De
eso habló, por estos días convulsos, cierto personaje de la derecha
recalcitrante angustiado por los “afanes vengativos” de la pobrecía
criolla latinoamericana. Exaltaba a Thomas Hobbes, aquel lejano filósofo
inglés propugnador de liberar a los gobernantes de restricción alguna. Tal
convicción, surgida de la trágica histórica judeocristiana, se ha
perpetuado hasta nuestros días pues fue cultivada por la cultural de
Occidente para cocinar la tesis de la historia de la humanidad como
historia de sus conductores.
Con esa impostura que pretende, para hacer política, sacar el análisis histórico fuera de sus fronteras científicas, se ha sostenido durante milenios la máxima de que hay que obedecer al rico en vez de pretender mandar sobre la pobreza… Claro está, han contado con el apoyo del incienso, la espada y el fusil para convertir el principio de autoridad y de propiedad individual en el fundamento principal del derecho.
El chavista negro convertido en espeluznante llamarada por una banda de “ciudadanos” irritados por la frescura de la chusma venezolana, la alcaldesa indígena boliviana puesta de rodillas con la cabeza rapada y bañada en pintura roja, por el enojo armado de garrote y bíblia, y las cinco docenas de asesinados en Ecuador, Bolivia y Chile, por tropas entrenadas en asegurar tal valoración del derecho; son sólo la confirmación de que la burguesía no se anda con remilgos a la hora de defender los privilegios que heredaron de la aristocracia, conformados en las antigüedades patricias y consagrados por los sacerdotes y guerreros de siempre.
Cuando la cancillería española se niega a entregar al que le prendió fuego al chavista, y la OEA declara oficialmente que Evo cometió fraude para perpetuarse en el poder, cuando la organización mundial de los derechos humanos, y toda Europa, guarda silencio pero continúan bloqueando a Venezuela; lo que se muestra es la tiña de las cartas que legalizan sus procederes, las medallas de papel metalizado que portan, los velos púdicos con que cubren sus carcomidas instituciones, y las palabras elusivas que salen de sus marchitas bocas. No hay duda sobre lo que está confrontado en el mundo, ni hay inocencia en las razones que esgrime cada quien.
Con esa impostura que pretende, para hacer política, sacar el análisis histórico fuera de sus fronteras científicas, se ha sostenido durante milenios la máxima de que hay que obedecer al rico en vez de pretender mandar sobre la pobreza… Claro está, han contado con el apoyo del incienso, la espada y el fusil para convertir el principio de autoridad y de propiedad individual en el fundamento principal del derecho.
El chavista negro convertido en espeluznante llamarada por una banda de “ciudadanos” irritados por la frescura de la chusma venezolana, la alcaldesa indígena boliviana puesta de rodillas con la cabeza rapada y bañada en pintura roja, por el enojo armado de garrote y bíblia, y las cinco docenas de asesinados en Ecuador, Bolivia y Chile, por tropas entrenadas en asegurar tal valoración del derecho; son sólo la confirmación de que la burguesía no se anda con remilgos a la hora de defender los privilegios que heredaron de la aristocracia, conformados en las antigüedades patricias y consagrados por los sacerdotes y guerreros de siempre.
Cuando la cancillería española se niega a entregar al que le prendió fuego al chavista, y la OEA declara oficialmente que Evo cometió fraude para perpetuarse en el poder, cuando la organización mundial de los derechos humanos, y toda Europa, guarda silencio pero continúan bloqueando a Venezuela; lo que se muestra es la tiña de las cartas que legalizan sus procederes, las medallas de papel metalizado que portan, los velos púdicos con que cubren sus carcomidas instituciones, y las palabras elusivas que salen de sus marchitas bocas. No hay duda sobre lo que está confrontado en el mundo, ni hay inocencia en las razones que esgrime cada quien.
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