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Junta militar asume el poder en Brasil (Bolsonaro sigue jugando de presidente)
Por Mauro Lopes
Todos ellos sirvieron en las fuerzas de la ONU en
Haiti (Minustah). Heleno (1) fue el comandante de la Minustah entre 2004
y 2005; Santos Cruz comandó las tropas de 2006 a 2009 y Floriano
Peixoto en 2009-2010.
Fueron poco más de 45 días de la experiencia más bizarra en la historia brasileña. Pero terminó: el gobierno de Jair Bolsonaro no existe más. Comienza ahora la fase dos del régimen, cuando asume una Junta Militar en un gobierno ya dominado por ellos.
Cuatro generales, todos acuartelados en el Palacio de Gobierno -Augusto Heleno, Hamilton Mourão, Carlos Alberto dos Santos Cruz y Eduardo Villas Bôas son sus integrantes, pero puede sumarse en los próximos días el general Floriano Peixoto Neto, que sustituyó al destituido ministro Gustavo Bebiano, Jefe de la Secretaría General de la Presidencia.
No se puede hablar de un golpe de Estado: eso sucedió en 2016 y ellos ya están en el poder, y ocupan los puestos claves del gobierno y ocuparon los puestos claves dejados por las caricaturescas figuras de Bolsonaro y sus hijos. El capitán Jair Bolsonaro podrá seguir viviendo en el Palacio Alvorada y hasta jugar videojuegos en su oficina del Planalto. Siempre que obedezca a sus superiores, los generales.
El más prominente miembro de la junta debiera ser Villas-Bôas, quien fue el gran estratega, el articulador, aquel que se tomó a pecho traicionar la democracia, someter al Supremo Tribunal Federal para impedir la liberación de Lula y vedar su camino a las elecciones, y con eso asegurar el surgimiento del nuevo régimen.
El papel decisivo de Villas Bôas, que debía ser mantenido a media luz, fue lanzado a la luz pública de manera patética por Bolsonaro. En la asunción al cargo de ministro de Defensa del general Fernando Azevedo e Silva el 2 de enero, el actual zombi presidencial dijo públicamente: “General Villas Bôas, lo que hemos conversado quedará entre nosotros. Usted es uno de los responsables de que yo esté aquí”.
Villas Bôas es como un Augusto Pinochet posmoderno, del tiempo de los golpes sin movilización de tropas, sin bombardeos ni sangre. Nombrado por Dilma Rousseff, como Pinochet lo fuera por Salvador Allende, debiera ser el jefe de la Junta Militar. No lo es porque tiene una enfermedad grave y fatal (esclerosis lateral amiotrófica) que lo mantienen en silla de ruedas y un respirador.
Con la debilidad de Villas Bôas, asume el papel de presidente informal de la junta militar el jefe del Gabinete Institucional de la Presidencia, el general Augusto Heleno, quien tuvo un papel decisivo en la campaña electoral y es un nombre respetado entre los oficiales del Ejército. Él y el general Santos Cruz, secretario de Gobierno, son amigos y forman el “núcleo haitiano” dentro de la junta; y a ellos se les debe sumar Floriano Peixoto Neto.
Todos ellos sirvieron en las fuerzas de la ONU en Haiti (Minustah). Heleno (1) fue el comandante de la Minustah entre 2004 y 2005; Santos Cruz comandó las tropas de 2006 a 2009 y Floriano Peixoto en 2009-2010.
Hamilton Mourão entra casi como un pez fuera del agua en la junta, ya que no es del mismo grupo, no tiene amistad con ninguno de ellos y siempre fue visto como un outsider. Pero tiene algo que ninguno de los demás posee: es el vicepresidente de la República, indimisible. ¿Pero alguien de una junta militar es “dimisible”? Lo que indica que hay desde ya tensiones latentes en el gobierno.
La junta militar asume con amplio apoyo de las élites civiles. Los militares son vistos como, quizá, la última oportunidad de implementación de un programa para el país que pretende alienar las riquezas nacionales y concentrar la riqueza en una escala nunca vista, sobre el discurso de la “competencia”, del ultraliberalismo y sobre la égida del mercado”.
Bolsonaro es una carta fuera del mazo. Las élites ya habían concluido que con Jair Bolsonaro no iban a ningún lado, incluso antes de las grabaciones con Bebianno, que desmoralizaron al padre y al hijo de manera irremediable. Los editoriales de O Globo y de O Estado de Sao Paulo fueron definitivos: se terminó. “Sería ingenuo creer que Bolsonaro de un momento a otro pasará a comportarse como presidente y asumirá las responsabilidades de gobierno”, decretó O Estado.
Los Marinho (duelos de Globo), haciendo justicia a la larga tradición golpista de la familia, no se hicieron rogar y pidieron una junta militar para asumir el comando después del desgobierno del clan Bolsonaro. Ellos saben lo que quieren.
Notas
1.- Heleno, tras dejar el cargo en Minustah, expresó su oposición a la estrategia adoptada por la ONU en Haití. La experiencia de los soldados que instalaron cuarteles en los principales barrios de Puerto Príncipe fue el núcleo de las Unidades Policiales Pacificadoras (UPP) desarrolladas más tarde por lso militares brasileños en las favelas de Río de Janeiro (NdelE)
* Mauro Lopes. Editor del portal 247 y de Jornalistas pela Democracia. Traducción de CLAE.
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www.brasil247.com/pt/blog/91/384390/Junta-militar-assume-o-poder-Heleno-Mourão-Cruz-e-Villas-Bôas.htm
Fueron poco más de 45 días de la experiencia más bizarra en la historia brasileña. Pero terminó: el gobierno de Jair Bolsonaro no existe más. Comienza ahora la fase dos del régimen, cuando asume una Junta Militar en un gobierno ya dominado por ellos.
Cuatro generales, todos acuartelados en el Palacio de Gobierno -Augusto Heleno, Hamilton Mourão, Carlos Alberto dos Santos Cruz y Eduardo Villas Bôas son sus integrantes, pero puede sumarse en los próximos días el general Floriano Peixoto Neto, que sustituyó al destituido ministro Gustavo Bebiano, Jefe de la Secretaría General de la Presidencia.
No se puede hablar de un golpe de Estado: eso sucedió en 2016 y ellos ya están en el poder, y ocupan los puestos claves del gobierno y ocuparon los puestos claves dejados por las caricaturescas figuras de Bolsonaro y sus hijos. El capitán Jair Bolsonaro podrá seguir viviendo en el Palacio Alvorada y hasta jugar videojuegos en su oficina del Planalto. Siempre que obedezca a sus superiores, los generales.
El más prominente miembro de la junta debiera ser Villas-Bôas, quien fue el gran estratega, el articulador, aquel que se tomó a pecho traicionar la democracia, someter al Supremo Tribunal Federal para impedir la liberación de Lula y vedar su camino a las elecciones, y con eso asegurar el surgimiento del nuevo régimen.
El papel decisivo de Villas Bôas, que debía ser mantenido a media luz, fue lanzado a la luz pública de manera patética por Bolsonaro. En la asunción al cargo de ministro de Defensa del general Fernando Azevedo e Silva el 2 de enero, el actual zombi presidencial dijo públicamente: “General Villas Bôas, lo que hemos conversado quedará entre nosotros. Usted es uno de los responsables de que yo esté aquí”.
Villas Bôas es como un Augusto Pinochet posmoderno, del tiempo de los golpes sin movilización de tropas, sin bombardeos ni sangre. Nombrado por Dilma Rousseff, como Pinochet lo fuera por Salvador Allende, debiera ser el jefe de la Junta Militar. No lo es porque tiene una enfermedad grave y fatal (esclerosis lateral amiotrófica) que lo mantienen en silla de ruedas y un respirador.
Con la debilidad de Villas Bôas, asume el papel de presidente informal de la junta militar el jefe del Gabinete Institucional de la Presidencia, el general Augusto Heleno, quien tuvo un papel decisivo en la campaña electoral y es un nombre respetado entre los oficiales del Ejército. Él y el general Santos Cruz, secretario de Gobierno, son amigos y forman el “núcleo haitiano” dentro de la junta; y a ellos se les debe sumar Floriano Peixoto Neto.
Todos ellos sirvieron en las fuerzas de la ONU en Haiti (Minustah). Heleno (1) fue el comandante de la Minustah entre 2004 y 2005; Santos Cruz comandó las tropas de 2006 a 2009 y Floriano Peixoto en 2009-2010.
Hamilton Mourão entra casi como un pez fuera del agua en la junta, ya que no es del mismo grupo, no tiene amistad con ninguno de ellos y siempre fue visto como un outsider. Pero tiene algo que ninguno de los demás posee: es el vicepresidente de la República, indimisible. ¿Pero alguien de una junta militar es “dimisible”? Lo que indica que hay desde ya tensiones latentes en el gobierno.
La junta militar asume con amplio apoyo de las élites civiles. Los militares son vistos como, quizá, la última oportunidad de implementación de un programa para el país que pretende alienar las riquezas nacionales y concentrar la riqueza en una escala nunca vista, sobre el discurso de la “competencia”, del ultraliberalismo y sobre la égida del mercado”.
Bolsonaro es una carta fuera del mazo. Las élites ya habían concluido que con Jair Bolsonaro no iban a ningún lado, incluso antes de las grabaciones con Bebianno, que desmoralizaron al padre y al hijo de manera irremediable. Los editoriales de O Globo y de O Estado de Sao Paulo fueron definitivos: se terminó. “Sería ingenuo creer que Bolsonaro de un momento a otro pasará a comportarse como presidente y asumirá las responsabilidades de gobierno”, decretó O Estado.
Los Marinho (duelos de Globo), haciendo justicia a la larga tradición golpista de la familia, no se hicieron rogar y pidieron una junta militar para asumir el comando después del desgobierno del clan Bolsonaro. Ellos saben lo que quieren.
Notas
1.- Heleno, tras dejar el cargo en Minustah, expresó su oposición a la estrategia adoptada por la ONU en Haití. La experiencia de los soldados que instalaron cuarteles en los principales barrios de Puerto Príncipe fue el núcleo de las Unidades Policiales Pacificadoras (UPP) desarrolladas más tarde por lso militares brasileños en las favelas de Río de Janeiro (NdelE)
* Mauro Lopes. Editor del portal 247 y de Jornalistas pela Democracia. Traducción de CLAE.
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www.brasil247.com/pt/blog/91/384390/Junta-militar-assume-o-poder-Heleno-Mourão-Cruz-e-Villas-Bôas.htm
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