martes, 1 de agosto de 2017

De como hablar de clase social en la China capitalista se ha vuelto políticamente incorrecto


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De como hablar de clase social en la China capitalista se ha vuelto políticamente incorrecto

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Hablar de clase social en la China capitalista actual es incómodo; de hecho, se rehuye todo debate y análisis sobre ello, incluso en las universidades, pero también en los medios de comunicación. En la China en la que la paradoja que existe entre el eufórico agitar de la bandera roja en todos los organismos oficiales y el arrasador neoliberalismo en las empresas es una contradicción difícil de digerir hasta para el más reformista, recordar conceptos como el de “lucha de clases”, de tanta importancia en la odiada (para la nueva burguesía en el poder) Gran Revolución Cultural Proletaria maoísta, es de mal gusto, políticamente incorrecto.
De esto trata el artículo de Louisa Lim, De como hablar de clase social en la China se ha vuelto políticamente incorrecto, a partir de algunos estudios y análisis sobre las clases sociales en la China capitalista actual y, sobre todo, de la negación de la existencia de la lucha de clases, en el marco de esa “sociedad sin clases” agitada y fomentada por el revisionismo desde el XX Congreso del PCUS, etiqueta que, desde Jruchev y la camarilla que le aupó al poder, intenta ocultar con palabras bonitas un regreso al capitalismo que, en el caso de China, no solo ha sido un amago, sino que ha convertido al país en primera potencia capitalista del mundo y ha llevado a la gran burguesía local a los primeros puestos entre los más poderosos mafiosos capitalistas del siglo XXI.
El artículo original en inglés lo hemos traducido al castellano y lo difundimos para su lectura a continuación:
DE COMO HABLAR DE CLASE SOCIAL EN LA CHINA CAPITALISTA SE HA VUELTO POLÍTICAMENTE INCORRECTO
“¡Nunca olviden la lucha de clases!” Fue la exhortación del presidente Mao al pueblo chino. La frase fue pintada en múltiples Dazibaos en las paredes del pueblo, grabada en tazas, incluso pintadas en los aseos de todo el país. En la China de Mao, la clase era fundamental para todos, base de la política estatal y del partido, influyendo en todos aspectos de la existencia de uno. Sin embargo, con el tiempo, la palabra “clase” ha desaparecido lentamente del discurso oficial. En la China de Xi Jinping, la clase – que evoca el trauma de la lucha de clases y los enemigos de clase de la Revolución Cultural – se ha vuelto políticamente incorrecta.
“Simplemente no esta moda hablar de clase”, dice Guo Yingjie, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Sydney, quien se ha encontrado con la resistencia – incluso de los académicos de China – a su investigación sobre el tema. “Hablar de clase no es ni políticamente seguro, ni políticamente correcto. Es una palabra sucia. Es casi algo que muchos académicos en China piensan que es irrelevante “.
Tal estrategia es subrayada por los mensajes propagados a través de los medios estatales, según Wanning Sun, profesor de Ciencias de la Información de la Universidad de Tecnología de Sydney. “Si quieres deshacerte del discurso de la lucha de clases, una forma en que el partido ha hecho esto es promover el consumo para que la gente tenga una sensación de esperanza”. Es decir, se vende “una ideología de la esperanza – el discurso neoliberal – ha arraigado. Al neoliberalismo no le gusta el discurso de clase. Mientras encuentres tu posición en el mercado, estarás bien”. De esta manera, la clase se ha sustituido por la capacidad de consumo y, en algunos casos, por el consumo conspicuo.
Una investigación de The Sun explora las representaciones mediáticas de los migrantes de zonas rurales a las ciudades que se han convertido en una nueva subclase en China. Su representación en los medios de comunicación dirigidos al mercado subraya la alienación de los trabajadores migrantes: “Pueden ser demonizados. Pueden ser erotizados. Pueden ser criminalizados, parecen ser nadie. Las palabras o términos usados pueden ser francamente derogatorios. Hay toda una gama de discursos, pero en general no están en la línea de dar voz a los trabajadores “.
Una muestra de ese desequilibrio fue el famoso show televisivo Feichang Wurao, o “If You Are the One”, que dedicó dos episodios especiales a encontrar el amor para los trabajadores migrantes, que a menudo tienen problemas en integrarse. Este intento, bien intencionado, pero equivocado, resultó contraproducente, ya que ninguna de las trabajadoras participantes estaba dispuesta a salir con un trabajador migrante; todos aspiraban a un compañero que pudiera elevarlos a lo que percibían como una existencia de clase media.
En los últimos años, la explosión de clase media de China ha sido un elemento básico de los artículos de los medios de comunicación occidentales, como los datos de la consultora McKinsey, estimando que para 2022, tres cuartas partes de la población urbana será de clase media. Pero muchos expertos en el estudio de las clases sociales creen que la clase media china es realmente un mito, ya que los criterios por los cuales se mide son bastante arbitrarios, y el ingreso por sí mismo ignora otros estándares que son más difíciles de definir, incluyendo la educación y la suzhi, o “calidad de vida”; término neutral a veces utilizado como un indicador de las clases.
La ansiedad de clase está, por otro lado, muy presente en China, ya que la movilidad social es sorprendentemente limitada en muchas de las vías tradicionales de progreso, como la educación, vía ahora cerrada. En una investigación de la Universidad de Sydney, David Goodman ha concluído que alrededor del 84% de la élite de hoy son descendientes directos de la élite de antes de 1949. Esto sugiere que las seis décadas de comunismo pueden no haber tenido, finalmente, un impacto tan dramático sobre la clase dirigente, que tiene la ventaja de décadas de acumulación de capital -incluyendo capital económico, cultural y social- del que aparentemente han continuado beneficiándose bajo el sistema del partido-estado.
Guo Yingjie ha escrito que los nuevos estratos sociales “no son realmente clases a los ojos de los académicos chinos”, subrayando el profundo abismo entre la ideología oficial china y la práctica real del partido y el gobierno. Esto presenta un dilema fundamental para el Partido Comunista, que lucha por conciliar inconsistencias entre sus diversas ideologías, que incluyen fuentes marxistas, el leninismo, el maoísmo, la teoría de Deng Xiaoping y la Triple Representatividad de Jiang Zemin, introducida en 2001, a partir de la cual se permite a los capitalistas unirse al Partido Comunista abiertamente.
Para el partido, la escala y profundidad de esas inconsistencias es un asunto serio, según Guo: “Por un lado, el partido sigue hablando del marxismo. En la práctica, no lo lleva a cabo. Un ejemplo es la lucha de clases. La lucha de clases es fundamental para el marxismo, y ciertamente central en el núcleo de la teoría marxista, esto es el materialismo histórico. Si se elimina la lucha de clases, todo el edificio marxista se derrumba y desaparece ¿Qué significa decir que creemos en el marxismo, pero no hablamos de lucha de clases? Es una broma.”
Sin embargo, cualquier intento de revisar esta parte del legado del Presidente Mao es políticamente arriesgado, ya que crearía percepciones de un cambio fundamental en el partido. Los ajustes necesarios para alinear la teoría y la práctica serían casi imposibles de conseguir. El resultado es claramente surrealista, “En el pasado, las clases se intentaron eliminar, pero nuestros gobernantes decretaron que era importante no bajar la guardia y continuar con la lucha de clases, para evitar la vuelta al poder de la burguesía. Ahora las clases han regresado, pero nuestros gobernantes exigen que se olvide, que se borre de la faz de la tierra, toda idea o recuerdo de la lucha de clases”

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