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Netanyahu enfada al poderoso lobby judío de EEUU
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, es
bien conocido por hacer ingeniería electoral y conseguir en el Knésset
(Parlamento unicameral) los votos suficientes para obtener la confianza
del Legislativo y dirigir así el destino del país.
A veces no ha sido el candidato más votado por los ciudadanos, pero sí el que ha tenido más cintura, experiencia o tolerancia, según quién le mire. Esa capacidad de maniobra tan suya, unida a un perfecto dominio de la retórica y de las redes sociales, y a un cierto victimismo, han hecho posible que, ahora que concurre a unas elecciones anticipadas, tenga posibilidad de renovar su cargo por cuarta vez consecutiva. Ya lo hizo en 2009, 2013 y 2015.
Pero la última alianza electoral forjada por Netanyahu, asediado por policías y políticos, ha provocado el rechazo incluso de sus más fieles e inquebrantables partidarios fuera de Israel, el lobby judío norteamericano.
'Bibi', como le conocen sus simpatizantes más leales, ha enfurecido a los líderes judíos en Israel y Estados Unidos al cerrar un acuerdo con un partido racista anti-árabe, Otzma Yehudit (Poder Judío en hebreo), cuya ideología ya ha sido comparada con el nazismo. Estas críticas públicas han agravado las ya complicadas relaciones entre Israel y los judíos en la diáspora, socavando los esfuerzos de los judíos estadounidenses y europeos para combatir el antisemitismo en un momento en que está en aumento en ambos continentes.
Para que le salgan las cuentas de los votos, Netanyahu ha recurrido a una organización extremista, cuyos líderes tienen una larga historia de apoyo a la violencia contra los palestinos, la expulsión de los árabes de Israel y los territorios ocupados, y la prohibición de matrimonios mixtos o de relaciones sexuales entre judíos y árabes.
El veterano primer ministro hizo los arreglos oportunos para que Otzma Yehudit formara parte de una alianza de partidos de religiosos sionistas de derechas, Hogar Judío. Ese pacto hará posible que Otzma Yehudit entre en la próxima coalición gobernante de Israel, tras la celebración de los comicios del 9 de abril, ya que Netanyahu le ofreció a Hogar Judío dos carteras ministeriales: Vivienda y Educación.
Los líderes de Otzma Yehudit se consideran discípulos del rabino Meir Kahane, el militante anti-árabe nacido en Brooklyn y diputado del Parlamento de Israel en la década de 1980 que fundó el partido Kach, ilegalizado en Israel por racista y declarado como grupo terrorista por Estados Unidos. El kahanismo cree en la creación de un Estado judío teocrático, donde los no-judíos no tendrían derecho al voto.
El pacto provocó el enfado de asociaciones estadounidenses judías como la pacifista J Street o la progresista Unión para el Judaísmo Reformista, que normalmente no se meten en la política israelí. El problema es que Bibi también soliviantó a los partidarios de la derecha tradicional, concretamente a los miembros del muy poderoso e muy influyente lobby judío norteamericano del AIPAC (según sus siglas en inglés). El Comité de Asuntos Públicos Americano Israelí rara vez airea estos trapos sucios, pero esta vez no se calló, y declaró que las ideas de Otzma Yehudit son "reprochables", a la vez que se comprometió a no mantener contactos con sus líderes si llegan a formar parte del nuevo Ejecutivo.
Netanhayu ha tratado con el "diablo" porque ve peligrar su continuidad como primer ministro en los comicios que renovarán en unas semanas los 120 escaños del Knésset. Según el último sondeo del diario Yedioth Ahronoth (Ultimas Noticias), el periódico de pago más leído del país, el líder del conservador Partido Likud (Consolidación) tiene complicada la reelección, pues los opositores de centro izquierda le pisan los talones.
El bloque formado por la recién creada coalición Blanco y Azul -llamada así por los colores de la bandera nacional israelí-, más los laboristas y los socialistas, alcanzaría los 48 diputados, los mismos que obtendría el Likud más la galaxia de pequeñas organizaciones de derechas y sionistas que le apoyan coyunturalmente.
El resto de los escaños quedaría repartido entre los ultraortodoxos judíos del partido Shas y el bloque árabe-israelí, escaños que pueden ser decisivos en caso de empate. El nuevo Parlamento, el vigésimo segundo en 71 años, estará tan fragmentado porque la ley electoral israelí permite que un partido entre en él tras haber recibido el 3,25% de los votos válidos.
Aparte de estos indudables problemas políticos, Netanhayu se enfrenta a unas serias denuncias de corrupción. La policía israelí ha recomendado recientemente que sea acusado de tres presuntos delitos que ha estado investigando: fraude, soborno y abuso de poder. Los agentes le acusan de haber aceptado sobornos de champán rosa, cigarros y joyería de lujo para su familia, concretamente para su esposa, Sara, a cambio de que ayudara a un amigo, un productor de cine israelí de Hollywood, Arnon Milchan, a obtener el visado de EEUU y desgravaciones fiscales en Israel. Tanto Netanyahu y su mujer, como el cineasta, niegan todos esos cargos. También es señalado por haber negociado una cobertura favorable hacia su persona y familia en los medios de comunicación. Ahora le toca al fiscal general del Estado, Avijai Mandelblit, decidir si es procesado o no.
Netanyahu, de 69 años, busca que todo este proceso judicial se posponga lo máximo posible para que coincida con los comicios de abril y se convierta, de esa manera, en un asunto electoral y le saque el mayor crédito. Asegura que la investigación es una caza de brujas, tiene claras motivaciones políticas y está cocinada por la izquierda. No piensa ceder ni un milímetro.
La oposición, por el contrario, ha denunciado que el primer ministro debe dimitir si se enfrenta a estas duras acusaciones. Y se ha movilizado para frenar su avance. Dos organizaciones con verdadero potencial, el partido laíco de centro Yesh Atid (Hay un Futuro, en hebreo), y otro con apenas meses de vida, Resiliencia por Israel, capitaneado por el popular exjefe del Ejército de israel, Benny Gantz, anunciaron hace escasos días la creación de una lista electoral conjunta denominada Kajol v Lavan (Blanco y Azul) con la tarea de ser la más votada en las urnas. Gantz y el líder de Yesh Atid, el experiodista Yair Lapid, se turnarán dos años cada uno al frente del Ejecutivo, si alcanzan su objetivo de echar al incombustible Netanhayu.
No lo tienen nada fácil. Las elecciones legislativas israelíes se prevén muy reñidas e interesantes para la comunidad internacional, pues determinarán quién va a llevar, los próximos años, la batuta de uno de los Estados con más peso en Oriente Medio.
A veces no ha sido el candidato más votado por los ciudadanos, pero sí el que ha tenido más cintura, experiencia o tolerancia, según quién le mire. Esa capacidad de maniobra tan suya, unida a un perfecto dominio de la retórica y de las redes sociales, y a un cierto victimismo, han hecho posible que, ahora que concurre a unas elecciones anticipadas, tenga posibilidad de renovar su cargo por cuarta vez consecutiva. Ya lo hizo en 2009, 2013 y 2015.
Pero la última alianza electoral forjada por Netanyahu, asediado por policías y políticos, ha provocado el rechazo incluso de sus más fieles e inquebrantables partidarios fuera de Israel, el lobby judío norteamericano.
'Bibi', como le conocen sus simpatizantes más leales, ha enfurecido a los líderes judíos en Israel y Estados Unidos al cerrar un acuerdo con un partido racista anti-árabe, Otzma Yehudit (Poder Judío en hebreo), cuya ideología ya ha sido comparada con el nazismo. Estas críticas públicas han agravado las ya complicadas relaciones entre Israel y los judíos en la diáspora, socavando los esfuerzos de los judíos estadounidenses y europeos para combatir el antisemitismo en un momento en que está en aumento en ambos continentes.
Para que le salgan las cuentas de los votos, Netanyahu ha recurrido a una organización extremista, cuyos líderes tienen una larga historia de apoyo a la violencia contra los palestinos, la expulsión de los árabes de Israel y los territorios ocupados, y la prohibición de matrimonios mixtos o de relaciones sexuales entre judíos y árabes.
El veterano primer ministro hizo los arreglos oportunos para que Otzma Yehudit formara parte de una alianza de partidos de religiosos sionistas de derechas, Hogar Judío. Ese pacto hará posible que Otzma Yehudit entre en la próxima coalición gobernante de Israel, tras la celebración de los comicios del 9 de abril, ya que Netanyahu le ofreció a Hogar Judío dos carteras ministeriales: Vivienda y Educación.
Los líderes de Otzma Yehudit se consideran discípulos del rabino Meir Kahane, el militante anti-árabe nacido en Brooklyn y diputado del Parlamento de Israel en la década de 1980 que fundó el partido Kach, ilegalizado en Israel por racista y declarado como grupo terrorista por Estados Unidos. El kahanismo cree en la creación de un Estado judío teocrático, donde los no-judíos no tendrían derecho al voto.
El pacto provocó el enfado de asociaciones estadounidenses judías como la pacifista J Street o la progresista Unión para el Judaísmo Reformista, que normalmente no se meten en la política israelí. El problema es que Bibi también soliviantó a los partidarios de la derecha tradicional, concretamente a los miembros del muy poderoso e muy influyente lobby judío norteamericano del AIPAC (según sus siglas en inglés). El Comité de Asuntos Públicos Americano Israelí rara vez airea estos trapos sucios, pero esta vez no se calló, y declaró que las ideas de Otzma Yehudit son "reprochables", a la vez que se comprometió a no mantener contactos con sus líderes si llegan a formar parte del nuevo Ejecutivo.
Netanhayu ha tratado con el "diablo" porque ve peligrar su continuidad como primer ministro en los comicios que renovarán en unas semanas los 120 escaños del Knésset. Según el último sondeo del diario Yedioth Ahronoth (Ultimas Noticias), el periódico de pago más leído del país, el líder del conservador Partido Likud (Consolidación) tiene complicada la reelección, pues los opositores de centro izquierda le pisan los talones.
El bloque formado por la recién creada coalición Blanco y Azul -llamada así por los colores de la bandera nacional israelí-, más los laboristas y los socialistas, alcanzaría los 48 diputados, los mismos que obtendría el Likud más la galaxia de pequeñas organizaciones de derechas y sionistas que le apoyan coyunturalmente.
El resto de los escaños quedaría repartido entre los ultraortodoxos judíos del partido Shas y el bloque árabe-israelí, escaños que pueden ser decisivos en caso de empate. El nuevo Parlamento, el vigésimo segundo en 71 años, estará tan fragmentado porque la ley electoral israelí permite que un partido entre en él tras haber recibido el 3,25% de los votos válidos.
Aparte de estos indudables problemas políticos, Netanhayu se enfrenta a unas serias denuncias de corrupción. La policía israelí ha recomendado recientemente que sea acusado de tres presuntos delitos que ha estado investigando: fraude, soborno y abuso de poder. Los agentes le acusan de haber aceptado sobornos de champán rosa, cigarros y joyería de lujo para su familia, concretamente para su esposa, Sara, a cambio de que ayudara a un amigo, un productor de cine israelí de Hollywood, Arnon Milchan, a obtener el visado de EEUU y desgravaciones fiscales en Israel. Tanto Netanyahu y su mujer, como el cineasta, niegan todos esos cargos. También es señalado por haber negociado una cobertura favorable hacia su persona y familia en los medios de comunicación. Ahora le toca al fiscal general del Estado, Avijai Mandelblit, decidir si es procesado o no.
Netanyahu, de 69 años, busca que todo este proceso judicial se posponga lo máximo posible para que coincida con los comicios de abril y se convierta, de esa manera, en un asunto electoral y le saque el mayor crédito. Asegura que la investigación es una caza de brujas, tiene claras motivaciones políticas y está cocinada por la izquierda. No piensa ceder ni un milímetro.
La oposición, por el contrario, ha denunciado que el primer ministro debe dimitir si se enfrenta a estas duras acusaciones. Y se ha movilizado para frenar su avance. Dos organizaciones con verdadero potencial, el partido laíco de centro Yesh Atid (Hay un Futuro, en hebreo), y otro con apenas meses de vida, Resiliencia por Israel, capitaneado por el popular exjefe del Ejército de israel, Benny Gantz, anunciaron hace escasos días la creación de una lista electoral conjunta denominada Kajol v Lavan (Blanco y Azul) con la tarea de ser la más votada en las urnas. Gantz y el líder de Yesh Atid, el experiodista Yair Lapid, se turnarán dos años cada uno al frente del Ejecutivo, si alcanzan su objetivo de echar al incombustible Netanhayu.
No lo tienen nada fácil. Las elecciones legislativas israelíes se prevén muy reñidas e interesantes para la comunidad internacional, pues determinarán quién va a llevar, los próximos años, la batuta de uno de los Estados con más peso en Oriente Medio.
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