I.
Llegó al colmo el ya casi expresidente Enrique Peña, pues sabiéndose el
nombre de su sucesor, padece la pérdida de su poder absoluto. Ante las
críticas a su fallida “estrategia” de seguridad convertida en un baño de
sangre por todo el país y en el ámbito de su competencia federal, se
mostró “ofendido” y asegura que le hacen bullying, o sea, que
lo golpean, humillan y patean, confundiendo a la sociedad con una
pandilla. Dice esto porque en su cara le soltaron las fallas, sobre
todo, de los policías de Gobernación (tras suprimir la Secretaría de
Seguridad), a quienes mandan a la guerra contra el narcotráfico con
armamento inferior a los sicarios y bajísimos sueldos, mientras Peña
gasta fortunas en publicidad para cuidar su deteriorada imagen (a cargo
de la esposa de Rafael Pacchiano, el titular del Medio Ambiente) y deja
que la corrupción vacíe las arcas nacionales. Integrantes de la policía
se quejaron en una encuesta de que el señor Mondragón –amigo de Peña–
tiene más de 600 de esos uniformados para cuidar a su familia, y que no
reciben el entrenamiento adecuado contra las poderosas mafias de las
drogas.
II. Quiere Peña que se reconozca a militares, marinos y policías, pero aun cuando estos hacen su mejor esfuerzo, carecen de un plan y programas, porque su jefe: Miguel Ángel Osorio Chong es un burócrata que ha “reducido” los índices delictivos, creyendo que así figuraría como candidato presidencial; pero sólo le ofrecen una senaduría por su natal Hidalgo. Se muestra Peña víctima, cuando es el responsable de que haya aumentado sangrientamente la inseguridad. Hay cada día más homicidios, feminicidios, secuestros y desapariciones forzadas. Los conflictos se resuelven a balazos, porque la venta y renta de armas a la par del narcomenudeo, es un negocio a la luz del día. Los capos ya se instalaron en la capital del país y se la disputan a sangre y fuego. Y no quiere Peña que critiquen su gobierno fallido y únicamente entretenido en cómo aplasta a los partidos para 2018. Y cómo salir de la ratonera de Odebrecht que, todo indica, sobornó su campaña de 2012 por medio de su amigo Emilio Lozoya.
III. Y tampoco sabe qué hacer ante los desprecios de Donald Trump, pues su amigo Luis Videgaray fracasó, desde haber traído a ese enloquecido presidente estadunidense y no resolver el Tratado de Libre Comercio como prometió. Pero el colmo de quien fracasó totalmente y deja un país al borde de la “guerra de todos contra todos” –metáfora de Thomas Hobbes en su Leviatán– como Peña, es que defienda la inseguridad. No es que Peña ignore la realidad o que esté en las nubes, lo que pasa es que al escuchar de viva voz las cifras de los delitos se puso como un Zeus furioso, porque le mostraron la sangrienta inseguridad en la que él y los desgobernadores nada han hecho. Una guerra que van ganando los enemigos, comandados por los capos y malos funcionarios. Así que los mexicanos son las víctimas y el peñismo el victimario. Esto es lo que está en cuestión y por lo que Peña tendrá que pagar, antes del final de su sexenio, incluso con juicio político. Y cuando le entreguen el cadáver del Partido Revolucionario Institucional derrotado en las elecciones presidenciales.
cepedaneri@prodigy.net.mx
II. Quiere Peña que se reconozca a militares, marinos y policías, pero aun cuando estos hacen su mejor esfuerzo, carecen de un plan y programas, porque su jefe: Miguel Ángel Osorio Chong es un burócrata que ha “reducido” los índices delictivos, creyendo que así figuraría como candidato presidencial; pero sólo le ofrecen una senaduría por su natal Hidalgo. Se muestra Peña víctima, cuando es el responsable de que haya aumentado sangrientamente la inseguridad. Hay cada día más homicidios, feminicidios, secuestros y desapariciones forzadas. Los conflictos se resuelven a balazos, porque la venta y renta de armas a la par del narcomenudeo, es un negocio a la luz del día. Los capos ya se instalaron en la capital del país y se la disputan a sangre y fuego. Y no quiere Peña que critiquen su gobierno fallido y únicamente entretenido en cómo aplasta a los partidos para 2018. Y cómo salir de la ratonera de Odebrecht que, todo indica, sobornó su campaña de 2012 por medio de su amigo Emilio Lozoya.
III. Y tampoco sabe qué hacer ante los desprecios de Donald Trump, pues su amigo Luis Videgaray fracasó, desde haber traído a ese enloquecido presidente estadunidense y no resolver el Tratado de Libre Comercio como prometió. Pero el colmo de quien fracasó totalmente y deja un país al borde de la “guerra de todos contra todos” –metáfora de Thomas Hobbes en su Leviatán– como Peña, es que defienda la inseguridad. No es que Peña ignore la realidad o que esté en las nubes, lo que pasa es que al escuchar de viva voz las cifras de los delitos se puso como un Zeus furioso, porque le mostraron la sangrienta inseguridad en la que él y los desgobernadores nada han hecho. Una guerra que van ganando los enemigos, comandados por los capos y malos funcionarios. Así que los mexicanos son las víctimas y el peñismo el victimario. Esto es lo que está en cuestión y por lo que Peña tendrá que pagar, antes del final de su sexenio, incluso con juicio político. Y cuando le entreguen el cadáver del Partido Revolucionario Institucional derrotado en las elecciones presidenciales.
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