martes, 24 de octubre de 2017

La derecha neoliberal impone su agenda en Holanda


ctxt.es

La derecha neoliberal impone su agenda en Holanda

 

David Morales Urbaneja

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Europa contenía la respiración el pasado marzo. El foco mediático estaba puesto en Holanda, un país con 17 millones de habitantes que podía aupar al ultraderechista Geert Wilders al Gobierno. Las encuestas llevaban meses apuntando a que su partido sería el más votado y en algunos corrillos políticos de La Haya se comentaba que, si eso sucedía, los otros partidos debían negociar con él.
El primer ministro de Holanda, el liberal conservador Mark Rutte, escuchó a unos y otros. A dos meses de las elecciones puso cara de póker, miró sus cartas y, sin inmutarse, las jugó. “Las posibilidades de que gobierne con el PVV (de Wilders) son cero”, dijo en un programa de televisión. Bomba mediática, pues su partido había mantenido la máxima de negociar con cualquiera para llegar a acuerdos de Gobierno. Esa tajante afirmación cerraba el paso al ultraderechista, pero era también un riesgo para el futuro político del propio Rutte. De obtener un mal resultado, sus propios compañeros le habrían pedido que se apartara.
Wilders fue perdiendo fuelle según se acercaba la fecha de los comicios. Sólo participó en un debate, del que salió mal, y su campaña electoral fue pésima. Cuando las urnas se abrieron, se confirmó que la jugada de póker del primer ministro había sido maestra. El ultraderechista quedó segundo, pasando de 15 a 20 escaños (13% del voto), pero a mucha distancia del VVD, que se impuso con 33 diputados (21,3%). Rutte se hacía con la iniciativa para formar el nuevo Ejecutivo y repetiría en el cargo. “Holanda le ha dicho ‘¡hoo!’ al equivocado populismo”, afirmó exultante la misma noche de las elecciones. La llegada de Macron al Elíseo y la victoria de Merkel en Alemania confirmó lo que las cabezas pensantes de Bruselas anhelaban: la tormenta del populismo de derechas en Europa terminó siendo una marejada soportable.
La prensa internacional dejó de poner el foco en Holanda y sus políticos se pusieron manos a la obra para negociar un nuevo Gobierno. La fuerte fragmentación del Parlamento obligó al VVD a contar como mínimo con otros tres socios. Se dio por sentado que dos de ellos serían los democristianos de la CDA y los liberales progresistas de D66. El tercero, en cambio, no estaba tan claro.
Rutte lo intentó hasta en dos ocasiones con la Izquierda Verde, que le habría dado una mayoría estable en la Cámara Baja, pero los ecologistas se negaron a pasar por el aro de aceptar unas políticas de inmigración más duras para los refugiados. Los socialdemócratas también le dijeron que no, así que al VVD sólo le quedó una posibilidad. Era la más sensata por cercanía ideológica, pero la más inestable a nivel político: llamar a la calvinista Unión Cristiana, que con sus 5 diputados le daba a Rutte los 76 escaños necesarios para conseguir el apoyo del Parlamento. Las conversaciones duraron otros tres meses y medio, pero al final hubo “fumata blanca”.
Alexander Pechtold, líder de D66, en un acto de su partido. Marzo de 2017. 
Alexander Pechtold, líder de D66, en un acto de su partido. Marzo de 2017.
El (otra vez) primer ministro se presentó ante la prensa pletórico. "Es un acuerdo con el que nosotros, los ciudadanos de a pie, los holandeses normales, vamos a seguir hacia delante", dijo animado. Alexander Pechtold, del liberal progresista D66, se felicitó por “conectar a la Holanda conservadora y progresista”. Ambos dieron a entender que había triunfado el centro político, ese elemento difuso y etéreo al que aspira la mayoría de partidos. 
Regalos fiscales para los que más tienen
El pacto se bautizó como “Confianza en el futuro” y podría tener la firma del mismo Fondo Monetario Internacional. La lista de regalos a las empresas es larga. A saber: se reduce el impuesto de sociedades del 25% al 21% y desaparece la tasa del 15% que los accionistas pagaban por sus dividendos. Respecto al mercado de trabajo, el Gobierno aumentará de dos a tres años el periodo por el que un empresario puede ofrecer contratos temporales a un trabajador sin hacerlo fijo. Las compañías con más de 25 empleados estarán obligadas a pagar sólo un año de baja por enfermedad, frente a los dos de la actualidad.
Hay más. El IVA reducido, ese que se aplica a los productos básicos, pasará de un 6% a un 9%. Así, el precio del agua, la comida, los libros y las entradas de cine subirá un 3% de la noche a la mañana. El IRPF se simplificará y habrá sólo dos tramos: uno por debajo de los 68.00 euros brutos, que tributará a un 36’93%, y otro por encima de esa cantidad, que pagará un 49’5%.
La televisión pública NOS ha comparado ese sistema con el anterior y asegura que las rentas por debajo de los 20.000 euros pagarán un poco más (0’38%), pero quienes ingresen por encima de esa cantidad experimentarán una reducción fiscal de entre un 2’5% y un 3’8%. Una rebaja de impuestos de 5.000 millones para los trabajadores, defendió el Ejecutivo. “Un Gobierno para los ricos”, contestó el líder de la Izquierda Verde, Jesse Klaver. Habrá también importantes inversiones en Seguridad, especialmente en el presupuesto militar y en los servicios secretos encargados de la lucha antiterrorista.
En clave europea, más de lo mismo. Rutte sigue apoyando la ortodoxia financiera alemana y mantiene que “las deudas de un país de la Unión no pueden ser asumidas por otros estados” porque es una idea “indeseable”. Se rechaza explícitamente la propuesta impulsada por Macron de introducir eurobonos, unos títulos de deuda pública que serían respaldados por todos los países de la zona euro.
Los refugiados también se llevan su parte. Quienes consigan permisos de residencia legales no podrán, durante sus dos primeros años en Holanda, solicitar prestaciones para el alquiler o para el pago del seguro médico. Peor será para los que no puedan regularizar su situación, ya que se le otorgarán “capacidades adicionales” al Servicio de Repatriación, unidad encargada de expulsarlos.
El apartado sobre “fronteras externas europeas” mantiene lo siguiente sobre los inmigrantes que se juegan la vida en el Mediterráneo: “La gente rescatada en el mar debería ser llevada hasta el lugar más cercano y seguro, incluso si éste es la costa desde la que salieron”. Teniendo en cuenta que Holanda considera Libia, que vive actualmente una guerra civil, un país seguro, los refugiados que huyen de allí tendrían que ser devueltos por donde vinieron.
¿Y dónde está la izquierda?
Dividida, escarmentada y con dificultades para armar un relato propio. El partido socialdemócrata PvdA pactó en la anterior legislatura entrar en el Gobierno de gran coalición con el VVD, pero fue incapaz de parar los recortes propuestos por los liberales conservadores. Los electores les pasaron la factura en las urnas y se hundieron, pasando de 38 escaños a nueve (5’7% del voto).
El partido socialdemócrata PvdA pactó en la anterior legislatura entrar en el Gobierno de gran coalición con el VVD, pero fue incapaz de parar los recortes propuestos por los liberales conservadores
Llamativo es el papel que ha ejercido su líder, Lodewijk Asscher, que ostentó la cartera de Trabajo y Asuntos Sociales. Tras el varapalo de las elecciones, dijo que su partido necesitaba “lamerse las heridas” en la oposición, pero la inercia burocrática le obligó a seguir ejerciendo como ministro en funciones mientras el VVD negociaba un acuerdo con sus nuevos socios.
Se trataba del mismo político que no levantó la voz cuando su Ejecutivo subió la edad de jubilación de los 65 años a los 67, ni cuando se sustituyó el generoso sistema de becas holandés por otro que prioriza las becas-préstamo. Incluso apostó por “la flexibilización” del mercado laboral, epíteto utilizado para promover los contratos temporales a costa de los fijos.
Sin embargo, de camino a la oposición, Asscher pareció recuperar las ideas socialdemócratas. En agosto presionó públicamente a Rutte para que se comprometiera a mejorar las condiciones laborales de los maestros de Primaria, que lograron sacar a la calle a más de 50.000 personas en La Haya hace dos semanas. Amenazó incluso con no dar el visto bueno a los presupuestos de 2018, los cuales debía aprobar el Gobierno en funciones. Los partidos que negociaban el nuevo Ejecutivo tomaron nota y anunciaron un “importante mejora” en los contratos de los profesores. Al final se les dedicará una partida extra de 270 millones para subir sus salarios y una inversión de varios cientos de millones para mejorar la Educación, tanto a nivel de Infantil como en Primaria.
Los otros dos partidos de izquierda que estarán en la oposición serán el SP (Partido Socialista) y la Izquierda Verde. Junto al PvdA han lanzado una campaña para evitar la subida del IVA reducido que propone el Gobierno. No obstante, entre los tres suman 37 escaños. Difícil lo tienen en un Parlamento de 150 escaños.
Diferente es la batalla del liberal progresista D66, uno de los nuevos socios de Rutte que, al igual que los ecologistas, se benefició electoralmente del hundimiento socialdemócrata. Sus líderes sacan pecho porque, entre las inversiones públicas anunciadas, hay partidas nuevas para el cuidado de las personas mayores o una reducción del 50% en la matrícula de primer año de estudios superiores. Ahora bien, ni se plantean recuperar las becas universales que todos los estudiantes universitarios disfrutaban hasta el curso 2015/16, unos 280 euros al mes.
Otra medida consensuada con los partidos conservadores será un ligero aumento de las bajas por paternidad, aspecto en el que Holanda está a la cola en Europa. Se propondrá que los padres reciban el 100% de su salario los primeros cinco días de baja, tres más que en la actualidad, y que se aumente ese periodo hasta cinco semanas más manteniéndose el 70% del sueldo.
La extrema derecha, a la espera
El ultraderechista Geert Wilders será el líder de la oposición. Es su derecho como segundo partido más votado y aprovechará cada error del Gobierno para erigirse como el único capaz de acabar con los males del país. No obstante, el Parlamento contará con otro partido populista cercano a la extrema derecha: Forum voor Democratie (FvD), una formación nacida hace un año, que en las elecciones se hizo con dos escaños, pero cuyos apoyos se multiplican por cinco en los últimos sondeos.
El PVV de Wilders y FvD “son dos partidos que están de acuerdo en la mayoría de temas, aunque hay grandes diferencias de énfasis”, explicó a CTXT el politólogo Tom Louwerse, cuya media de encuestas es utilizada como referencia por los medios holandeses.
FvD defiende que “los partidos de la élite no nos representan bien. Dicen: ‘hay un cartel de partidos que no escuchan a la gente’. Lo combinan con una clara perspectiva nacionalista, defienden los valores holandeses y reclaman que el estado-nación vuelva a ser más fuerte otra vez. Es muy crítico con la inmigración, pero para ellos no es lo más importante. No señalan tanto al islam como fuente de todos los problemas, cosa que sí hace el PVV”, añade Louwerse.
Las costuras del Gobierno se pondrán a prueba en el Parlamento cada semana. Los cuatro partidos que lo apoyan suman 76 escaños, frente a los 74 de la oposición. Los planes anunciados por Rutte se basan en unas perspectivas económicas más que optimistas, así que cualquier corrección a la baja traería tensiones entre sus socios.
La disciplina de voto en Holanda no es tan rígida como en España. Si un solo diputado de esas cuatro formaciones decidiera escindirse por estar en desacuerdo con su partido, el Ejecutivo perdería la mayoría y tendría problemas para aprobar leyes. Le sucedió al PvdA en la legislatura pasada, cuando dos de sus parlamentarios decidieron irse y formas su propio grupo, pero no fue suficiente para hacer caer el Gobierno, que se mantuvo con 77 escaños.
Si esto le ocurriera ahora a Rutte, tendría dos salidas. La primera, buscar apoyos en la oposición. Podría intentarlo con los socialdemócratas o incluso con el calvinista radical SGP, a cambio siempre de concesiones. La segunda, disolver el Ejecutivo y convocar nuevos comicios. Los dados de las elecciones volverían a rodar, y la extrema derecha intentaría corregir los errores que cometió en la anterior campaña electoral. Con una opinión pública cada vez más derechizada, la pregunta sería: ¿susto o muerte?

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