La mujer que destruyó al arrogante vocero de los neonazis
Jacinto Antón
Muchas de las escenas de la película Negación,
que llega hoy a las pantallas, parecen demasiado buenas para ser
ciertas. Pero lo son. Es verdad que el primer encuentro (encontronazo)
entre el famoso historiador británico David Irving y su joven colega
destinada a convertirse en su némesis, la judía estadounidense Deborah
Lipstadt, se produjo en 1994 durante una conferencia de esta en el
DeKalb College de Atlanta en la que Irving, desde el público, la retó a
gritos a debatir con él y, agitando en el aire un manojo de billetes,
ofreció mil dólares a quien pudiera encontar una orden escrita de Hitler
para desatar el Holocausto. También es auténtica la escena en que
Lipstadt y sus abogados recorren Auschwitz en busca de pruebas del
exterminio por gas. Y la es —según ha explicado a este diario la propia
Lipstadt— la de la cena en la que importantes miembros de la comunidad
hebrea de Londres le piden a la historiadora que no siga en su riña
judicial con Irving, “por miedo, no querían ese tipo de publicidad”. Negación,
de Mick Jackson, con Rachel Weisz en el papel de Lipstadt, y Timothy
Spall como Irving, es una excelente película de juicios, pero no de
cualquier juicio sino de uno que, salvando las muchas distancias,
podríamos calificar de tan trascendental y demoledor para el neonazismo
como lo fueron otros juicios, los de Nurenberg, contra los nazis
originales. El caso David Irving contra Penguin Books y Deborah Lipstadt,
paradójicamente iniciado como demanda por libelo de Irving, que recibió
como un bumerán un bofetón judicial y moral (y económico: le condujo a
la bancarrota) de los que hacen (y valga la palabra) historia,
constituye un momento señero, podríamos decir que casi definitivo, en la
lucha contra los negadores del Holocausto y los revisionistas de la
Historia. No se les ha acallado pero perdieron a su gran y aparentemente
respetable paladín, denostado para siempre como tramposo y mentiroso.
Irving
(1938), considerado un historiador de empaque (muchos aficionados a la
historia militar entonamos el mea culpa por haber comprado en el pasado
algunos de sus libros como la biografía de Goering) y reconocido por
autoridades tan prestigiosas como Hugh Trevor-Roper y el mismísimo John
Keegan, era hasta entonces el principal valedor de las tesis que negaban
la responsabilidad de Hitler en la matanza de los judíos e incluso que
estos hubieran sido asesinados en Auschwitz en unas cámaras de gas cuya
función criminal descartaba (Irving llegó a bromear, lo que da la medida
de su catadura, con que en las cámaras de gas de Auschwitz murieron
menos mujeres que en el coche de Ted Kennedy).
El filme sigue
pormenorizadamente el proceso desde que Irving acusa a Lipstadt en 1996
(paralelamente pleiteó contra la historiadora Gitta Sereny) de perjudicar su buen nombre como historiador y de calificarle como negacionista en su libro Denying the Holocaust
(publicado en Gran Bretaña por Penguin), hasta, en 2000, la demoledora
sentencia de 333 páginas del juez sir Charles Gray (Alex Jennings), que
puso los clavos en el ataúd de la infamia donde han quedado sepultados
definitivamente Irving y su reputación.
El
director Mick Jackson con la historiadora Deborah Lipstadt en la
presentación de 'Negación' en el festival de Roma el pasado octubre.Elisabetta A. Villa
Lipstadt, Penguin y sus abogados no lo tenían fáci, como
explica la película. Según la ley británica, pese a ser los acusados,
eran ellos los que tenían que demostrar que Irving había actuado de mala
fe como historiador, lo que significó tener que investigar con lupa los
millares de páginas de sus obras (aquí colaboraron decisivamente los
conocidos historiadores Richard J. Evans,Peter Longerich
y Christopher Browning) y prácticamente tener que probar que el
Holocausto sucedió y que las cámaras de gas de Auschwitz sirvieron para
su propósito. Una parte del juicio, como muestra dramáticamente la
película, hubo de centrarse en la existencia de agujeros en el techo de
las cámaras de gas para introducir el Zyklon B.
La sentencia no
dejó lugar a dudas: estableció que Irving era un mal historiador,
manipulador, negacionista y un racista y antisemita asociado con
extremistas de extrema derecha para promover el neonazismo.
Prácticamente lo único que consideró el juez que no era verdad fue que
tuviera un retrato de Hitler en su mesa.
El juez dejó en la
sentencia una frase fundamental: “Es mi conclusión que ningún
historiador objetivo y sincero puede tener seriamente dudas de que hubo
cámaras de gas en Auschwitz y de que se las hizo funcionar para asesinar
a cientos de miles de judíos”.
“Es raro verse encarnada por Rachel Weisz”
“La película me parece muy buena,
explica la historia, mi historia, y se ajusta a lo que pasó”, señala
Lipstadt (1947), que demuestra ese sentido del humor que, dice, es una
de sus mejores virtudes, al preguntarle si le parece que Timothy Spall
lo hace mejor que Irving: “Cualquier persona es mejor que David Irving”.
Considera que todo el reparto hace un trabajo estupendo y destaca que
es “un poco surrealista” verse encarnada por Rachel Weisz. Lipstadt no
ha vuelto a ver a Irving, que trató de redimirse tras ser encarcelado en
Viena en 2006. “Ni sé que es de él ni me importa, ya lo he tenido
demasiados años en mi vida”.
De las licencias de la película
apunta que son lógicas para darle más dramatismo, y señala que en
realidad no hubo visitas a su habitación por parte de su abogado,
Richard Rampton (Tom Wilkinson —que curiosamente al principio tenía que
interpretar a Irving—) “y tampoco bebía tanto”.
Lipstadt ha
criticado a la administración Trump de “negacionismo blando” y de
“desjudeizar” el genocidio nazi. ¿Le cae peor Trump como historiadora o
como mujer? “Como estadounidense”.
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