El populismo integral: una alternativa (1)
En
los últimos meses, hemos visto el despertar de poderosas fuerzas
tectónicas que han estallado en América del Sur. Ecuador, Chile,
Bolivia… allí donde la derecha y la izquierda habían creído triunfar,
enfrentan, sin previo aviso, el despertar de los pueblos: el
levantamiento, aun indefinido y desarticulado, de las naciones frente a
los sistemas políticos – destartalados y caducos – que nos ha legado el
siglo XIX. El socialismo del siglo XXI, al igual que la democracia
liberal – victoriosa en la centuria pasada –, se revelan como gigantes
de pies de barro (débiles e impotentes) a punto de colapsar. Ante este
panorama inédito, los analistas políticos de todo pelambre se apresuran a
dar una respuesta, ambigua y vacua, que no explica nada. Pero para
nosotros, en cambio, estos movimientos populares son el sinónimo de un
gran despertar: es el grito desesperado del alma de las naciones
hispanoamericanas que, hartas de ser oprimidas por sistemas políticos y
económicos ajenos a su espíritu (allí el capitalismo de libre mercado,
por allá el socialismo tribal del siglo XXI), reaccionan violentamente
ante semejante estado de cosas, deseosas de reencontrar su
independencia. Y en América del Sur esto solo puede significar una cosa:
reintegrar la tradición política de nuestros pueblos a la gran rebelión
populista que está estallando. Lo que hoy se está revelando – contra la
globalización, el libre mercado, el ecologismo de pacotilla, el sistema
democrático, la sociedad masificada, el desarrollo controlado, etc. –
es el pueblo: pero no el pueblo de los demócratas (ese individuo aislado
que solo cuenta como masa), sino el pueblo como comunidad, como
organismo. Ese pueblo que fue ignorado tanto por los liberales (quienes
favorecieron al individuo) como por los socialistas (que solo pensaban
en clases sociales), ese pueblo que quiere reintegrar una vez más tanto
su pasado como su futuro, ese pueblo que se expresa en las calles, con
violencia, con descontrol, con rudeza, con caos, como si se encontrara
en una fiesta: ese pueblo quiere volver a la vida. Una vida que le fue
arrebatada durante mucho tiempo y que hoy puja por volverse a
expresarse.
Ante este desafío, los políticos, tanto
de izquierda como de derecha, se muestran ineficaces y sus estrategias
de poder resultan agotadas. En lugar de ver con objetividad el
desarrollo de los acontecimientos, cada uno termina entregándose a las
especulaciones huecas y sin sentido de una gran conspiración mundial:
provocadas ya sea por el bolivarianismo del Foro de Sao Paulo o por el
imperialismo norteamericano. Por el contrario, el hombre que ama la
justicia y la libertad encuentra en esta crisis el gozo extático de un
nuevo mundo que se abre frente a él. Una vez más han caído las certezas,
las estructuras terminan por desplomarse y frente a ellas se alzan las
ruinas de aquello que fue olvidado. Renace, una vez más, la aventura
política: pero ya no la que era controlada desde el exterior (por la
democracia imperialista o por el comunismo soviético), sino la verdadera
aventura: la de los hombres sedientos de la verdad. Y serán ellos,
precisamente, los llamados a reconstruir el mundo. Esta reconstrucción
solo podrá ser obra de aquellos que estén dispuestos a encarnar el
pueblo, con todos sus vicios y virtudes. De allí su llamado a un nuevo
populismo: el populismo integral. Por populismo integral entendemos la
síntesis política de todo aquello que la modernidad ha rechazado: la
defensa de los valores nacionales y la justicia social. Por lo tanto, el
populismo integral será la ideología opuesta, en todas sus formas,
contra la síntesis final globalista encarnada en el liberalismo
integral.
Es necesario primero hacer una aclaración: por
liberalismo integral comprendemos la síntesis final entre la izquierda y
la derecha liberal en un todo único, expresado hoy día en las
democracias capitalistas occidentales. La combinación entre un
liberalismo económico y un liberalismo cultural. El liberalismo se
expresa en muchas formas: sea que este liberalismo tome la forma del
neoliberalismo de la escuela austriaca o por el contrario adopte la
forma de un liberalismo social al servicio del capital de los
socialdemócratas. Desde su nacimiento, liberalismo y capitalismo han
existido el uno al lado del otro, siendo el liberalismo la expresión
política del capitalismo y el capitalismo la expresión económica del
liberalismo. Hoy día, el liberalismo integral se expresa en dos formas
definidas: el liberalismo económico y el liberalismo social o cultural.
El liberalismo económico se expresa en del libre mercado, la
globalización, las transnacionales, el gran capital financiero y la
interdependencia productiva entre naciones. Por su parte, el liberalismo
social o cultural está impregnado de igualitarismo, la ideología de los
derechos humanos, progresismo, humanismo, ideología de género,
individualismo y racionalismo, siendo su máxima expresión la destrucción
de la identidad del hombre sea esta social, cultural, sexual o natural.
Ante este liberalismo integral, por tanto, se
opone el populismo integral como ideología consciente que rechaza ambas
caras del liberalismo que hoy domina la civilización occidental. El
populismo integral es por tanto la negación del liberalismo económico y
cultural. De ahí que en el plano material oponga al liberalismo
económico capitalista el “comunismo primitivo” y las formas de
organización solidarias, basadas sobre la justicia social, los lazos
comunitarios, el trabajo comunal y corporativo (gremial). En tanto que
en el plano social se expresa en la negación del individualismo en todas
sus formas, que hoy adopta la forma degenerada del “cuerpo sin órganos”
postmoderno, donde el individuo, según Deleuze y Guattari, es
suplantado por el dividuo, el ser sin identidad sexual, rizomático y
cambiante que ya no posee forma: dividuo que se descompone en el
libertinaje sexual, cultural, social y humano que plaga las sociedades
postmodernas. Ante este ser amorfo, que ha perdido cualquier identidad,
el populismo integral opone precisamente los valores de cada pueblo y
cultura: estos valores, por supuesto, se remiten a la premoderno, es
decir, a la configuración de la identidad de los pueblos antes de la
globalización y el nacimiento del capitalismo. Como cada pueblo es
diferente, es sobre esta diferencia que deben construirse sus valores e
identidades para expresar su libertad y su justicia, y no sobre una
imposición abstracta universal. Será, por tanto, el rescate de los
valores étnicos: en el caso de Suramérica, serán los valores hispánicos,
cristianos, indígenas y hasta africanos, que nada tienen que ver con la
cultura degenerada de la postmodernidad, producto más bien del
capitalismo tardío que estalla como una ulcera infectada.
Todo esto nos lleva en una dirección:
el nacional-comunismo es la expresión propia del populismo integral. El
nacional-comunismo será el núcleo de la máxima rebelión contra la
modernidad. La expresión en el plano social del “comunismo primitivo” y
en el plano cultural de las diferencias étnicas e identidades
nacionales. Este nuevo populismo, que no mira con desdén al pueblo, sino
que intenta extraer de las energías arcaicas y tribales que componen
los substratos más profundos su existencia, es el medio por el cual se
lanza el desafío al actual orden social existente. El populismo integral
será la expresión de todo lo que no es el liberalismo: agrario,
solidario, comunal, orgánico y espiritual, frente a un capitalismo
urbano, individualista, egoísta, mecánico y materialista. El populismo
que estamos llamados a construir no será la expresión del “significante
vacío”, de la libido sin contenido que se pierde en los inútiles juegos
del lenguaje, como ha sido definido por Ernesto Laclau. No. Este nuevo
populismo no se contentará con defender el orden sino con sobrepasarlo,
para crear un mundo antitético a la sociedad moderna. Por esa razón, el
populismo también mirará a la postmodernidad, pero para extraer de ella
los elementos no modernos, aquellos que reconducen más bien a los
arquetipos olvidados, premodernos, que la postmodernidad despierta en su
deseo de locura y sin razón. El populismo integral albergará en su seno
lo arcaico y lo postmoderno, el arqueofuturismo, que mira y abre las
puertas del pasado y las puertas del futuro, negando en un solo
movimiento el presente. Es la combinación de la identidad real,
nacional, de los pueblos, por un lado, y por el otro es la exclamación
de lo que vendrá, de lo postmoderno vaciado de su contenido nocivo y
negativo, reintegrado en un todo nuevo donde lo viejo se hace nuevo y lo
posmoderno arcaico. Este populismo es la apelación que desborda, por
tanto, los causes de la Modernidad. Liberando, en un solo movimiento, lo
que está más allá de lo moderno.
Si el siglo XX fue el siglo de los titanes: el
siglo de los choques violentos, las ideologías políticas, las guerras
mundiales, las luchas de clases y la modernidad descontrolada, entonces
el siglo XXI será el siglo de lo que está más allá. En el siglo pasado
brillaron las figuras imperiales: el trabajador, el soldado, el burgués,
fueron sus arquetipos. Pero en este siglo el trabajador fue oprimido,
el soldado fue domesticado y el burgués se convirtió en un parásito; el
contenido de sus luchas ha terminado por agotarse y hoy estas figuran
han sido arrojadas a la basura. Los titanes se han rebelado, sin
embargo, su rebelión ha fracasado. Ahora bien, ¿cuál será el sustento de
la rebelión del futuro? Serán el profeta, el guerrero, el campesino.
Ellos apelarán a las fuerzas olvidadas por la historia. Su rebelión no
puede ser otra que el llamado a las energías ocultas, que yacían
dormidas, en el interior de los titanes muertos. La nueva rebelión esta
llamada a despertar a las fuerzas subyacentes. Los primeros pasos
parecen estar dándose, no obstante, no han sido llevados lo
suficientemente lejos. Esta misión, por tanto, debe ser encomendada a
los Guerreros de la Virgen, aquellos, que con los ojos del Águila de
Patmos, descifran los signos ocultos de la voluntad divina.
Nota:
1. Utilizamos el termino en el sentido usado por
el profesor Alexander Dugin, a quién remitimos nuestro respeto y cuyas
ideas nos han inspirado para escribir este artículo.
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