Slim y Azcárraga… El miedo no anda en burro
Para comprender mejor el golpe de la “razón de Estado”, hay que asomarse a las páginas de La idea de la razón de Estado en la edad moderna (Friedrich Meinecke, ediciones Estudios Constitucionales, Madrid, España, 1985) y a las de El príncipe y Las décadas de Tito Livio de Nicolás Maquiavelo, donde establece que “La razón de Estado […] encubre la imposición de todo el complejo de postulados políticos favorables al príncipe y sus secuaces”, para lograr sus fines contra todos los obstáculos que se le presenten. Así que la razón de Estado para deshacerse de la corrupta cacica del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Elba Esther Gordillo, le ha servido al peñismo, y sobre todo al mexiquense, para aquello de te lo dije a ti, Elba, para que lo entiendan… Azcárraga, Slim, Salinas Pliego y todos los que quieran retar al poder presidencial del viejo-nuevo Partido Revolucionario Institucional, que comanda Peña como jefe de Estado, jefe de gobierno y jefe nato de las Fuerzas Armadas; jefe de su Partido, jefe de la política económica y jefe de los poderes estatales y municipales hasta donde alcancen los poderes federales, constitucionales y metaconstitucionales.
El
Grupo de Atlacomulco fue fundado por el carrancista Isidro Fabela, de
ahí salieron Hank González y toda la camada del grupo mexiquense con su
López Mateos, a partir del cual no han faltado tiradores a la
Presidencia de la República como el mismísimo Chuayffet que, muy
defensor de los periodistas, cuando estuvo en la Secretaría de
Gobernación, no movió un dedo para impedir que este columnista fuera
golpeado a las puertas del edificio de sus oficinas, y al que había
citado para reclamarle sus críticas. Este grupo empolló a Peña que, tras
lo que fue una estrategia de 6 años como gobernador, saltó como sucesor
de Calderón (con todas las mañas electoreras que culminaron en más que
la sospecha del apoyo de Televisa, Monex, Soriana, el Instituto Federal
Electoral, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el
Partido Acción Nacional, etcétera). Y es que con su tercera o cuarta
reforma, Peña puso a Slim y sus 74 mil millones de dólares con sus
monopolios telefónicos, un poco a Azcárraga, y otro tanto a Salinas
Pliego, en la alternativa de ceder su aportación de telecomunicaciones o
retar al presidencialismo neobregonista y neocallista.
Es el presidencialismo de mano dura
(como en la fotografía oficial de Peña: con una mano abierta y la otra
con el puño), como si fuera verdad que el reformismo es diferente al
neoliberalismo económico. Slim y Azcárraga, cada uno a su manera, dieron
la bienvenida a la propuesta peñista: cedieron. Y es que tras el elbazo
no quieren medir fuerzas, pues tienen larguísima cola como para
exponerse. Mejor que les quiten un pelo y repartirse el pastel ofrecido.
A Slim en televisión y Azcárraga en telefonía. Y hacer como que sus
monopolios cambian, “de tal manera que todo siga igual”. Hasta podrán
invertir en Petróleos Mexicanos cuando se anuncie la entrada de capital
privado, para consumar la contraexpropiación de 1938. Ambos prefirieron
transar. Acomodarse a los nuevos tiempos de viejas mañas. Elba está a la
espera de su nuevo domicilio en la cárcel para pagar su insolencia.
*Periodista
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