El argentino Roberto Herrscher es periodista especializado en cultura, sociedad y medio ambiente y es también profesor de periodismo. Actualmente es el director del Diplomado de Narrativa de No Ficción de la Universidad Alberto Hurtado, en Santiago de Chile. Es veterano de Malvinas y autor de los libros Los viajes del Penélope (Tusquets), Periodismo narrativo (Marea) y El arte de escuchar (Editorial de la Universidad de Barcelona).
Colabora, además, en distintos medios internacionales como The New York Times y La Vanguardia. Con una gran pasión y curiosidad por la profesión, se enfrenta a diario con el interrogante sobre el futuro de los profesionales de la comunicación. Es uno de los grandes referentes del periodismo en la región y pasó por Infobae TV para hablar sobre los retos de la profesión y el futuro de los medios que todavía no han conseguido adaptarse a la digitalización y a la inmediatez. Herrscher habló también de su experiencia como soldado en Malvinas y de cómo la guerra le planteó preguntas que siempre buscó responderse desde el oficio de periodista.
– ¿Cómo ve el periodismo?
– Está en una crisis y en transformación. Hay muchísimos jóvenes que quieren dedicarse al periodismo, que quieren estudiar y, muchas veces, los que me tocan más a mí tienen que ver con el periodismo económico, que se ocupa de datos que son muy importantes pero que no es lo que enseño yo. Estudian cosas que no necesariamente les van a servir para ganar más o para conseguir mejores puestos sino para hacer mejor su trabajo. Tengo enorme ilusión en los jóvenes periodistas pero no tanto en los medios.
– ¿Por qué no en los medios?
– Muchos no encuentran cómo adaptarse. Estaban muy tranquilos con su modelo de negocio, ganaban mucha plata siendo los únicos que transmitían las noticias y, sobre todo, los únicos que hacían llegar el mensaje de los anunciantes -la publicidad- a los lectores o a los televidentes. Una de las cosas más importantes que pasaron en la era de internet es que los anunciantes pueden llegar directamente.
– Esto de estar en crisis, ¿a qué se debe? ¿La gente lee menos, hay más apuro por la noticia y se comprende menos el texto?
– Es una mezcla. Yo creo que tiene que ver con que muchos medios no entendieron que esto cambió y están contando las noticias para una generación pasada, cosas que a las nuevas generaciones no les interesan. Hay fórmulas de contar y alianzas con los poderes políticos y económicos que al público, a los lectores de hoy, ya no les dice nada. También es cierto lo que decís acerca de que hay una crisis en la educación, en la concentración, pero cada vez que me dicen 'vos tenés que escribir cortito porque la gente lee cortito', pienso que los que leen, se la pasan leyendo libros de 400, 500, 600 páginas. Y los que ven historias en internet, en televisión o en Netflix, ven series de ocho temporadas. Entonces, si a vos no te pueden seguir un minuto, el problema es tuyo porque si a vos después del cuarto párrafo no te siguen pero es el mismo tipo que lee una novela de 600 páginas, el problema es tuyo.
– ¿Y el déficit de la lectura lo siente en sus alumnos?
– ¿Y en dónde se nota? ¿En la falta de autores, en la falta de interés? ¿Por qué pasa eso?
– Yo siempre creo, y digamos que en esto hablo tanto como escritor como profesor, que la lectura es un acto de seducción. Uno tiene que verse atrapado, envuelto en aquello que está leyendo. Siempre estoy pensando qué les doy para leer, qué les propongo, qué les escribo y qué les pido que lean. Muchas veces la búsqueda tiene que ver con ellos, no necesariamente con datos de su vida, sino con alguien a quien le pasan las mismas cosas. Sí hay un elemento de identificación, que es el que yo creo que todos sentimos en las novelas que nos volaron la cabeza en la adolescencia. Tal vez el mayor problema es con los chicos a los que ninguna novela les voló la cabeza en la adolescencia. Tal vez leyeron algo que les hizo mirar el mundo de otra manera y les hizo mirar su cara en el espejo de otra manera.
– Cuando sus alumnos le dicen que quieren escribir mejor, ¿qué consejo se les da? ¿Uno tiene que leer mucho para escribir bien?
– En periodismo narrativo leer mucho es una parte pero como las historias no salen de la imaginación sino que salen de la calle, el estilo solo es una rueda que da vuelta en el barro. Para poder hacer una buena descripción tenés que pelarte los ojos viendo mucho, anotando mucho, aprendiendo a ver, a escuchar, a oler, a tocar y de ahí, de eso que percibiste y de las cosas que no sospechabas es cuando sabés que tenés una historia que tiene que ser contada. Es una historia que vos ni sabías que existía o dónde te iba a llevar. Y la encontraste. Es esa mezcla de leer y de escribir, y volver a escribir y tachar, y corregir y orientarte, y también mucha calle, hablar con muchísima gente y sobre todo, con la gente que no piensa como vos.
– Qué interesante esto de los sentidos. ¿Cree que mucha gente no los desarrolla? ¿O es que uno ve pero no observa?
– A mis alumnos de la carrera de periodismo me toca darles periodismo escrito, una página, unas letras y ahí tienen que hacer que cobre vida. Cuando llega el profesor de televisión, y les pone videos, a veces me dicen: '¿y vos por qué nos hacías escribir, si esto es antiguo, si existe esto otro?'. Me lo dijeron los alumnos y me puse a pensar, y es cierto, para qué seguimos escribiendo. Y una de las conclusiones a las que llegué, es que por un lado, lo que ves y escuchás en un texto, no lo tenés ahí afuera sino que se te va creando adentro; la imagen se te va formando en tu interior, de forma que cuando vos leíste una novela que te encantó, te hiciste una película tan fuerte que cuando, en general, ves la película que hicieron, decís 'Esto no es lo que yo vi dentro de mi cabeza'. Pero, además de los cinco sentidos, hay tres que no están en lo audiovisual, y en esos está la forma de recrear con palabras, olores, sabores, cosas tocadas, que hagan directa referencia a la memoria sensorial del lector y que se meta dentro de tu narración de una forma tremenda.
– Sí, mi libro entra por el mundo de la música. Pero, hay una idea que tal vez tiene que ver con un problema de nosotros, los periodistas. Si uno le pregunta a la gente en la calle qué hace un periodista, el periodista habla, y el periodista pontifica, analiza y cuenta. Y en realidad, eso no es lo que hace un periodista: un periodista es el que escucha y hace que los otros hablen. Y ojalá que cuenten cosas que sorprendan al que los está escuchando pero también se sorprendan a sí mismos. Una de las cosas más impactantes y más valiosas que le pueden pasar a uno como periodista es que después de una entrevista te digan 'Mirá, ni sabía que yo pensaba eso'.
– ¿Qué lo impactó a lo largo de su vida desde el periodismo? ¿Qué historia lo marcó o qué vivió que lo hizo otra persona?
– Es una mezcla de cosas, ya no puedo diferenciar lo que viví como periodista de lo que viví como persona. Sé perfectamente que no puedo meter mis ideas o mis causas en el periodismo, salvo algo en lo que me parece que no podemos ser neutros y no tomar posición, y es lo que tiene que ver con los derechos humanos.
– ¿Cree en la neutralidad?
– No creo en la neutralidad respecto de los derechos humanos. Creo en el apartidismo respecto de los líderes, de los partidos. Cuando hay un peligro, no somos neutrales. Cuando hay un grupo mayoritario que oprime a otro grupo, cuando hay una guerra, una dictadura, no se puede ser neutral. Se tiene que ser veraz con los datos. No es una carta blanca para mentir, ni para inventar, ni para dejar de darles voz y de que se expliquen bien aquellos que defienden otras ideas. Pero los mensajes de odio, no. Entonces me preguntabas historias…
– Sé que combatió en Malvinas, ¿cómo fue eso?
– Para mí la guerra de Malvinas es un momento que me cambió la vida. Yo a los 18 años entré a hacer el servicio militar obligatorio, la colimba. A los 19 años estaba en la Marina, como colimba, y me mandaron a Malvinas donde estuve toda la guerra y después, una semana más de prisionero de guerra.
– Fue terrible porque vi morir chicos, éramos chicos. A veces me dicen: ¿te hubiera gustado que no te hubieran mandado, haberte salvado, haberte escapado? Y realmente no puedo contestar a eso porque no sé quién sería sin eso, fue un momento que me hizo entender, ver, pensar muchas cosas. Ni siquiera sé si sería periodista. Yo soy periodista porque no entendía lo que había pasado en las islas y en este país. Estaba lleno de preguntas.
– ¿Logró respondérselas con el tiempo?
– Algunas sí. El primer artículo que publiqué era sobre los ex combatientes y el abandono y olvido en el que tenían a tantos, y en el que sentían que habían sido dejados.
– Fue muy duro. Yo tuve una familia que me acompañó, que me apoyó, que me ayudó mucho. Pero muchas veces tengo la imagen de estar…y alguien decía 'Ay, vos estuviste en Malvinas, contános algo'. No podía contar cortito. Y la gente se empezaba a ir, y ya no me quería escuchar más. Y yo no podía parar, tenía esa idea. Cuando empecé a escribir, tal vez escribí para contar, pero también para escuchar a otro. Yo creo que el periodismo me dio esta idea de que lo más importante es escuchar y contar la historia de los demás. Para el 25° aniversario de la guerra, finalmente encontré lo que quería contar, que es la historia del barco en el que yo estuve. Era un barquito de los isleños, de los kelpers, y eran seis marinos de carrera y yo. Y los fui a buscar a cada uno de ellos y después volví a las Malvinas y me encontré con el capitán del barco. Y reconstruí esa historia, y lo que nos pasó antes, durante y después de la guerra. Y eso me sirvió. Entonces Malvinas es el hecho determinante de mi vida, y el libro me hizo ver que podía contar historias de esta manera.
– ¿Consigue olvidar en algún momento?
– Hay cosas que sí y hay cosas que no. Uno se queda con una especie de resumen de hechos, que tienen que ver con cómo se quiere o se puede ver uno, por eso el tema de entrevistar a gente que te cuenta historias de su pasado tiene tanto que ver con saber hechos del pasado, como con de qué manera esos hechos te llegaron, te impactaron y te afectan en el presente. Lo que no hay es decidir olvidar. Borges dice "solo una cosa no hay, es el olvido". Sí, aquellas cosas que decís "esto lo quiero olvidar" es de las que más te acordás.
– ¿Y cuándo volvió, se preguntó cuál era el sentido de la vida? ¿Cómo fue estar tan cerca de la muerte y después volver a la normalidad, a la cotidianidad?
– Yo lo vi tal vez menos en un sentido filosófico que sociológico. Era también esa generación que salía de la dictadura, la época de Alfonsín, de los juicios, de la verdad, de lo que había pasado. Entonces, las preguntas tenían más que ver con la guerra, con la violencia y con el apoyo a la guerra, con tomarse la guerra como un partido de fútbol. Todavía guardo las cartas que hacían escribir en la escuela a un "soldado de mi patria", y nos mandaban todas esas cartas. Y decís ¿qué piensan que es esto? Y también me hizo pensar más en una cosa de psicología colectiva, del país, de la política pero en términos de vida y muerte. Puede que ahora, en otra edad, esté pensando más en eso. Ayer organicé una actividad en el museo de Malvinas, con hijos de veteranos, de ex combatientes y sentía que había un tema interesante: la dificultad para hablar con sus padres.
– Si tuviera que dar algún consejo para aquellos que estudian periodismo, que lo escuchan y lo siguen, ¿cuál sería?
– Curiosidad infinita, apertura de mente, tratar de escucharlo todo, hablar con todo el mundo, ir a todos lados, moverse por lugares que no son los habituales. No sé si me gusta mucho pero hay una frase en este tiempo, que es 'salir de la zona de confort'. Pero sobre todo, escuchar al otro y leer, pero no solamente leer cosas de periodismo, sino conocer los clásicos y saber qué es lo que se está haciendo ahora en literatura, en poesía, en arte, ir a exposiciones, escuchar todo tipo de música. Encontrarse con distintas formas de contar, ficción y no ficción. Leer y absorber mucho de lo que se hizo y se hace para saber cómo pasó. Creo que viene de estas dos cosas, lanzarse sobre historias que contar, pero además historias que latan con vos. Esa historia que no solamente tiene que ser contada, sino que la quiero contar yo.