Occidente,
Turquía, Arabia Saudí, Irán… no quieren que el experimento de Rojava
tenga éxito, porque sacudiría todos los valores en los que se cimienta
la sociedad internacional actual.
Kurdistán
es un territorio reclamado por el pueblo kurdo y que abarca zonas de
Turquía, Siria, Irak e Irán. Rojava se sitúa entre el norte y el noreste
de Siria. El pueblo kurdo es considerado el grupo étnico más grande de
Oriente Medio, con cerca de 30 millones de personas, e históricamente ha
sido sometido a persecuciones y genocidios. Hace un siglo tuvo lugar el
acuerdo de Sykes-Picot en el contexto de la Primera Guerra Mundial,
momento histórico en el que los kurdos reivindican un Estado propio. En
agosto de 1920 se firma el tratado de paz de Sèvres entre el Imperio
Otomano y las potencias aliadas, que acordaba un territorio político
para la construcción de Kurdistán. Sin embargo, a finales de julio de
1923 se firman los acuerdos de Lausana que establecen las fronteras de
la Turquía moderna y el anhelo kurdo quedó en papel mojado.
En el
marco de la Guerra Civil Siria, conflicto bélico que estalló en marzo de
2011, la región se declara como autónoma e independiente de facto en la
revolución de noviembre de 2013. En enero de 2014 aprueban y ponen en
funcionamiento el “contrato social”, un término no estatista usado en
lugar de “constitución”. Habitada por una mayoría kurda, Rojava decidió
oponerse tanto a Bashar al Assad como a la oposición siria, creando su
particular utopía donde anarquismo, ecologismo y feminismo conviven al
servicio de la revolución. Se organizan mediante asambleas basadas en el
confederalismo democrático, concepto acuñado y desarrollado por
Abdullah Öcalan, líder kurdo y presidente del Partido de los
Trabajadores de Kurdistán (PKK). Es una organización civil basada, como
decíamos, en la democracia directa, con inclusión religiosa y étnica,
ecologismo y feminismo; estos factores se combinan con el objetivo de
lograr una sociedad justa y en paz.
Un grupo de niños tras cantar el himno de Rojava en una escuela de Qamishli (Rojava). John Moore / Getty, vía slate.com
El confederalismo democrático bebe de fuentes políticas,
filosóficas y antropológicas muy diversas. En primer lugar, es
importante remarcar que las bases están sustentadas desde abajo. Tal y
cómo explica David Graeber, antropólogo y anarquista estadounidense que
conoce la realidad de primera mano, las fuerzas de seguridad son
responsables ante las estructuras de abajo a arriba y no ante las de
arriba a abajo debido a que así lo establecen las instituciones de
democracia directa como el TEV-DEM (Movimiento de la Sociedad
Democrática). Es una estructura no jerárquica, basada en la
horizontalidad. De este modo, las asambleas y los consejos son el medio
reconocido para la construcción de su proyecto político. Así tenemos
asambleas callejeras, barriales y de las ciudades, que responden a una
asamblea general democrática. La idea es lograr una matriz política a
través de comunas, con el objetivo de que el pueblo tenga poder de
decisión y pueda participar en las decisiones políticas, económicas y
sociales de forma eficaz. El nivel político que le sigue son los
consejos, hasta llegar al Consejo Popular de Rojava. Las comunidades se
forman acorde a los distintos ámbitos de la vida política y las Unidades
de Protección Popular Kurda (YPG) son el brazo armado oficial del
Comité Supremo Kurdo, cuyas milicias defienden el territorio reclamado
por ellos. Este hecho es fundamental porque al ser un territorio no
reconocido por la comunidad internacional ni por sus países vecinos
tienen que defenderse de aquellos que quieren volver a hacerse con el
control de Kurdistán. Nueva política, multiculturalismo y feminismo, claves de la nueva sociedad
La
forma de organización política kurda ancla también sus raíces en la
filosofía y las ideas de Murray Bookchin, fundador de la ecología social
o anarquismo verde. Bookchin fue un historiador, profesor universitario
e investigador estadounidense. Es un modelo descentralizado y localista
que propone la construcción de una sociedad ecológica, basada en el
desarrollo sostenible entre la biotecnología, la tecnología adecuada, la
arquitectura sustentable y una economía cooperativa. Luchan por la
autosuficiencia, en parte, porque no les queda otro remedio. Rojava vive
bajo un bloqueo económico y no puede ni exportar ni importar a su
vecino más próximo, Turquía, a quien le gustaría terminar con el
proyecto kurdo. De hecho, en estos mismos momentos Turquía está
masacrando al pueblo kurdo de forma deliberada, sin que se produzca
respuesta alguna por parte de la ONU y de la comunidad internacional.
En
esta Rojava revolucionaria hay cabida para todas las culturas,
religiones y lenguas. Aunque la mayoría de sus habitantes son kurdos,
hay un número importante de árabes, asirios, chechenos, armenios… y en
sus puntos clave están tanto la separación del estado (aunque no hay un
Estado como tal) y la religión, como el reconocimiento de todos los
idiomas y todas las religiones, la igualdad de oportunidades y la no
discriminación. Las minorías no kurdas tienen además sus propias
instituciones. De hecho, en esas asambleas populares, multiculturales y
multireligiosas en las que se toman las decisiones, los tres máximos
funcionarios de cada municipalidad deben ser un árabe, un kurdo y un
cristiano, y al menos uno de los tres debe ser una mujer.
Combatientes de las milicias del YPJ en un campo militar en enero de 2015. Rodi Said/Reuters, vía blogs.reuters.com
Ese aspecto, el de la mujer, es el epicentro de esta nueva
sociedad. “La revolución en Rojava es una revolución de la mujer”,
afirma Melike Yasar, representante del Movimiento Internacional de
Mujeres Kurdas, en un reportaje del medio Resumen Latinoamericano. Y es
verdad; el empoderamiento de la mujer es un objetivo clave. No se trata
de algo que vaya paralelo a la revolución, sino que constituye la
revolución. En Rojava, como afirma Daniel Graeber, van más allá y creen
honestamente en unos valores feministas que en Occidente no pasan de ser
teóricos. Y los traducen a hechos.
Algunas de las “leyes”
fundamentales de esta nueva comunidad son claras en ese sentido. Se
prohíbe el matrimonio antes de los 18, la circuncisión femenina y la
poligamia, y se establece la igualdad entre el hombre y la mujer; todas
ellas medidas para combatir el patriarcado existente tanto en la
sociedad oriental como, de forma más velada y no por ello menos
peligrosa, en Occidente. En Rojava, en las asambleas de toma de
decisiones, en la política, en la vida militar, la mujer tiene un papel
imprescindible. “Las mujeres son a esta revolución lo que el
proletariado fue a las revoluciones marxistas-leninistas del siglo
pasado”, señala la autora Janet Biehl en un reportaje para Roar
Magazine. Milicianos formados
Las milicias
reciben formación política y feminista y la educación juega un papel
clave. Como señala Melike Yasar, todas esas mujeres que llevan un arma
entre sus manos también llevan un lápiz. La cultura y el empoderamiento
femenino, impulsado también por los hombres por supuesto, va parejo a la
acción militar. La milicia Estrella YJA (Unión de Mujeres Libres) reúne
a todas esas mujeres que suponen una dura resistencia al terrorismo del
ISIS, resistencia militar e ideológica. En este sentido, muchos
autores, entre ellos el propio Graeber, establecen un paralelismo entre
estas milicias y las Brigadas Internacionales españolas. Sin embargo,
apenas un 10% de las mujeres de Rojava combaten al ISIS; el resto se
dedica a la construcción política y de esa nueva sociedad experimental.
Los
kurdos (y las minorías que viven con ellos) se han dado cuenta, en
palabras de Graeber, de que la verdadera revolución y la construcción de
un nuevo modelo de sociedad pasa por la liberación de la mujer: “Uno no
puede deshacerse del capitalismo sin eliminar el Estado, uno no puede
librarse del Estado sin librarse del patriarcado”. Sin embargo, a la vez
que es el epicentro de la revolución, la liberación de la mujer también
es su problema más complicado, ya que algunas comunidades árabes
sienten que eso viola algunos de sus principios religiosos. Sin embargo,
para las instituciones de democracia directa de Rojava (el TEV-DEM) es
un paso ineludible para el auténtico cambio.
Milicianos
de la Acción Anarquista Revolucionaria (DAF, por sus siglas en turco)
se preparan para combatir al ISIS en el frente de Kobane. Vía
crimethinc.com.
Kobane no tiene valor estratégico para el ISIS, sino un
valor propagandístico. Para ellos es importante la propaganda de la
victoria. El ISIS lucha no contra los kurdos, sino para destruir este
nuevo sistema. Ser derrotados por una sociedad feminista, multicultural,
sostenible… es la mayor de las humillaciones para ellos. Por eso es un
objetivo clave para la organización terrorista. Tampoco Occidente,
Turquía, Arabia Saudí, Irán… quieren que el experimento de Rojava tenga
éxito, porque sacudiría todos los valores en los que se cimienta la
sociedad internacional actual.
| Nico Ribas (@NicoRibas91) y Alaia Rotaeche (@aL_rc) / Línea de Fuego
No hay comentarios.:
Publicar un comentario