anuncia su salida de la escena en dos años, consciente de que cualquier tiempo futuro será peor. Claro que no todo lo aquí apuntado es culpa de Merkel, pero ella ha sido la persona política europea con más poder durante un periodo aciago.
(Publicado en Ctxt)
rafaelpoch.com/2018/11/07/la-canciller-fallida/#more-163
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