El
secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, realizó una
visita sorpresiva y secreta de dos horas a la principal base aérea
estadounidense en Afganistán ayer, para reunirse con altos funcionarios
afganos dentro de un enorme búnker. También visitó el otro frente de
conflicto de larga data: Irak.
Cerca de 20,000 militares y contratistas viven y trabajan en la base Bagram Airfield al norte de Kabul. Que altos funcionarios estadounidenses se cuelen en ese país después de 16 años de guerra, miles de vidas perdidas y cientos de miles de millones de dólares gastados fue testimonio del estancamiento que enfrenta Estados Unidos debido a un enemigo talibán obstinado y efectivo que está cada vez más en ascenso.
Tillerson ni siquiera arriesgó el breve viaje a Kabul para visitar la fuertemente fortificada Embajada de los Estados Unidos o el palacio presidencial afgano, como lo hicieron sus predecesores. El cambio refleja la situación de seguridad cada vez más incierta en Kabul y el hecho de que la presencia de los Estados Unidos ahora está rodeada por vastas áreas controladas por los talibanes.
A su llegada fue recibido por el general John Nicholson, comandante de las operaciones de los Estados Unidos en Afganistán, junto con un importante contingente de soldados y guardias de seguridad y se trasladaron en una caravana de autos hasta el cuartel general de la base.
En el edificio de la sede, una antigua prisión, Tillerson y el general Nicholson se encontraron en otra habitación sin ventanas con el presidente de Afganistán, Ashraf Ghani; su director ejecutivo, Abdullah Abdullah; y su asesor de seguridad nacional, Hanif Atmar, mientras un camión blindado y Humvee vigilaban afuera.
El jefe de la diplomacia estadounidense reiteró en un comunicado el compromiso “claro” de su país con la paz en Afganistán y el Sur de Asia, en cuyo marco aumentó el mes pasado en 3.000 el contingente de 8.400 que ya mantenía en suelo afgano como parte del operativo de entrenamiento de la OTAN y en tareas antiterroristas.
Tillerson pidió a todos sus aliados, especialmente los países vecinos de Afganistán, que tomen medidas “prácticas “ para la implementación de la estrategia, al tiempo que prometió continuar su apoyo a Kabul en “todos” los campos, señaló el Palacio Presidencial afgano en un comunicado. En el encuentro, Ghani aseveró que el nuevo plan estadounidense ha creado un cambio “positivo” en la región.
Desde el fin de la misión de combate de la OTAN en enero de 2015, el Gobierno de Kabul ha ido perdiendo terreno ante los talibanes hasta controlar apenas un 57 por ciento del país, según el inspector especial general para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR) del Congreso de Estados Unidos.
Tillerson, llegó también ayer en una visita sorpresa a Bagdad para reunirse con dirigentes iraquíes. La televisión iraquí Al Sumariya aseguró que Tillerson ya llegó a la capital iraquí para encontrarse con el presidente de Irak, Fuad Masum, y con el primer ministro, Haidar al Abadi, sin dar más detalles sobre la agenda del encuentro.
Esta visita a Irak se produce después de que el político estadounidense pidiese el domingo en Arabia Saudita en el comienzo de una gira regional que “las milicias iraníes”, en clara alusión a las milicias progubernamentales Multitud Popular –que están bajo el control de Irak y que están apoyadas por Irán–, dejen el país.
Cerca de 20,000 militares y contratistas viven y trabajan en la base Bagram Airfield al norte de Kabul. Que altos funcionarios estadounidenses se cuelen en ese país después de 16 años de guerra, miles de vidas perdidas y cientos de miles de millones de dólares gastados fue testimonio del estancamiento que enfrenta Estados Unidos debido a un enemigo talibán obstinado y efectivo que está cada vez más en ascenso.
Tillerson ni siquiera arriesgó el breve viaje a Kabul para visitar la fuertemente fortificada Embajada de los Estados Unidos o el palacio presidencial afgano, como lo hicieron sus predecesores. El cambio refleja la situación de seguridad cada vez más incierta en Kabul y el hecho de que la presencia de los Estados Unidos ahora está rodeada por vastas áreas controladas por los talibanes.
A su llegada fue recibido por el general John Nicholson, comandante de las operaciones de los Estados Unidos en Afganistán, junto con un importante contingente de soldados y guardias de seguridad y se trasladaron en una caravana de autos hasta el cuartel general de la base.
En el edificio de la sede, una antigua prisión, Tillerson y el general Nicholson se encontraron en otra habitación sin ventanas con el presidente de Afganistán, Ashraf Ghani; su director ejecutivo, Abdullah Abdullah; y su asesor de seguridad nacional, Hanif Atmar, mientras un camión blindado y Humvee vigilaban afuera.
El jefe de la diplomacia estadounidense reiteró en un comunicado el compromiso “claro” de su país con la paz en Afganistán y el Sur de Asia, en cuyo marco aumentó el mes pasado en 3.000 el contingente de 8.400 que ya mantenía en suelo afgano como parte del operativo de entrenamiento de la OTAN y en tareas antiterroristas.
Tillerson pidió a todos sus aliados, especialmente los países vecinos de Afganistán, que tomen medidas “prácticas “ para la implementación de la estrategia, al tiempo que prometió continuar su apoyo a Kabul en “todos” los campos, señaló el Palacio Presidencial afgano en un comunicado. En el encuentro, Ghani aseveró que el nuevo plan estadounidense ha creado un cambio “positivo” en la región.
Desde el fin de la misión de combate de la OTAN en enero de 2015, el Gobierno de Kabul ha ido perdiendo terreno ante los talibanes hasta controlar apenas un 57 por ciento del país, según el inspector especial general para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR) del Congreso de Estados Unidos.
Tillerson, llegó también ayer en una visita sorpresa a Bagdad para reunirse con dirigentes iraquíes. La televisión iraquí Al Sumariya aseguró que Tillerson ya llegó a la capital iraquí para encontrarse con el presidente de Irak, Fuad Masum, y con el primer ministro, Haidar al Abadi, sin dar más detalles sobre la agenda del encuentro.
Esta visita a Irak se produce después de que el político estadounidense pidiese el domingo en Arabia Saudita en el comienzo de una gira regional que “las milicias iraníes”, en clara alusión a las milicias progubernamentales Multitud Popular –que están bajo el control de Irak y que están apoyadas por Irán–, dejen el país.
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