sábado, 24 de noviembre de 2018

Las conductas imitativas de la política


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Las conductas imitativas de la política


Los ciudadanos de estos tiempos podrán no poseer grandes conocimientos académicos, pero no son tontos. Son sencillos, pero no simples.
LAS CONDUCTAS IMITATIVAS DE LA POLÍTICA

Por Luciano Castro Barillas
Nada hay nada tan cambiante, tan dialéctico y vital como la política. Abundan definiciones de teóricos y prácticos de la política, quienes la hacen en ocasiones objeto de interesantes reflexiones, aunque no necesariamente agudas; y quienes la viven, se apasionan, la practican, viven de ella, para crear Estados de Derecho o para promover la injusticia. Los conceptos en política son elusivos, antojadizos, dependiendo de los niveles de apreciación de la realidad de cada persona; que pueden ser benévolos, cínicos y crueles. La política es el ansia, la aspiración por el poder. Por mandar, por imponer y muy pocas veces por consultar a quienes se dice representar y por quienes aparentemente se lucha. Marx, a quien sepultan cada decenio algún académico trasnochado que padece de embotamiento teorético (como el hidalgo Quijano por tanto leer libros de caballería) y que terminan creyendo que las ideas han engendrado la materia y que una pared no es otra cosa que la representación de las ideas. Es decir, esa pared concreta existe pero no existe. Tendrían que lanzarse de cabeza estos filosofillos, pensadores de pacotilla, para verificar si pasan de largo, para otro lado, por la inexistencia de la pared en mención.
Marx y su doctrina, que viene siendo enterrada desde prácticamente que surgió y que para su disgusto no acaba de morir, dijo algo muy interesante, lógico e inteligente hace más de un siglo: “La política es la expresión concentrada de la economía”. Verdad que se demuestra con la doctrina neoliberal, que es la seudociencia de lo “práctico”, de lo “útil”, y lo descartable, entre otras “cosas”, los seres humanos.  Por ello su desprecio a todo lo social, a todo lo humano, como expresión máxima de actividad económica donde lo primero es la moneda, el dinero, por eso se le conoce a esta vileza humana como ultramonetarismo. Los radicales del dinero, como supremo valor de su vida, de sus ideas, de su manera de pensar y relacionarse con los demás. ¿Habrase visto tan brutalidad, tanta carencia de humanidad y tanta deficiencia mental? Lo vive ya Argentina con sus plazas y avenidas desbordadas de manifestantes, de inconformes, donde un señor de apellido Macri pretende aprobar el presupuesto de la Nación totalmente subordinado a los intereses del Fondo Monetario Internacional. ¿Pero quién tiene la culpa de todo esto? Diez años de una vida mejor con los Kichner fueron cambiados por los propios pobres de Argentina que votaron ampliamente por el representante del gran capital, por el señor Macri. Es tan voluble la mente y el corazón humano, tan poco lineal, de tan pocas líneas técnicas, que uno no deja de sorprenderse siempre.
¿Propaganda altamente persuasiva estilo Gobbels? No. Los ciudadanos de estos tiempos podrán no poseer grandes conocimientos académicos, pero no son tontos. Son sencillos, pero no simples. Hay un simple y a la vez complejo asunto en el fondo de todo esto que se llama: falta de gratitud y reconocimiento. Eso es todo y ya lo puntualizó Dilma Rousseff cuando fue cuestionada en una entrevista respecto a que donde estaban los 38 millones sacados por el Partido de los Trabajadores de la pobreza. ¿Por qué no salieron a defender sus conquistas?, a cambio de darle un voto avasallante a Bolsonaro y su programa de desprecio social contra los pobres. Dijo algo digno de aprender: “Es que esos 38 millones de brasileños piensan de la siguiente manera, ahora que son capas medias, que tienen éxito social: en primer lugar se lo deben a su esfuerzo personal, en segundo lugar se lo deben a Dios, en tercer lugar a su familia y el cuarto o último lugar se lo deben al Partido de los Trabajadores”. Por eso el triunfo de Bolsonaro es inevitable. No habrá milagros de fuerzas democráticas triunfantes. ¿Piensan acaso que serán favorecidos por un programa político que los desprecia? No, porque ellos ya no se consideran pobres, chusma, descamisados… Tal lo dicho por Marx: “El hombre piensa como existe socialmente”.  Marx sigue estando de moda según parece. Y cuanto le hace falta a esos 38 millones de brasileños y argentinos educarse políticamente, un poquito más...
USA.

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