Tragedia en Pemex: Mucho ayuda el que no estorba
No
solamente Peña, sino todos los presidentes en turno, hasta parecen
agradecer que haya tragedias que les permitan lucirse con sus
declaraciones y actos de presencia en el lugar de los hechos. Aunque en
el terremoto de 1985 Miguel de la Madrid, muerto de miedo, se mantuvo encerrado a piedra y lodo
(lo cual permitió hacer acto de presencia y andar entre los escombros y
ruinas que dejó el sismo al entonces jefe del departamento del Distrito
Federal, Manuel Camacho, priísta, hasta que su amigo del alma Salinas lo descartó para la sucesión).
Díaz
Ordaz, que causó la matanza en 1968 contra los estudiantes –repetida
por Peña el 1 de diciembre pasado–, cuentan que anduvo en los
alrededores de Tlatelolco después de la balacera militar. Salinas no se
reponía del susto cuando estalló la rebelión zapatista. Pero después se
convirtió en enojo porque le estaban echando a perder su firma del
Tratado de Libre Comercio, y que también provocó que Colosio se
radicalizara poniéndose en la mira del salinismo para
eliminarlo de la candidatura presidencial, y que Salinas y Córdoba
impusieran al sanguinario de Acteal: Ernesto Zedillo.
En la reciente explosión ocurrida en
una oficina de Petróleos Mexicanos (Pemex), en un principio, Peña
solicitaba que no se especulara sobre el origen del siniestro ocurrido;
pero a las pocas horas, con su procurador Murillo Karam y el
chino-hidalguense Osorio Chong, soltaban que entre las
hipótesis estaba la posibilidad de un atentado, sin esperar el resultado
de la investigación que apenas iniciaban los especialistas.
Miguel Mancera, Osorio Chong, Murillo
Karam y al otro día Peña, sin el menor conocimiento técnico ni
policiaco, ordenaban para que la televisión y los fotógrafos captaran su
presencia para que la opinión pública supiera que estaban ocupados y
dolidos del drama; mientras los “cordones” militares y policiacos
mantuvieron a raya a los familiares sin darles información.
Peña dio a conocer el “descubrimiento de un cadáver” más como para
llevarse la primicia. Fue para los peñistas y Mancera (ya también
peñista), una especie de exhibicionismo. Todos estorbaban a los que sí
se dedicaban a las tareas de rescate, usando como aparador el desastre.
Nada tenían que hacer, pero aprovecharon la oportunidad de lucirse.
El sótano donde está la maquinaria para
dar servicios a la torre de Pemex, y cuyo edificio albergaba
documentación importante (que se puede reponer), no recibía
mantenimiento, no obstante la solicitud hecha desde al menos 8 años.
Sólo se le mantenía con una manita de gato. Y tan es así que
ahí murieron cuatro empleados de una empresa para tales efectos.
Esperamos saber a ciencia cierta las causas del mortal suceso. A primera
vista de la información y antecedentes, todo indica que hubo
negligencia en el mantenimiento, y que los directores nombrados por Fox y
Calderón hicieron caso omiso. Si Peña no quiere seguir siendo tapadera
de Calderón, debe ordenar a la Procuraduría General de la República que
finque responsabilidades. De lo contrario, cargará con la tragedia y la
responsabilidad penal y civil que manchará con la sangre de los que fallecieron a ese peñismo que no aprende aquello de que más ayuda el que no estorba.
*Periodista
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