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Cosas sorprendentes que aprendí combatiendo contra el Estado Islámico
7 de septiembre de 2017
8-10 minutes
Kimberley
Taylor es la primera mujer británica que fue a luchar contra el Estado
Islámico junto a las fuerzas kurdas en Siria. Aquí está la primera parte
de su diario ofrecido en tres entregas.
Nota
del autor: en marzo de 2016, Kimberley Taylor se convirtió en la
primera (y única) mujer británica en viajar hasta Siria para pelear
contra el Estado Islámico. A los pocos días de su llegada, la antigua
estudiante de matemáticas de 28 años de edad nacida en Blackburn, Reino
Unido, se unió a las Unidades Femeninas de Protección (YPJ) ― el
ejército formado exclusivamente por mujeres afiliado a las Unidades de
Protección Popular (YPG) del Kurdistán sirio ― y lleva luchando junto a
ellas desde entonces. Durante febrero, marzo y abril de este año,
Kimberley ― conocida por sus amigas como Kimmie, pero como Zilan Dilmar
entre sus camaradas ― ha participado en la ofensiva para liberar Raqqa,
la capital de facto del Estado Islámico. A finales de marzo, hablé con
Kimberley a lo largo de varias conversaciones por Skype para saber cómo
es la vida de una mujer que lucha en primera línea contra el EI. Dos
días más tarde se desplazó a Raqqa para luchar en lo que pretendía ser
la última amarga batalla del Dáesh. Estas son sus palabras, pero las
hemos editado y condensado por motivos de claridad.
Me desperté a las 7 esta mañana por el sonido de varias radios que
emitían frenéticamente. Mis amigos dijeron que podían ver movimiento,
pero ninguno estaba seguro. Entonces escuché disparos.
Toda la semana pasada hemos estado liberando aldeas de primera línea a
lo largo del Río Éufrates hacia Raqqa, la capital del Estado Islámico.
Ayer por la noche, mi tabur [pelotón] ―una mezcla de ocho mujeres de las
YPJ y seis hombres de las YPG, además de una comandante llamada
Sorxwîn― acampó en una localidad situada a unos cientos de metros detrás
de la primera línea. Hoy se suponía que era nuestro día libre, por eso
ayer nos fuimos a dormir más tarde que de costumbre. El EI a menudo
ataca entonces. Piensan que pueden pillarnos con la guardia baja tras
nuestras líneas. Pero están atacando a lo loco, como un perro
acorralado: nosotros somos más fuertes, estamos mejor organizados,
tenemos el poder de los ataques aéreos de la coalición de nuestro lado y
hemos rodeado Raqqa casi completamente. Ya no tienen adónde huir.
Conforme iba aumentando el sonido de la batalla, alguien golpeó la
puerta. Era Chekdar, un combatiente de 24 años con quien hemos creado un
vínculo muy estrecho en los últimos meses. Bromeábamos diciendo que es
una más de las chicas porque le encantaba pasar tiempo con nosotras y
siempre se unía a nuestras conversaciones y actividades. Era muy
protector y todas las chicas le adoraban. Ahora no estaba riendo.
"Debemos subir al tejado", gritó. "Tenemos que ver de dónde proviene el
ataque".
Nos pusimos en pie de un salto, nos calzamos las botas, agarramos
nuestros Kalashnikovs y corrimos al piso de arriba. De pronto, cuando
atisbábamos por toda la ciudad ―una extensión urbana de coches quemados y
edificios destrozados― vimos que una de las casas donde un grupo de
amigos había dormido estaba sufriendo un ataque, a unos 200 metros de
nosotros. Había gente moviéndose en torno a ella y disparando, pero no
estábamos seguros de si eran del EI o de las YPG, así que no podíamos
dispararles o solicitar un ataque aéreo. Y no podíamos abandonar nuestra
posición por miedo a dejarla expuesta a un ataque desde otra dirección.
Nos sentíamos impotentes.
Entonces Chekdar decidió dejar la base que estábamos protegiendo para
ayudar a nuestros amigos. Le dijimos que se quedara, pero no nos
escuchó. "Quedaos aquí y proteged la casa", gritó mientras se alejaba
corriendo. "Volveré pronto". Le perdí de vista en medio del combate
después de unos minutos.
Los civiles corrían en todas direcciones: niños, mujeres y gente mayor.
Aquello era un caos. Les gritamos que se detuvieran o que volvieran
atrás, pero tenían tanto miedo y estaban tan confusos que no nos
escuchaban. Intentamos disparar al aire para captar su atención, pero
aquello les asustó todavía más. Vi a un anciano alejarse corriendo con
un rebaño de ovejas. Incluso vi a otro salir del lavabo, pero un kurdo
le hizo volver atrás. Así que corrió alrededor de la parte trasera de su
casa, se agachó e hizo caca. Las cosas que llegas a ver en la guerra
son realmente extrañas.
¿Cómo se respeta a un cadáver?
Poco después, el EI empezó a lanzar cohetes hacia el lugar. La metralla
saltaba en todas direcciones con los impactos. Cuando empezaron a traer
a los heridos a nuestra casa, la gente tenía el rostro desfigurado.
Solo hay un médico en nuestra unidad, así que me quedé para ayudar a los
heridos, tratando de atenderles lo mejor que podía. Entonces empezaron a
llegar los muertos.
Algunos cuerpos estaban en unas condiciones realmente horribles. Un
chico tenía la cabeza cortada por la mitad. Tratamos de volver a unirla
con vendas. Ver cadáveres era muy duro. Quiero decir que ya he visto
cadáveres antes, muchos. Pero ver gente muerta que conoces, gente con la
que has bromeado, con la que has fumado y con la que has sufrido es
desgarrador. Sin embargo, tienes que mantenerte racional mientras cortas
su ropa y les vistes para el depósito de cadáveres. Ver a esas personas
desnudas y sin vida sobre una mesa era horrible. Tratas de ser
respetuosa pero, ¿cómo se respeta a un cadáver?
En torno a las 9 de la mañana, trajeron el cuerpo de Chekdar. Me
aguanté las lágrimas mientras cortaba su uniforme, recordando la última
conversación que habíamos mantenido sobre ayudarnos mutuamente a dejar
de fumar. Cuando se llevaron su cuerpo, saqué su encendedor de su ropa.
Es un mechero blanco muy cutre que ni siquiera funciona, pero me
recuerda a él. Sé que le habría gustado que alguien lo conservara.
A eso de las 10 de la mañana el fuego finalmente cesó. Los combatientes
del EI que no estaban muertos habían huido y nos habían dejado seis
muertos y muchos más heridos. También civiles. Lo peor fue una niña
pequeña que no debía de tener más de 11 años. Le habían disparado en la
entrepierna y la bala salió por detrás. Nunca olvidaré el olor de sus
entrañas, que yo trataba de contener con las manos para impedir que
salieran de su abdomen mientras el médico la envolvía en vendas. Pero
era imposible detener la hemorragia, la herida era demasiado grande. La
niña gemía débilmente y estaba pálida y fría. Y su madre estaba ahí,
sosteniendo la cabeza de su hija y hablándole suavemente en árabe. No
paraba de mirarnos, sonriendo con esperanza. En el fondo de nuestro
corazón, ambos sabíamos que era en vano. El hospital estaba a cuatro
horas de distancia y no disponíamos de suficiente equipamiento o ayuda.
Pero no podíamos dejarla morir sin más. Al menos hay que intentarlo,
¿verdad? La vendamos lo mejor que pudimos y la metimos en la siguiente
ambulancia que salió hacia el hospital. Todavía no me han dicho qué pasó
con ella. De algún modo, no quiero saberlo. Creo que sería demasiado
duro.
Cuando la niña se fue, vomité.
Cuando la niña se fue, vomité.
La atmósfera en el campamento ha sido inquietantemente extraña desde el
ataque. Todo el mundo ha estado muy callado todo el día, no se oyen las
risas y los chistes habituales. Algunas personas no podían decir ni una
palabra a nadie, todo el mundo está muy afectado. Aparte de perder a
Chekdar, lo que más me afectaba era lo de la niña. En ese momento
intentas enterrar tus emociones y tratar a ese tipo de pacientes con el
mismo cuidado con que tratarías a otro soldado. Pero estos son los
recuerdos que más te atormentan en los momentos de silencio. No he sido
capaz de sacármela de la cabeza en todo el día. Incluso ahora, cuando
cierro los ojos, todavía puedo ver su pequeña y pálida carita.
Hoy hemos visto mucha muerte y destrucción. Normalmente uno o dos
amigos acaban heridos, pero rara vez es algo tan grave como esto. Seis
de nuestros amigos están muertos, lo que probablemente el EI habrá
considerado una victoria. Pero no ha sido nada en comparación con el
daño que les hacemos nosotros. Somos mayores en número, estamos mejor
organizados y les hemos obligado a huir. Viendo las cosas desde una
perspectiva general, estamos ganando de largo. El Estado Islámico caerá,
no hay otro resultado posible.
Y yo tengo intención de estar ahí cuando eso suceda.
Ilustraciones por Nayon Cho.
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