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Los
tres prisioneros fallecidos —Salah Ahmed Al-Salami, Mani Shaman
Al-Utaybi, and Yasser Talal Al-Zahrani— participaban activamente en las
huelgas de hambre y estaban entre los líderes de las protestas por un
tratamiento más humano para los detenidos en Guantánamo durante años.
Las huelgas de hambre, indica Hickman, son el único remedio contra las interrogaciones, ya que los médicos de la prisión las prohíben si el detenido declara una huelga. “En 2006, en Guantánamo se realizaban hasta 200 interrogaciones cada semana”, y las huelgas de hambre generales “presentaban una amenaza para el proceso de adquisición de datos por la inteligencia”, según el exguardia.
La noche del descubrimiento de los fallecidos, el sargento Hickman estuvo en cargo de los 15 guardias que vigilaron toda la prisión desde las 15 torres. Según el exoficial, nadie de sus subordinados vio ningún intento de suicidio en el Campo Uno. Él mismo vio una furgoneta con 3 detenidos salir del Campo Uno hacia el centro clandestino de la CIA en el territorio de Guantánamo.
“Era imposible que aquellos hombres se hubiesen suicidado en sus celdas de la manera que el Gobierno lo presentó”, asegura el ex oficial de seguridad.
“Muchos de los guardias me agradecieron —por haber publicado el libro—, ya que ellos también querían denunciar los horrores de Guantánamo”, indica Hickman, quien continúa publicando sobre la infame prisión, a veces en colaboración con exagentes de los servicios secretos estadounidenses.
Las huelgas de hambre, indica Hickman, son el único remedio contra las interrogaciones, ya que los médicos de la prisión las prohíben si el detenido declara una huelga. “En 2006, en Guantánamo se realizaban hasta 200 interrogaciones cada semana”, y las huelgas de hambre generales “presentaban una amenaza para el proceso de adquisición de datos por la inteligencia”, según el exguardia.
La noche del descubrimiento de los fallecidos, el sargento Hickman estuvo en cargo de los 15 guardias que vigilaron toda la prisión desde las 15 torres. Según el exoficial, nadie de sus subordinados vio ningún intento de suicidio en el Campo Uno. Él mismo vio una furgoneta con 3 detenidos salir del Campo Uno hacia el centro clandestino de la CIA en el territorio de Guantánamo.
“Era imposible que aquellos hombres se hubiesen suicidado en sus celdas de la manera que el Gobierno lo presentó”, asegura el ex oficial de seguridad.
Joseph
Hickman planteó sus observaciones ante el Departamento de Justicia,
pero no accedieron a conducir una investigación apropiada. “Ni el
Servicio de Investigación Criminal Naval, ni el Departamento de Justicia
hablaron con los guardias. Deberían ser los primeros con quién hablar,
pero nadie los interrogó”, subraya el sargento. Además, el exvigilante
cuenta de una nota interna de Guantánamo que indica que la investigación
demoró seis días —en vez de los dos años que declararon públicamente.
La
experiencia de aquella noche conmovió a Hickman y a algunos de sus
subordinados. Posteriormente, tras abandonar Guantánamo en 2010, el
excentinela buscó atraer la atención hacia este caso y otros casos de
muertes sospechosas en Guantánamo, escribiendo un libro “El asesinato en
Campo Delta” (“Murder at Camp Delta” en inglés).“Muchos de los guardias me agradecieron —por haber publicado el libro—, ya que ellos también querían denunciar los horrores de Guantánamo”, indica Hickman, quien continúa publicando sobre la infame prisión, a veces en colaboración con exagentes de los servicios secretos estadounidenses.
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