Masivas violaciones de alemanas en la II Guerra Mundial: Las atrocidades del Ejército Rojo
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Los rusos no tuvieron compasión con las mujeres alemanas, incluyendo niñas y ancianas.
Uno de los aspectos más desconocidos e
infames de la Segunda Guerra Mundial, que los comunistas rusos en el
siglo XX intentaron disfrazar en vano como un mito inventado por la
prensa occidental, se verificó durante la actuación de las tropas de la
Unión Soviética durante la derrota de la Alemania Nazi, cuando los
soldados del Ejército Rojo conquistaron gran parte del territorio del
Tercer Reich.
Aprovechando que la población civil
alemana estaba en sus manos, procedieron a llevar a cabo lo que los
historiadores llamaron “el fenómeno de violaciones masivas más
importante de la historia”.
Según los cálculos de los mismos
historiadores, los rusos violaron a más de dos millones de mujeres
alemanas, incluyendo miles de niñas y ancianas.
Luego del fracaso de la operación
Barbarroja, la invasión alemana de la Unión Soviética -durante la cual
se produjeron cruentos episodios como el sitio de Leningrado (donde
miles de personas murieron de hambre) y la destrucción de cientos de
aldeas a manos de los temidos Einsatgruppen, los grupos operativos de las SS que eran unos comandos itinerantes que ejecutaban por igual a judíos y comunistas.
Los rusos, una vez que lograron expulsar a
los alemanes de su país, contraatacaron y se aprestaron a tomar una
cruel venganza. Y el primer objetivo fue Prusia Oriental, el territorio
alemán ubicado más al este.
Sin embargo, antes de desencadenar la
venganza bolchevique en Alemania, el Ejército Rojo primero cometió sus
primeras atrocidades en Polonia, el primer país que fue “liberado” del
yugo nazi.
Los soldados rusos, viéndose a sí mismos
como conquistadores más que liberadores, comenzaron de inmediato a
forzar a las mujeres polacas. Uno de los casos más impactantes ocurrió
en un convento, donde residían 25 religiosas. “15 fueron violadas y
asesinadas por los rusos.
Las 10 restantes fueron violadas, algunas
42 veces y otras 35 o 50 veces. Nada de eso sería de una importancia
mayor si no hubiese sido porque 5 de ellas estaban embarazadas.
Vinieron a pedirme consejo y hablaron de
aborto en término velados”, relataría años después la doctora Madeleine
Pauliac, quien conoció en primera persona a muchas de las religiosas
afectadas e, incluso, tuvo que asistirlas para dar a luz a los hijos que
gestaron después de ser forzadas por los soldados bolcheviques.
Los
soldados rusos del Ejército Rojo no sólo violaron a mujeres, ancianas y
niñas en su avance imparable hacia Alemania. En Polonia no dudaron en
violar a monjas, muchas de las cuales quedaron embarazadas. La película
“Las Inocentes” retrata esta historia.
Luego que el Ejército Rojo iniciara su
marcha hacia Alemania, llamada por la prensa soviética como “la guarida
de la bestia”, los comisarios políticos comunistas comenzaron a publicar
posters alentando a los soldados a desencadenar su rabia: “Soldado:
ahora estás en tierra alemana.
Llegó la hora de la venganza”, decía un
anuncio, mientras que otro pedía: “¡Véngate! ¡Tú eres un soldado
vengador! …¡Mata al alemán, y salta sobre la mujer alemana! ¡Así es como
un soldado ruso celebra la victoria”.
Cuando los rusos se apoderaron de Prusia
Oriental, descargaron de inmediato su resentimiento inhumano contra la
población civil indefensa, especialmente contra los niños (quienes
después que eran asesinados eran clavados en las puertas de los graneros
como advertencia) y las mujeres, a las cuales comenzaron a violar en
masa.
El historiador inglés Anthony Beevor, en
su libro “Berlín: la Caída”, relata que “en Moscú Beria y Stalin sabían
muy bien lo que estaba sucediendo.
Cierto informe los puso al corriente de
que “muchos alemanes declaran que todas sus compatriotas de Prusia
Oriental que han quedado atrapadas en la región están siendo violadas
por el Ejército Rojo”.
Se referían a numerosos casos de
violaciones colectivas que “incluyen a mujeres de menos de 18 años y
ancianas”. De hecho, había víctimas de hasta 12 años”.
Beevor agrega que “el grupo del NKVD (el
departamento de inteligencia que manejaba los asuntos internos en la
Unión Soviética) destacado con el 43 ejército ha descubierto que las
mujeres alemanas rezagadas en Schpaleiten habían intentado suicidarse.
Interrogaron a una de ellas, llamada Emma Korn.
Ella contó que el 3 de febrero de 1944
entraron en la ciudad las tropas de primera línea de combate del
Ejército Rojo: “Llegaron a la bodega en que nos ocultábamos, nos
apuntaron con sus armas, a mí y a las otras dos mujeres, y nos
ordenáramos que saliéramos al patio.
Una vez allí, se turnaron para violarme
12 soldados, mientras que otros hacían lo mismo con mis dos vecinas. La
noche siguiente irrumpieron en la bodega seis soldados borrachos y nos
violaron delante de los niños.
El 5 de febrero les tocó el turno a tres
soldados más, y el día 6 nos violaron también y nos golpearon 8 soldados
borrachos”. Tres días más tarde, las agredidas intentaron suicidarse y
acabar asimismo con la vida de sus hijos cortándoles las muñecas,
aunque, claro está, no supieron cómo hacerlo de un modo efectivo”.
Familias alemanas huyendo del terror ruso en Prusia Oriental.
Los
soldados rusos, aparte de violar a miles de mujeres, ancianas y niñas,
asesinaron a mansalva y destrozaron en Prusia Oriental todo lo que
encontraron en su camino.
Antony
Beevor relata que “muchos de ellos quedaron estupefactos al comprobar
el número tan elevado de hogares que contaban con radio y al ver con sus
propios ojos la prueba palpable de que la Unión Soviética no era el
paraíso del trabajador y el campesino tal como les habían asegurado.
Las
prósperas granjas alemanas de Prusia Oriental provocaban una mezcla de
desconcierto, envidia, admiración e ira que alarmó a los agentes
políticos rusos”.
En el libro “La cara no femenina de la
guerra” de Svetlana Aleksievich, que recoge memorias y experiencias de
veteranos soviéticos en Alemania, un exoficial ruso recuerda que “éramos
jóvenes, fuertes, y llevábamos cuatro años sin mujeres.
Probábamos a pescar mujeres alemanas y…
diez hombres violaron a una chica. No había suficientes mujeres; toda la
población escapaba del Ejército Rojo. Así pues, cogíamos niñas de doce o
trece años.
Si lloraba, le poníamos una cosa en la
boca. Creíamos que era divertido. Ahora no puedo entender cómo fuimos
capaces de hacerlo. Un chico de buena familia… pero aquel era yo”.
Una mujer del Ejército Rojo dirige el tránsito en una calle de Berlín, totalmente en ruinas.
Una operadora telefónica del Ejército
Rojo recordó por su parte en el mismo libro que “cuando ocupábamos un
pueblo, primero teníamos tres días para los saqueos y … [las
violaciones]. Por descontado eso no era oficial.
Pero después de tres días se te podía
juzgar por hacerlo. […] Recuerdo a una mujer alemana violada,
permaneciendo desnuda con una granada entre las piernas. Ahora siento
lástima, pero no la sentía en aquel momento… ¿Piensas que fue fácil
perdonar a los alemanes?
Odiábamos ver sus casas blancas, limpias e
intactas. Con rosas. Quería que sufrieran. Quería ver sus lágrimas…
Tuvieron que pasar décadas para que comenzara a sentir compasión por
ellos”.
Violaciones masivas en Berlín
Una vez que las “hordas” rusas del
Ejército Rojo se adentraron en Alemania y comenzaron a acercarse a la
capital, Berlín, el horror de las mujeres alemanas fue en aumento.
El historiador Antony Beevor relata que
“monjas, muchachas jóvenes, mujeres ancianas, embarazadas y madres que
acababan de alumbrar fueron víctimas de impías violaciones. Una mujer
comparó lo sucedido allí con los “horrores propios” de la Edad Media.
La pauta que seguían los soldados en
estos casos parecía ser común a todos los ejércitos soviéticos que
participaron en la toma de Berlín, y consistía en alumbrar con linternas
el rostro de las mujeres que se apiñaban en los búnkeres a fin de
elegir a sus víctimas”.
Una vez que Adolf Hitler se suicidó en su búnker de la Cancillería,
y los rusos se transformaron en los amos y señores de Berlín, comenzó
nuevamente la pesadilla para las mujeres de la capital alemana.
Antony Beevor cuenta que “los berlineses
recuerdan que, dado que todas las ventanas habían saltado a causa de las
explosiones, era difícil no oír los gritos que se sucedían una noche
tras otra.
Las estimaciones llevadas a cabo por los
dos hospitales más importantes de Berlín oscilaban entre las 95 mil y
las 135 mil víctimas de violación. Un médico calculó que, de unas 100
mil berlinesas violadas, unas 10 mil murieron a causa de la agresión.
La causa de muerte más extendida en estos
casos era el suicidio. La tasa de mortalidad fue, al parecer, mucho
mayor entre el millón 400 mil que habían sufrido esta suerte en Prusia
Oriental, Pomerania y Silesia.
En total se cree que fueron forzadas
sexualmente al menos dos millones de mujeres alemanas, y una minoría
sustancial –que tal vez llegue más bien a ser una mayoría- fue sometida a
violaciones múltiples.
Una amiga de Ursula Von Kardorff y de la
espía soviética Shulze-Boysen fue agredida “por 23 soldados rusos, uno
detrás de otro”. Después la hubieron de coser en el hospital”.
Ingeborg Bullert, una mujer alemana de
actuales 90 años, relató que cuando llegaron los soviéticos a su barrio
en Berlín, había tanques en la calle y, como todos sus compatriotas,
ella se refugió en el sótano de su edificio.
Una de las noches de bombardeo, salió del
refugio y fue a buscar a su apartamento un pedazo de cuerda para colgar
una lámpara. De repente la sorprendieron dos soldados soviéticos que la
sometieron con pistolas. “Me violaron los dos. Pensé que me matarían.
Nunca le conté mi experiencia a nadie, porque me parecía muy difícil
decírselo a alguien. A mi mamá le gustaba alardear con que a su hija no
la habían tocado”.
La berlinesa Ingeborg Bullert, al
igual que miles de su compatriotas, fue violada por los soldados rusos
después de la toma de Berlín en 1945.
Ingeborg Bullert ya anciana.
Beevor cuenta que, respecto de las
violaciones masivas perpetradas por los rusos en Alemania, “tanto se ha
ocultado esta cuestión en Rusia que aún se niegan los veteranos que
sucedió en realidad durante aquellos violentos ataques en territorio
alemán.
Sólo algunos se muestran dispuestos a
confesar que presenciaron este tipo de escenas. Sin embargo, son
poquísimos los que acaban por hablar sin tapujos del asunto y todos
ellos mantienen una actitud impenitente.
“Todas se levantaban las faldas ante
nosotros y se acostaban a nuestro lado”, afirma el antiguo dirigente de
una compañía blindada del Komsomol, que incluso llegó a jactarse de que
en Alemania nacieron “dos millones de hijos nuestros”.
Beevor, finalmente, agrega que “las
razones de este fenómeno de violación en masa, que incluye la violación
colectiva o en grupo, tiene algunos aspectos interesantes.
Los soldados del Ejército Rojo fueron
brutalizados por la guerra, pero también humillados por oficiales y
comisarios, que incluso les hicieron vestir los uniformes de sus
camaradas muertos.
La humillación provoca ira, y lo que se
podría llamar teoría toc-toc (knock on theory) de la opresión. Las
mujeres alemanas eran el blanco más vulnerable y sencillo. Un psicólogo
ruso también señaló que la sociedad estalinista había intentado
desexualizar la vida para que todas las emociones estuvieran dirigidas
al líder y al partido.
Esto produjo lo que él llamó “la peor
forma de erotismo de barracas”. Además, la mayoría de estos soldados
eran inexpertos sexualmente, de modo que bebían alcohol para reforzar su
coraje. Y si no podían rendir sexualmente, se vengaban de las mujeres,
incluso usando la botella como reemplazo”.
Fuente guioteca.com
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