¿Y si todos nacemos con capacidades
extrasensoriales que perdemos al poner filtros a nuestra percepción por
el pensamiento lógico? Estos 2 casos lo prueban.
La psicología atribuye el fenómeno de los amigos imaginarios a
un aspecto de la proyección eidética que se da en algunos niños. Esto
es, según la psicología, los amigos imaginarios son tan sólo la
representación de incertidumbres y temores infantiles, tiene un papel
compensador y constituyen una imagen mental, un símbolo personal que el
niño hasta puede proyectar en objetos como muñecos o peluches con los
que establece una comunicación. Aunque la explicación encaja bastante
con el fenómeno, R. R. López, en su libro Seres de otra dimensión,
asume que quedan ciertos cabos sueltos como los que nos presenta en las
dos siguientes historias en que los niños atienden a una relación con
una suerte de amigos imaginarios o fantasmas.
1. La historia de Leonor
Esta
historia refiere a un hombre divorciado y con una hija pequeña. Al
comenzar con las custodias compartidas de ésta, comenzó también esta
inquietante historia.
Él siempre había tenido experiencias inquietantes en su piso, que no vienen al caso, pero a partir del divorcio, su hija comenzó a tener una amiga imaginaria. La llamaremos Leonor.
Él
sospechaba algo así, veía a la niña hablando sola mientras jugaba, pero
la forma en que el padre conoció el fenómeno fue un tanto
escalofriante.
Un día, cuando terminaba su turno de custodia, antes de irse con su madre, la niña tuvo el detalle de decirle al padre:
- Papá, me voy, pero sé que vas a estar bien, porque Leonor se queda aquí para cuidarte.
Al
hombre la idea no le hizo mucho gracia, pero no le dio más importancia.
Con el tiempo, incluso hablaron con un psicólogo que les dijo que era
normal. Se trataba de un mecanismo mental que había desarrollado la niña para lidiar con el trauma de la separación de los padres.
Sin embargo, pasaría algo que le haría dudar de la normalidad de ese fenómeno. El hombre se había dado cuenta de que su perro se comportaba de una manera muy extraña cuando su hija estaba en casa. Gruñía a la nada o huía asustado sin motivo aparente.
Un
día el protagonista de nuestra historia tenía prisa porque habían
quedado y la niña todavía no se había vestido. Estaba jugando en el
salón y no le hacía caso. El padre la apremió porque no quería llegar
tarde y, para que la niña le hiciera caso, se le ocurrió una
estratagema. Le dijo que fuera a su cuarto, que la estaba esperando
Leonor. La niña con total naturalidad, le recriminó:
- Papá, no seas mentiroso. Leonor estaba conmigo. Se ha quedado en el salón y está haciendo rabiar al perro.
En ese momento en el salón se oyó un gañido del perro, que acto seguido pasó corriendo por delante de la puerta del cuarto como alma que lleva el diablo, con el rabo entre las patas.
2. Una familia inquietante
Una
tarde estando una abuela con su nieto en la casa se sorprendió cuando
el niño se quedó mirando por la puerta del salón hacia el patio de luz y
le dijo:
-Abuela, una mujer ha entrado en el patio
Algo alarmada, aunque sabiendo que era imposible, la señora se asomó al patio. Como había supuesto, no había nadie.
Otro
día en que se hallaba esta vez con sus dos nietos, sin saber cómo
entretenerlos decidió enseñarles fotos antiguas. Los niños estaban
embelesados buceando en el pasado y viendo a sus padres y abuelos de
jóvenes, cuando llegaron a una foto de la madre de la abuela.
Esta –les dijo ella señalándola con nostalgia- es la bisabuela, que murió antes de que vosotros nacierais.Abuela –comentó el niño-, esta es la mujer que el otro día vi entrando en el patio.
Esta mujer –dijo ahora la nieta- vino a verme a mi habitación cuando estuve malita con fiebre.
Como vemos con ambas historias, podemos comprobar que la mente de un niño es un misterio fascinante. También es fácil percatarse, como anunciaba el autor de Seres de otra dimensión,
que no acaban de encajar completamente con el fenómeno propiamente
psicológico que científicamente trataría de explicarlos. Esto es porque
el hecho de que los niños reconozcan en las fotos a una mujer que en
teoría nunca han visto ni conocido; o que el perro ladre a una amiga
invisible de la que está hablando la niña rompe con el esquema psíquico
que la ciencia nos dibuja. El
fenómeno adopta un cariz misterioso y paranormal en el momento en que
algo externo a la subjetividad del niño corrobora de algún modo lo que
el niño afirma sentir o ver.
Pero… “¿y si todos nacemos con ciertas capacidades que vamos perdiendo cuando comenzamos a poner filtros a nuestra percepción de la realidad mediante el pensamiento racional, y rechazamos otras formas de percepción determinados por nuestra educación y entorno?”, se pregunta R. R. López.
Lo cierto es que tanto en la niñez como en la adolescencia se dan dos grandes podas sinápticas.
Esto significa que en la mente se eliminan, llegado a un momento dado,
diferentes conexiones neuronales para potenciar otras, en este caso
potenciamos aquellas que el mundo racional en que nacemos hace a nuestro
cerebro asimilar como mejores para desenvolvernos en él. Y es que
nuestra sociedad no da crédito a lo insólito y a cuestiones
extrasensoriales; por lo que el niño no recibe estímulos para
desarrollar estas capacidades y el cerebro las acaba desechando. Y más
si los padres o profesionales de la salud las han reprimido o tratado de
enfermedades.
Hay científicos que creen que esta poda sináptica se debe a una falta de ejercitación de las conexiones,
por eso, dicen que “si entrenáramos el cerebro desde pequeños podemos
tener más capacidades que otros humanos, posibilidades con las que ahora
no podríamos ni soñar”. De este modo, la percepción extrasensorial, los
posibles fantasmas y los amigos imaginarios tendrían cabida.
Así,
es fácil concluir que la capacidad de ver el más allá o de tener una
forma de percepción distinta venga con todos al nacer y vaya muriendo
poco a poco ante las dificultades que el medio nos impone para su
desarrollo.
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