martes, 29 de marzo de 2016

Desde 1948 hasta la actualidad silenciando a los denunciantes del ejército israelí

Desde 1948 hasta la actualidad silenciando a los denunciantes del ejército israelí



Se podría esperar que sólo a los historiadores les importe volver a revisar la guerra de 1948 que creó a Israel. Y, sin embargo, el debate sobre lo que constituye la verdad y el mito de la época sigue provocando emociones fuertes.
Mucho reside en cómo se reconstruyen los acontecimientos, sobre todo porque es necesario que disminuya el choque emocional. Una imagen más clara del pasado -que los israelíes temen y los palestinos anhelan – iluminaría poderosamente el presente. También podría influir en las soluciones que la comunidad internacional propone para el conflicto.
Por eso la desclasificación de la carta de un soldado israelí de 1948 (durante mucho tiempo enterrada por Israel) que detalla lo que probablemente fue la peor masacre en la guerra tiene una enorme importancia histórica.
Aparece cuando esta semana Moshe Yaalon, el ministro de Defensa, acusó a Rompiendo el Silencio [Breaking the Silence], una organización israelí que expone los abusos militares, de “traición” por reunir pruebas entre los actuales delatores del ejército.
La manera que Occidente tiene de entender de la guerra de 1948 – lo que los palestinos llaman su Nakba o catástrofe – está dominada por una narrativa israelí que aún perdura. Se afirma que el ejército de Israel acata un estricto código moral. Los palestinos huyeron no a causa de las acciones de Israel, sino por órdenes de los líderes árabes.
En esta versión el despojo masivo de los palestinos fue culpa del mundo árabe y la solución a los millones de refugiados de hoy recae en sus países de acogida.
Durante décadas la concesión capital de Israel a la verdad fue admitir que se llevó a cabo una matanza en las afueras de Jerusalén, en Deir Yassin.
Israel sostuvo que la atrocidad fue la excepción que confirma la regla: una milicia rebelde mató a más de 100 aldeanos, violando los códigos éticos de Israel en las caóticas semanas anteriores a la declaración de la condición de Estado.
Los palestinos siempre han sabido de otras docenas de grandes matanzas de civiles desde 1948 llevadas a cabo por el ejército israelí. Afirman que el objetivo de esa barbarie era aterrorizar a la población nativa que estaba huyendo. Esta versión hacer responsable a Israel de traer a los refugiados de regreso.
Pero la historia está escrita por el vencedor.
En las últimas décadas unos pocos estudiosos israelíes valientes han erosionado la fachada oficial. A finales de 1990 un estudiante de la Universidad de Haifa recogió testimonios de ex soldados que confirman que más de 200 palestinos habían sido masacrados en Tantura, al sur de Haifa. Cuando se hicieron públicos los resultados se le puso en la picota y se le despojó de su título.
Hace una década el historiador Ilan Pappe escribió un libro innovador, La limpieza étnica de Palestina, con el argumento de que masacres como la de Tantura se aprovecharon para expulsar a los palestinos. Él y otros señalaron los sugerentes nombres dados a las operaciones militares, como “escoba”, y las órdenes que se dieron a los soldados de “limpiar” las zonas.
Pappe ahora vive en el exilio académico en el Reino Unido.
El mayor obstáculo para cambiar la forma que tienen israelíes y occidentales de entender 1948 ha sido la falta de un rastro de papel que relacione el rol del liderazgo político con las matanzas. Israel ocultó fajos enteros de documentación precisamente para no poner en peligro el relato oficial.
Pero las cosas están cambiando lentamente.
El año pasado se acabó desvelando una mentira clave, que Israel urgiera a volver a muchos de los 750.000 refugiados palestinos de la guerra. En una carta dirigida a los líderes de Haifa poco después de que los palestinos de la ciudad fueran expulsados David Ben Gurion, el primer ministro de Israel, exigió la prohibición de cualquier retorno.
Ahora otra carta, encontrada por el historiador israelí Yair Auron y publicada la semana pasada por primera vez en inglés por el diario Haaretz, destroza la idea de un ejército de Israel ético.
Escrita por Shabbetái Kaplan, un soldado y periodista, la carta confirma las sospechas desde hace mucho tiempo de una matanza (una que empequeñece la de Deir Yassin) en Dawaymeh, cerca de Hebrón. Los soldados ejecutaron a cientos de hombres, mujeres y niños que no ofrecían resistencia.
La matanza, cerca del final de la guerra, la llevaron a cabo las tropas de élite bajo el mando de Yitzhak Sadeh, quien desarrolló la famosa doctrina de la “pureza de las armas” para el ejército israelí.
Kaplan sostiene que la matanza de Dawaymeh era parte de “un sistema de expulsión y destrucción” con un objetivo claro: “cuantos menos árabes permanezcan, mejor”.
La carta de Kaplan fue confinada los sótanos, al igual que muchos otros documentos del 1948 que los funcionarios consideraron demasiado perjudiciales.
Casi siete décadas después, en una época de 24 horas de noticias y medios de comunicación sociales, Israel todavía está tratando desesperadamente de ocultar sus episodios más oscuros acosando a los actuales delatores del ejército.
La semana pasada el gobierno de Benjamin Netanyahu emprendió una investigación sobre Rompiendo el Silencio. El domingo Netanyau calificó de “intolerable” la recolección de testimonios de los soldados e indicó que puede tratar de prohibir el grupo.
Es difícil no ver paralelismos entre los encubrimientos de 1948 y los de hoy. Las desclasificaciones de Rompiendo el silencio, especialmente las relativas a la serie de ataques a Gaza, cada uno de los cuales ha dejado cientos de civiles muertos, desmienten de manera similar las continuas afirmaciones de que el ejército se comporta de manera ética.
En su carta de 1948 Kaplan observó que los líderes políticos no habían encontrado ningún responsable de las matanzas: “La falta de acción es en sí misma incitar”.
En aquel entonces los políticos de Israel esperaban que los palestinos podían ser rápidamente aterrorizados para que abandonaran de sus tierras. Décadas más tarde, las atrocidades siguen y con el mismo fin. Sin embargo, Israel debe hacer frente a los hechos: los días en que tal brutalidad sistemática se podía mantener en secreto han llegado a su fin.
Una versión de este artículo apareció por primera vez en the National, Abu Dhabi.
Jonathan Cook obtuvo el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Sus últimos libros son “Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East” (Pluto Press) y “Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair” (Zed Books). Su sitio web es www.jkcook.net
Fuente: Jonathan Cook, Counterpunch / Rebelión (Traducido del inglés para Rebelión por J. M.)


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