Alemania se prepara para defenderse de la guerra comercial de Estados Unidos
Los medios de todo el mundo se han hecho eco de la noticia de que el
viernes durante la visita de Merkel a la Casa Blanca, Trump se negó a
estrecharle la mano delante de los fotógrafos, toda una metáfora de la
profunda crisis de las relaciones entre ambos países, que se extiende al
conjunto de la Unión Europea, e incluso a Gran Bretaña.
La rueda de prensa conjunta posterior a la entrevista no fue menos tensa, a pesar de que en ella, además de los fotógrados, estaban presentes los grandes financieros y monopolistas de ambos países. En ella Merkel se comprometió públicamente a aumentar un dos por ciento sus gastos de defensa por encima del mínimo de la OTAN. A cambio Trump se comprometió a seguir sosteniendo a la propia OTAN y a trabajar conjuntamente con Alemania en Afganistán, Irak y Siria.
La OTAN vive sus peores momentos y sus aventuras en Oriente Medio y el norte de África han fracasado, lo mismo que se ha agotado definitivamente la tutela militar y política que Estados Unidos impuso sobre Alemania en 1945.
Lo mismo cabe decir de la OMC, la Organización Mundial de Comercio, sobre la que no ha existido acuerdo ni lo habrá en el futuro. Volkswagen ha padecido una leonina sanción económica por parte de Estados Unidos y urante su camnpaña electoral Trump prometió elevar un 35 por ciento los aranceles sobre la importación de vehículos comerciales.
La semana pasada Peter Navarro, el consejero económco de Trump, dijo que el excedente comercial alemán era uno de los problemas más difíciles a los que se enfrenta la política comercial de Estados Unidos y lo mismo ha ocurrido en la cumbre de ministros de Finanzas del G20 en Baden-Baden: Steve Mnuchin, nuevo responsable del Tesoro, se negó a incluir en el comunicado final la defensa del librecambio, como ha sido tradicional.
En 2015 Alemania tuvo el mejor excedente exterior de su historia con 260.000 millones de euros, lo que supone el ocho por ciento de su producción. De ellos 54.000 millones representan el desequililbrio comercial con Estados Unidos, cuyo mercado es la mayor salida para la producción alemana: más de 100.000 millones. Hace ya muchos años que Estados Unidos es un gigante con los pies de barro, incapaz de competir en los mercados internacionales.
Queda el capítulo de las exportaciones de capital alemanas, que el año pasado superaron a las de China. El vicepresidente del grupo parlamentario socialdemócrata, Carsten Schneider, ha amenazado con controles de capitales si Trump eleva los aranceles para impedir las exportaciones alemanas.
Es el lenguaje típico de la guerra comercial que durante 80 años los imperialistas han tratado de borrar del comercio internacional. Alemania financia el déficit comercial de Estados Unidos con exportaciones de capitales. Si Estados Unidos no quiere mercancías alemanas, tampoco tendrá capitales alemanes.
La ministra alemana de Economía, Brigitte Zypries, tampoco se ha mordido la lengua, amenazando con denunciar a Estados Unidos ante la OMC: “No es la primera vez que Trump se verá delante de un tribunal”, dijo la ministra a una radio alemana.
En Alemania las declaraciones de ese calado con muy frecuentes. En la prensa los monopolistas y sus sicarios hablan de “aislar a Estados Unidos”, mencionando expresamente a Mercosur, Japón y China como aliados en la inminente guerra comercial. Nada más hablar con Trump, Merkel llamó por teléfono al presidente chino Xi Jinping, el otro campeón mundial del librecambismo.
Son muchas las potencias interesadas en “aislar” a Trump, lo que explica las movilizaciones en la calle y las enormes resistencias que está encontrando su política en el frente interior, donde también hay quien habla de “guerra” abiertamente. La prensa alemana llama a la lucha “contra Trump” personalizando en el nuevo Presidente su oposición a la política económica proteccionista que se está iniciando. “No debemos dejarnos intimidar por Trump”, propone el Reinische Post.
Alemania también necesita recurrir a la Unión Europea como paraguas frente a los ataques del otro lado del Atlántico, dicen los medios. La Unión Europea debe convertirse en un baluarte de la guerra comercial contra Estados Unidos, aunque por más aliados que sume a su ofensiva, no será suficiente. A esa ecuación le falta un elemento capital, cuya aportación fundamental no será de naturaleza económica, sino estratégica: Rusia.
La rueda de prensa conjunta posterior a la entrevista no fue menos tensa, a pesar de que en ella, además de los fotógrados, estaban presentes los grandes financieros y monopolistas de ambos países. En ella Merkel se comprometió públicamente a aumentar un dos por ciento sus gastos de defensa por encima del mínimo de la OTAN. A cambio Trump se comprometió a seguir sosteniendo a la propia OTAN y a trabajar conjuntamente con Alemania en Afganistán, Irak y Siria.
La OTAN vive sus peores momentos y sus aventuras en Oriente Medio y el norte de África han fracasado, lo mismo que se ha agotado definitivamente la tutela militar y política que Estados Unidos impuso sobre Alemania en 1945.
Lo mismo cabe decir de la OMC, la Organización Mundial de Comercio, sobre la que no ha existido acuerdo ni lo habrá en el futuro. Volkswagen ha padecido una leonina sanción económica por parte de Estados Unidos y urante su camnpaña electoral Trump prometió elevar un 35 por ciento los aranceles sobre la importación de vehículos comerciales.
La semana pasada Peter Navarro, el consejero económco de Trump, dijo que el excedente comercial alemán era uno de los problemas más difíciles a los que se enfrenta la política comercial de Estados Unidos y lo mismo ha ocurrido en la cumbre de ministros de Finanzas del G20 en Baden-Baden: Steve Mnuchin, nuevo responsable del Tesoro, se negó a incluir en el comunicado final la defensa del librecambio, como ha sido tradicional.
En 2015 Alemania tuvo el mejor excedente exterior de su historia con 260.000 millones de euros, lo que supone el ocho por ciento de su producción. De ellos 54.000 millones representan el desequililbrio comercial con Estados Unidos, cuyo mercado es la mayor salida para la producción alemana: más de 100.000 millones. Hace ya muchos años que Estados Unidos es un gigante con los pies de barro, incapaz de competir en los mercados internacionales.
Queda el capítulo de las exportaciones de capital alemanas, que el año pasado superaron a las de China. El vicepresidente del grupo parlamentario socialdemócrata, Carsten Schneider, ha amenazado con controles de capitales si Trump eleva los aranceles para impedir las exportaciones alemanas.
Es el lenguaje típico de la guerra comercial que durante 80 años los imperialistas han tratado de borrar del comercio internacional. Alemania financia el déficit comercial de Estados Unidos con exportaciones de capitales. Si Estados Unidos no quiere mercancías alemanas, tampoco tendrá capitales alemanes.
La ministra alemana de Economía, Brigitte Zypries, tampoco se ha mordido la lengua, amenazando con denunciar a Estados Unidos ante la OMC: “No es la primera vez que Trump se verá delante de un tribunal”, dijo la ministra a una radio alemana.
En Alemania las declaraciones de ese calado con muy frecuentes. En la prensa los monopolistas y sus sicarios hablan de “aislar a Estados Unidos”, mencionando expresamente a Mercosur, Japón y China como aliados en la inminente guerra comercial. Nada más hablar con Trump, Merkel llamó por teléfono al presidente chino Xi Jinping, el otro campeón mundial del librecambismo.
Son muchas las potencias interesadas en “aislar” a Trump, lo que explica las movilizaciones en la calle y las enormes resistencias que está encontrando su política en el frente interior, donde también hay quien habla de “guerra” abiertamente. La prensa alemana llama a la lucha “contra Trump” personalizando en el nuevo Presidente su oposición a la política económica proteccionista que se está iniciando. “No debemos dejarnos intimidar por Trump”, propone el Reinische Post.
Alemania también necesita recurrir a la Unión Europea como paraguas frente a los ataques del otro lado del Atlántico, dicen los medios. La Unión Europea debe convertirse en un baluarte de la guerra comercial contra Estados Unidos, aunque por más aliados que sume a su ofensiva, no será suficiente. A esa ecuación le falta un elemento capital, cuya aportación fundamental no será de naturaleza económica, sino estratégica: Rusia.
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