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México, productor medio de maíz
El país tiene un rendimiento de 2.8 toneladas por hectárea,
cuando la cifra en el mundo es de 4.6, dice Gerardo Noriega. La baja en
la producción se debe al uso intensivo de fertilizantes y agroquímicos
en los suelos, alerta investigador de la Universidad de Chapingo
México tiene 62 millones de hectáreas de suelos degradados por la acidificación.
El
investigador y profesor de la Universidad Autónoma Chapingo, Gerardo
Noriega Altamirano, alertó acerca del deterioro que sufren los suelos
agrícolas del país por uso intensivo de fertilizantes y agroquímicos, lo
que ha colocado a México en la lista de países productores de maíz, con
un rendimiento medio el cual gira en alrededor de 2.8 toneladas por
hectárea, cifra por abajo del promedio mundial de 4.6 toneladas por
hectárea, por lo cual, dijo, México debe buscar aplicar nuevas
tecnologías.
Señaló que 62 millones de hectáreas, equivalentes al 31 por ciento del territorio mexicano, son suelos degradados por la acidificación, en tanto que 146 millones de hectáreas, que representan el 73 por ciento de los suelos, no poseen capacidad de intercambio catiónico suficiente (es la capacidad del suelo de retener y liberar iones positivos), lo que explica la poca eficiencia de la absorción de los fertilizantes de síntesis química.
Asimismo, señaló que la reducción de la fertilidad de los suelos obliga a la búsqueda de alternativas para restaurar y mantener la productividad, motivo por el cual nuestro país está obligado a entrar a la agricultura del futuro a través de la aplicación de nuevas tecnologías como la microbiología agrícola que permita reactivar los ciclos bioquímicos y el manejo fitosanitario de la tierra para mejorar la calidad y cantidad de producción de alimentos a menor costo productor.
“Urge una nueva forma de pensar y hacer la agricultura. La mente no puede seguir encasillada en la aplicación de agroquímicos; es el momento de comprender la importancia de la fertilidad del suelo, la producción de alimentos sanos y construir el vínculo entre la ciencia y el desarrollo que con la creatividad de nuestros científicos mexicanos podemos caminar a reducir la dependencia de importaciones de granos como el maíz”.
El investigador indicó que ante renegociaciones de acuerdos trilaterales o bilaterales, las políticas de desarrollo agrícola en el país deben ajustar sus marcos normativos institucionales como fortalecer el financiamiento, focalizar los apoyos al campo, incorporar la tecnología, integración entre la ciencia, la producción, la capacitación y la sociedad rural, para no estar supeditados a los alimentos del extranjero.
Indicó que el conocimiento es igual a independencia alimentaria porque el modelo de revolución verde ya demostró su declive y es momento de hacer llegar estos nuevos modelos de producción agropecuaria en todo el país, como ha sucedido en el Valle del Mezquital, y ya se trabaja en entidades como Jalisco, Michoacán y Sonora.
Sostuvo además, que los corporativos internacionales seguirán haciendo sus inversiones, pero ante la crisis que se vive en el campo de altos costos en los insumos y la crítica en torno de la renegociación del TLCAN obligará al campesino a hacer uso de sus recursos locales, lo que permitirá un proceso de independencia agropecuaria sobre todo en el sector social, que es quien tendrá la capacidad de producir los alimentos que los mexicanos necesitamos.
Señaló que 62 millones de hectáreas, equivalentes al 31 por ciento del territorio mexicano, son suelos degradados por la acidificación, en tanto que 146 millones de hectáreas, que representan el 73 por ciento de los suelos, no poseen capacidad de intercambio catiónico suficiente (es la capacidad del suelo de retener y liberar iones positivos), lo que explica la poca eficiencia de la absorción de los fertilizantes de síntesis química.
Asimismo, señaló que la reducción de la fertilidad de los suelos obliga a la búsqueda de alternativas para restaurar y mantener la productividad, motivo por el cual nuestro país está obligado a entrar a la agricultura del futuro a través de la aplicación de nuevas tecnologías como la microbiología agrícola que permita reactivar los ciclos bioquímicos y el manejo fitosanitario de la tierra para mejorar la calidad y cantidad de producción de alimentos a menor costo productor.
“Urge una nueva forma de pensar y hacer la agricultura. La mente no puede seguir encasillada en la aplicación de agroquímicos; es el momento de comprender la importancia de la fertilidad del suelo, la producción de alimentos sanos y construir el vínculo entre la ciencia y el desarrollo que con la creatividad de nuestros científicos mexicanos podemos caminar a reducir la dependencia de importaciones de granos como el maíz”.
El investigador indicó que ante renegociaciones de acuerdos trilaterales o bilaterales, las políticas de desarrollo agrícola en el país deben ajustar sus marcos normativos institucionales como fortalecer el financiamiento, focalizar los apoyos al campo, incorporar la tecnología, integración entre la ciencia, la producción, la capacitación y la sociedad rural, para no estar supeditados a los alimentos del extranjero.
Indicó que el conocimiento es igual a independencia alimentaria porque el modelo de revolución verde ya demostró su declive y es momento de hacer llegar estos nuevos modelos de producción agropecuaria en todo el país, como ha sucedido en el Valle del Mezquital, y ya se trabaja en entidades como Jalisco, Michoacán y Sonora.
Sostuvo además, que los corporativos internacionales seguirán haciendo sus inversiones, pero ante la crisis que se vive en el campo de altos costos en los insumos y la crítica en torno de la renegociación del TLCAN obligará al campesino a hacer uso de sus recursos locales, lo que permitirá un proceso de independencia agropecuaria sobre todo en el sector social, que es quien tendrá la capacidad de producir los alimentos que los mexicanos necesitamos.
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