Noruega conmemora la masacre del siglo
Foto: EPA
La explosión de una bomba en Oslo, y la
masacre a tiros en la isla de Utoya. El nacionalista noruego Anders
Breivik ejecutó, aquel 22 de junio de 2011, el acto terrorista doble más
horrible en la historia del país más apacible de Europa. Primero
estalló una bomba cerca a la sede del gobierno de Oslo, como
consecuencia de lo que perecieron ocho personas. Seguidamente, el
asesino se dirigió al campamento juvenil de verano en la isla de Utoya,
donde a sangre fría truncó a balazos la vida de sesenta y ocho
personas.
Un tribunal impuso a Breivik la sentencia
máxima, según las leyes noruegas, por sesenta y siete asesinados y más
de trescientos heridos: veintiún años de cárcel.
Breivik
expuso las razones de la carnicería en un manifiesto publicado en la
víspera de aquello. La quintaesencia de las ideas del esperpento está en
los inmigrantes, que aprovechando los bienes de la civilización
occidental, despliegan una “djihad inherente”, empeñándose en instaurar
el poder del Islam en Europa. A juzgar por lo que se dedica Breivik en
su cámara de tres habitaciones, que comprende dormitorio, oficina y sala
de entrenamientos, en un edificio aparte, tiene perfectamente
garantizada la prórroga de la pena. El asesino desarrolla las ideas de
su manifiesto y escribe su autobiografía. Las principales tesis de su
mamotreto son el retorno de Europa al monoculturalismo y la expulsión de
todos los inmigrantes del Viejo Mundo. Algo parecido a Mein Kampf, peor
en versión noruega.
Para la mayoría de los habitantes
de Noruefa y de otros países de Europa, Breivik es un maníaco y un
asesino. Lo que no significa que, una parte de esa mayoría no comparta
sus ideas. No son pocos los que piesan como Breivik.
Obviamente,
la situación de intolerancia racial existente en Europa no comenzó con
Breivik. Su formación comenzó no hace dos ni cinco años, afirma la
profesora Elena Ponomariova, del Instituto de Moscú de Relaciones
Internacionales. La culpa hay que buscarla en el deterioro de los
valores europeos tradicionales y en la renuencia de los inmigrantes a
adaptarse a las tradiciones y costumbres de Europa. Todo esto, sumado,
ha generado el crecimiento de la agresividad social y las anomalías en
la sicología de la sociedad, afirma la pedagoga:
–Breivik
ha sido tan solo la manifestación de aquellos problemas que han venido
acumulándose en la sociedad en los últimos veinte años. Pero, lo más
terrible es que la juventud no ve un futuro. Ni en Alemania ni en
Francia ni en Gran Bretaña. Esos jóvenes crean justamente las
organizaciones ultraderechistas, radicales y neonazis. Ellos desean ver
un cierto proyecto social nuevo. Y, al no encontrarlo, se incorporan en
aventuras radicales.
En Europa, sobre todo en
Francia, donde en los últimos tiempos ha crecido el malestar de los
habitantes del país por la conducta de los inmigrantes, se crean tanto
grupos aislados como movimientos, cuyos miembros se denominan “Hermanos
de Anders”. La conquista de parlamentos por candidatos nacionalistas es
propio de la Europa de poscrisis. Los partidos nacionalistas han
remontado la barrera del 5 % en Suecia, Bulgaria e Italia. Del 10 %, en
Holanda, Hungría, Dinamarca y Lituania, mientras que en Finlandia se
acercó de lleno al 20 %. En Noruega, los nacionalistas controlan cerca
del 23 % de los curules.
El asunto de la integración de
los inmigrantes en la cultura y la civilización europea es bastante
complicado, como para proponer recetas instantáneas. Los musulmanes son
ya una realidad en Europa y habrá que resolver el problema de alguna
manera, señalaba Alexéi Kuznetzov, analista del Instituto de Economía
Mundial y de Relaciones Internacionales:
–Por
cierto que es necesario trabajar en la integración de las comunidades
musulmanas en la sociedad europea. Sin embargo, bueno sería tomar en
cuenta que, es imposible imponer a los musulmanes los seudoeuropeos. Por
ejemplo, la autorización de los matrimonios entre homosexuales es ajena
a los valores tradicionales europeos. De ahí que, resulta una locura
exigir a musulmanes, que llegan a Europa desde aldeas, observar esos
valores seudoeuropeos.
En Oslo, en el malecón,
desde donde parte el trasbordador hasta la isla de Utoya, habló en la
ceremonia fúnebre el primer ministro del país Jens Stoltenberg. En
tanto, la isla misma está sumida en la vida normal de verano. Hace dos
semanas volvió a ser abierto el campamento juvenil del gobernante
Partido del Trabajo de Noruega. Y en Oslo, la semana pasada fue
convocado un concurso internacional para los mejores monumentos a las
víctimas de los actos terroristas en la capital y, en la isla de Utoya.
El gobierno ha asignado para esa obra diecisiete millones de coronas, o
un poco más de dos millones de euros.
sb/kg/er
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