¿Transparencia putrefacta?
Leo Zuckermann
Federico Reyes Heroles propone el nacimiento de “un
nuevo IFAI” con un “nuevo diseño” que lo blinde “contra la perversión”.
11/02/2013 00:05
Hay que reconocer que hoy las instituciones públicas son más transparentes que durante las épocas del autoritarismo del siglo pasado. Hoy los ciudadanos sabemos mucho más de nuestro gobierno. Antes hasta los organigramas de las dependencias eran material clasificado; ni se diga las percepciones de los funcionarios. Gracias a muchos ciudadanos que lucharon por abrir esta información (incluyendo a Reyes Heroles y al llamado “Grupo Oaxaca” en el que participaron periodistas como Roberto Rock y Jenaro Villamil, además de académicos como Salvador Nava y Jorge Islas), el entonces gobierno del presidente Fox promovió y logró la aprobación de una inédita Ley de Transparencia. Fue uno de los grandes logros del primer sexenio panista.
Fue entonces que se crearon las unidades de transparencia en cada una de las dependencias federales para hacer cumplir la nueva ley. Además se fundó el IFAI con la misión de “garantizar el acceso a la información pública gubernamental, la protección de la información personal y la promoción de la cultura de transparencia y rendición de cuentas”.
Con la nueva ley, un ciudadano podía pedir información a una dependencia federal incluso de manera anónima. Si se la negaban, podía recurrir al IFAI para que éste ordenara su publicación. En otros países, como Estados Unidos, dichas solicitudes se hacen a través de un juez. Pero en México, como el Poder Judicial tiene múltiples problemas, se decidió crear un nuevo organismo dedicado a eso.
La nueva ley y el IFAI permitieron una primera apertura a la información gubernamental. Los estados siguieron el ejemplo de la Federación, sacaron sus propias leyes y establecieron sus institutos de transparencia estatal. Todo iba viento en popa. Pero, como suele suceder en estos casos, las burocracias rápidamente aprenden a darle la vuelta a este tipo de legislaciones que combaten la opacidad. Las unidades de transparencia se volvieron cada vez más lentas y engorrosas. Además, en lugar de responder con claridad, empezaron a llenar a los solicitantes de papeles inútiles.
Me consta. En alguna ocasión solicité al IFE los criterios de su Comisión de Quejas y Denuncias para censurar spots de radio y televisión. Yo esperaba una hoja con unos diez criterios bien definidos. A mi oficina llegó, en cambio, una caja llena de libros y documentos. Venía desde la Constitución hasta resoluciones del Tribunal Electoral, pasando por el Cofipe y todo tipo de reglamentos del IFE. En una carta me explicaban que ahí, en toda esa maraña legislativa y judicial, se encontraban todos los criterios que utilizaba la comisión para censurar spots.
A eso hay que sumar el deterioro que ha sufrido el IFAI estos años. Como bien apunta Reyes Heroles, hay un problema de “mal diseño” institucional: “a Calderón le tocó en suerte proponer a cuatro de los cinco comisionados” y con ello “pervirtió la coyuntura”. El Senado hizo mal en aprobar estos nombramientos. Para acabarla de amolar, los cinco comisionados están hoy peleados a muerte, lo cual se evidenció en la reciente elección de su presidente. Como cereza en el pastel, la comisionada Sigrid Arzt pudo haber abusado de su cargo requiriendo información de sus colegas comisionados y de analistas críticos del gobierno de Calderón.
¿Cuál es la solución? Reyes Heroles propone el nacimiento de “un nuevo IFAI” con un “nuevo diseño” que lo blinde “contra la perversión”. Tiene razón. Pero yo voy más allá. Creo que se necesita una versión 2.0 de la Ley de Transparencia con un instituto autónomo y nacional, con los dientes necesarios para abrir la información de los tres poderes en los tres niveles de gobierno, en particular de los estados y municipios, donde impera la opacidad, y de todos los organismos financiados por los contribuyentes.
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