Pemex, la torre que se autoatentó
Escrito por Jenaro Villamil Fuente >Homozapping
Como
un mal chiste escribí en Twitter, a unos días del siniestro en el
edificio B del Complejo Administrativo de Pemex, lo siguiente:
“Ante las versiones contradictorias, sólo falta que nos digan que la Torre de Pemex se autoatentó, como la niña Paulette”.
A una semana de la tragedia que ha provocado la muerte de 37 personas y ha dejado decenas de heridos, las explicaciones de las autoridades ministeriales
apuntan precisamente a este escenario. Un accidente no provocado
intencionalmente por alguien sino derivado de una falla estructural que
generó un problema de “acumulación de gases”.
Ignoro si
edificios de las dimensiones del Complejo Administrativo de Pemex pueden
tener problemas gástricos o de este tipo de acumulaciones, pero más
allá de si fue un accidente provocado o un problema en las estructuras
del edificio, la falta de claridad ha despertado más suspicacias y falta de credibilidad frente al siniestro.
El subprocurador Alfredo Castillo
Cervantes, quien alcanzó notoriedad nacional en el caso de la niña
Paulette, ha vuelto a escena para reforzar las versiones de su jefe el
procurador Jesús Murillo Karam.
Cervantes Castillo, experto en los giros
de 180 grados en las investigaciones ministeriales del Estado de
México, informó que la PGR investiga si fue un acto de negligencia o un
descuido lo que propició la acumulación de gases en el sótano del
edificio B-2.
“Hay que ver si existió incumplimiento
de acciones de mantenimiento y ello generó esta situación, pero ni vamos
a hacer cacería de brujas ni dejar paso a la impunidad”, aseguró
Castillo Cervantes en entrevista con La Jornada, publicada este 6 de febrero.
Castillo Cervantes sintetizó así varias hipótesis de la investigación del Ministerio Público:
-El encendido de un foco en el área en
la cual se daría mantenimiento a cuatro pilotes que soportan el
inmueble, lo que generó la combustión del gas metano que se había
acumulado. El combustible se habría acumulado por la presencia de agua y
basura en una zona a la cual no se daba mantenimiento desde julio de
2012.
-El gas pudo generarse “porque, hasta
los años 70, en el sitio existía un depósito de combustible de la
empresa Huasteca Petroleum”.
-Tuberías de gas natural que abastecen
del hidrocarburo para calefacción del Centro de Administración de Pemex
podrían haber “filtrado” su contenido en esta zona, sin que “nadie se
diera cuenta”.
En las tres hipótesis, Castillo
Cervantes nos indica que estamos ante el descuido extremo de un complejo
de edificios que alberga a más de 10 mil trabajadores, donde se
encuentran las áreas de dirección y administración de la empresa
petrolera más importante de América Latina –y con mucho la más
importante del país- y que las áreas responsables de la seguridad del
inmueble, donde participan ingenieros de primer nivel, simplemente “no
se dieron cuenta” de lo que estaba pasando.
Desastre comunicacional
Cuando la tragedia es acompañada de
versiones discordantes el desastre es doble. Estamos no sólo ante uno de
los siniestros más graves en las instalaciones administrativas de Pemex
sino ante una crisis en términos de comunicación política y
credibilidad por los mensajes oficiales que se han generado desde el 31
de enero a la fecha.
Por mala suerte o mal tino, el mismo día de la tragedia, el director corporativo de Operaciones de Pemex, Carlos Murrieta, presumió que la paraestatal había logrado reducir “el índice de accidentabilidad” en los últimos años.
“Es un logro para Pemex mantener los
indicadores de seguridad por debajo del estándar internacional”, tuiteó
la cuenta corporativa de Pemex. Nunca explicaron si estar “por debajo”
del estándar internacional en seguridad era un logro o un error.
El mismo día, la cuenta oficial de Pemex
fue la primera en afirmar que el incidente pudo ser ocasionado “por una
falla en el suministro de energía eléctrica”.
En esos minutos trágicos, alrededor de
las 20:00 horas, fuentes no identificadas de Pemex revelaron a algunos
medios que el origen del siniestro pudo ser una falla en el sistema de
aire acondicionado.
A las 20:50 horas del viernes 1 de
febrero, la cuenta oficial de Pemex calificó de “infundadas” las
versiones sobre las causas de la explosión, incluyendo las de la falla
en el sistema de aire acondicionado –que ellos mismos circularon-, la
presencia de una bomba o algún otro atentado.
El impasse del fin de semana terminó con la tristemente memorable conferencia de prensa encabezada por el procurador general Jesús Murillo Karam el lunes 4 de febrero.
El mal chiste
sobre la caja de cosméticos bien puede ser objeto de estudio freudiano,
pero no una forma eficaz de desmentir las versiones sobre algún tipo de
maletín con explosivos.
En esa conferencia, Murillo Karam
insistió que el origen del accidente fue una “acumulación de gases”. “La
explosión fue por gas acumulable. Averiguar si alguien puede acumularlo
o si sucedió de alguna otra forma o se accidentó es tarea de una
investigación que vamos a hacer”, sintetizó Murillo Karam.
Antes de la conferencia nocturna, la
misma cuenta institucional de Pemex emitió un mensaje en Twitter
señalando que “no hay presencia de gas” en el complejo de edificios del
CAP.
El equívoco fue mayúsculo y se ventiló
en las redes sociales. En mensajes directos la cuenta @Pemex trató de
arreglar la confusión así:
“No hay contradicción. Mencionamos las
condiciones de seguridad para reiniciar labores. Entre otras que
actualmente ya no hay presencia de gas”.
Y este miércoles 6, al mediodía, una ola
de pánico se generó cuando tuvieron que desalojar los edificios A, C y D
del complejo administrativo de Pemex, en el primer día de reinicio de
labores por una alerta.
La explicación fue que se trató de una acción preventiva ante un mal olor proveniente de comida en estado de putrefacción.
Inevitablemente, parece que la Torre de
Pemex más que un problema de acumulación de gases tiene un grave
deterioro de comunicación en momentos de crisis.
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