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Elecciones presidenciales francesas: Continuismo o ruptura en un contexto de fuerte polarización social Kaos en la red
Las encuestas en cuestión de un mes han duplicado las expectativas de Mèlenchon y reducido, relativamente, las de Le Pen.
“Europa
aguanta el aliento”, “Europa se juega su futuro” o “Europa se muerde
las uñas” son titulares comunes y poco imaginativos que en ocasiones
como la de hoy son difíciles de evitar o imaginar. Francia vota este
domingo en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en un
escenario nunca antes visto: el ocaso de los partidos tradicionales.
Marine
Le Pen y Emmanuel Macron llegan a la apertura de los colegios
electorales liderando las encuestas. Con un 22% y 23%, respectivamente,
la candidata de la extrema derecha y el ‘centrista’ aspiran a disputarse
el Elíseo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales el
próximo 7 de mayo. Algo que parecía predecible hace unas semanas pero
que diversos factores han puesto en entredicho.
La volatilidad temática en el debate político, el posible voto oculto hacia el conservador François Fillon (21%) y la brillante campaña llevada a cabo por el líder izquierdista Jean-Luc Mèlenchon (18%), entre otras cosas, han situado a Francia en el empate técnico entre el continuismo y la ruptura.
Europa, la crisis social y económica, la inmigración o el terrorismo son los cuatro grandes temas sobre los que se ha vertebrado una campaña electoral que, aún así, no ha contado con un denominador común individual. Los debates se han ido sucediendo con la misma volatilidad que las encuestas, que en cuestión de un mes han duplicado las expectativas de Mèlenchon y reducido, relativamente, las de Le Pen.
Una de las grandes incógnitas de la jornada que acaba de arrancar es saber hacia que lado se decantan los indecisos. Según las encuestas, este colectivo representa en estos momentos el 26% de los franceses. Por tanto, su decisión se antoja determinante para decidir qué dos candidatos se presentan a la segunda vuelta.
Lo que sí se puede confirmar a estas horas es que el bipartidismo mantenido durante décadas por el Partido Socialista y el partido conservador (Los Republicanos) se ha terminado. Si bien es cierto que en el 2002, el padre de la candidata del Frente Nacional, Jean Marie Le Pen accedió a la segunda vuelta (que perdió ante Jaques Chirac), la realidad es que socialistas y conservadores jamás han recibido tan poco apoyo como este año. Entre los dos, según las encuestas, no alcanzan el 30%.
En cualquier caso, la situación de ambos partidos no guarda mucha relación. En el lado conservador, Fillon mantiene ciertas opciones de acabar este domingo entre los dos candidatos más votados. En el lado socialista, por el contrario, la situación es dramática. Un 8% en las encuestas, y bajando.
El candidato socialista, Benoit Hamôn, lidera un partido donde la desbandada no ha sido obra solo de los electores, que se debaten entre Macron y Mèlenchon. La rama más conservadora de los políticos socialistas también ha ‘huido’ y se ha posicionado a favor de Emmanuel Macron, antiguo miembro del partido y representante de esa ‘tercera vía’ liberal que dice ser “de izquierdas y de derechas”.
Las elecciones francesas constatan el cambio de paradigma comenzado hace años en Grecia. La pérdida de sensibilidad y la derrota de las políticas llevadas a cabo por los partidos tradicionales derivan en una elecciones multipolares de respuesta imprevisible.
Continuismo (Macron y Fillon) frente a la ruptura (Le Pen y Mèlenchon). Ruptura que, de todos modos, no son sinónimas. Mientras la extrema derecha enarbola discursos exclusivos (racismo y xenofobia) como herramienta para construir la idea del ‘pueblo’, la izquierda de Frente Insumisa se andamia sobre la inclusión, el respeto a los derechos humanos y el enfrentamiento a los poderes económicos y políticos.
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La volatilidad temática en el debate político, el posible voto oculto hacia el conservador François Fillon (21%) y la brillante campaña llevada a cabo por el líder izquierdista Jean-Luc Mèlenchon (18%), entre otras cosas, han situado a Francia en el empate técnico entre el continuismo y la ruptura.
Europa, la crisis social y económica, la inmigración o el terrorismo son los cuatro grandes temas sobre los que se ha vertebrado una campaña electoral que, aún así, no ha contado con un denominador común individual. Los debates se han ido sucediendo con la misma volatilidad que las encuestas, que en cuestión de un mes han duplicado las expectativas de Mèlenchon y reducido, relativamente, las de Le Pen.
Una de las grandes incógnitas de la jornada que acaba de arrancar es saber hacia que lado se decantan los indecisos. Según las encuestas, este colectivo representa en estos momentos el 26% de los franceses. Por tanto, su decisión se antoja determinante para decidir qué dos candidatos se presentan a la segunda vuelta.
Lo que sí se puede confirmar a estas horas es que el bipartidismo mantenido durante décadas por el Partido Socialista y el partido conservador (Los Republicanos) se ha terminado. Si bien es cierto que en el 2002, el padre de la candidata del Frente Nacional, Jean Marie Le Pen accedió a la segunda vuelta (que perdió ante Jaques Chirac), la realidad es que socialistas y conservadores jamás han recibido tan poco apoyo como este año. Entre los dos, según las encuestas, no alcanzan el 30%.
En cualquier caso, la situación de ambos partidos no guarda mucha relación. En el lado conservador, Fillon mantiene ciertas opciones de acabar este domingo entre los dos candidatos más votados. En el lado socialista, por el contrario, la situación es dramática. Un 8% en las encuestas, y bajando.
El candidato socialista, Benoit Hamôn, lidera un partido donde la desbandada no ha sido obra solo de los electores, que se debaten entre Macron y Mèlenchon. La rama más conservadora de los políticos socialistas también ha ‘huido’ y se ha posicionado a favor de Emmanuel Macron, antiguo miembro del partido y representante de esa ‘tercera vía’ liberal que dice ser “de izquierdas y de derechas”.
Las elecciones francesas constatan el cambio de paradigma comenzado hace años en Grecia. La pérdida de sensibilidad y la derrota de las políticas llevadas a cabo por los partidos tradicionales derivan en una elecciones multipolares de respuesta imprevisible.
Continuismo (Macron y Fillon) frente a la ruptura (Le Pen y Mèlenchon). Ruptura que, de todos modos, no son sinónimas. Mientras la extrema derecha enarbola discursos exclusivos (racismo y xenofobia) como herramienta para construir la idea del ‘pueblo’, la izquierda de Frente Insumisa se andamia sobre la inclusión, el respeto a los derechos humanos y el enfrentamiento a los poderes económicos y políticos.
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