domingo, 21 de enero de 2018

El renacer de Iraq dista mucho de ser seguro a pesar de la euforia de Bagdad


rebelion.org

El renacer de Iraq dista mucho de ser seguro a pesar de la euforia de Bagdad

 


Las victorias del primer ministro iraquí Haider al-Abadi sobre el Estado Islámico y el retroceso de la cuestión de la independencia kurda han provocado optimismo respecto al futuro de Iraq, pero el líder iraquí todavía tiene que empezar a construir un nuevo país inclusivo. Iraq puede contar con dos logros importantes en 2017. En julio liberó por fin del Estado Islámico (EI) a la segunda ciudad del país, Mosul, y sofocó la campaña kurda por la independencia tras el referéndum sobre la independencia del Kurdistán el 25 de septiembre.
Estos logros aumentaron la confianza de las élites políticas en Bagdad. El país atrae cada vez más una cobertura positiva de los medios de comunicación. El primer ministro iraquí Haidar Abadi incluso ha llegado a figurar en la lista de 2017 de los cien principales pensadores mundiales elaborada por la revista Foreign Policy . Esta revista describ ía sus logros de la siguiente manera: “A lo largo del año pasado ha expulsado al Estado Islámico de las ciudades iraquíes, ha emprendido planes para reformar el masivo y corrupto sector público del país, y ha planificado una política exterior destinada a impedir que las potencias regionales utilicen Iraq como campo de batalla. La victoria más importante de Abadi en 2017 fue la liberación de Mosul, la segunda ciudad de Iraq, en julio. Su intento de mantener Iraq unido le he exigido luchar contra algo más que contra los yihadistas. En octubre, después de que los kurdos celebraran un referéndum sobre la independencia, autorizó una exitosa operación para retomar de manos de los peshmerga la rica en petroleo y disputada región de Kirkuk” .
Victorias pírricas
Además de estos éxitos, algunos analistas han sugerido que asistimos a un renacer de una identidad cívica o nacionalismo iraquí más allá y por encima de las identidades sectarias.
Una dosis mesurada de confianza en sí mismo es saludable y necesaria en Oriente Medio, pero esta confianza en sí mismo puede acarrear resultados nocivos si se convierte en exceso de confianza o en orgullo desmedido. La historia política de Oriente Medio está repleta de ejemplos de este exceso de confianza que han dado lugar a victorias pírricas.
Parece que este peligro se les presenta tanto a Iraq como al propio primer ministro. Varios incidentes ocurridos recientemente no apuntan a un liderazgo inteligente capaz de sacar partido de estas victorias recientes para lograr la estabilidad, la paz social y la cohesión entre los diferentes componentes de la sociedad iraquí.
Por desgracia, el gobierno central iraquí ha desaprovechado varias oportunidades importantes para demostrar a su pueblo su compromiso con un modelo de gobernanza inclusivo y no sectario. Por ejemplo, ¿qué puede poner de manifiesto un terremoto? ¿La tragedia, la miseria, la naturaleza de la gobernanza, el nivel de responsabilidad de la clase política? La lista podría continuar. Pero un terremoto también puede sacar a un primer plano los fallos sociopolíticos de un país y la calidad de sus élites políticas.
Eso es precisamente lo que ha revelado el trágico terremoto que afectó el mes pasado a la región del Kurdistán de Iraq e Irán.
Iraq sigue siendo un país que está política y emocionalmente dividido. La respuesta del gobierno central ante el terremoto fue una clara manifestación de dicha división. Mientras los kurdos lidiaban con las consecuencias de este mortífero terremoto, la simpatía y solidaridad públicas y políticas con los kurdos por parte del resto de Iraq estaban en su punto más bajo.
Según informes iniciales del Gobierno Regional del Kurdistán (KRG, por sus siglas en inglés), diez personas murieron y más de 500 resultaron heridas en la región de Kurdistán donde el pasado 12 de noviembre un terremoto afectó a unas 640.000 personas.
Mientras sus compatriotas hacían frente a esta calamidad no se vio por ninguna parte a Abadi, al que cada vez se le considera más un hombre de Estados Unidos en Bagdad. Le costó cierto tiempo emitir un comunicado carente de simpatía y compasión al día siguiente. La oficina de Abadi afirmó que el primer ministro “está siguiendo la situación de los ciudadanos tras el terremoto”.
Se abstuvo de visitar las ciudades asoladas por el terremoto. Por desgracia, no parece que la idea de ciudadanía haya dejado una honda huella en la psicología política del primer ministro o, en este caso, de la mayoría de las élites políticas de Iraq y de la región de Kurdistán.
Dado que las ciudades asoladas por el terremoto (Sulaymaniyah y Halabja) no formaban parte de la circunscripción política tradicional de Abadi, parece que este pensó que podía permanece ajeno a sus sufrimientos, lo que no augura nada bueno para el tejido social y político del país.
Si un acontecimiento trágico de esta magnitud no pudo forzar a la clase dirigente de Iraq a superar la división política y el partidismo, pocas cosas pueden hacerlo.
Este terremoto ocurrió aproximadamente un mes y medio después de que el Kurdistán iraquí celebrar un referéndum de independencia con una participación del 72 % y un 93 % de votos a favor de la independencia. Abadi tenía una oportunidad de oro de demostrar a los iraquíes en general y a los kurdos en particular que su gobierno podía ir más allá de las identidades étnicas y sectarias en el servicio a los iraquíes de todas las tendencias. Pero, por desgracia, no superó esa prueba.
Euforia en Bagdad
Asimismo, el equipo nacional de fútbol iraquí, que jugó en la histórica ciudad de Karbala al día siguiente del terremoto, no empleó unos segundos en rendir homenaje a las víctimas del terremoto de Kurdistán.
Este incidente sugiere claramente que a pesar de estar dentro de las mismas fronteras geográficas, la distancia emocional y psicológica que separa el Kurdistán iraquí del resto del país parece ser verdaderamente grande.
En vez de aprovechar la oportunidad para demostrar a los ciudadanos kurdos que tanto su gobierno como Iraq también eran suyos, la apatía de Abadi y la lenta respuesta del resto de Iraq sirvió para lo contrario. Este acontecimiento por sí mismo debería obligar a reconsiderar su valoración a los analistas que recientemente habían descrito un cuadro de Iraq muy optimista y de color de rosa.
Como indicamos antes, la derrota del EI y el desbaratamiento del sueño kurdo de independencia conforman el trasfondo de este optimismo exagerado en Occidente y de la euforia de Bagdad.
En cierto modo, es comprensible. La derrota militar de una organización terrorista vil y el mantenimiento de la unidad territorial de Iraq tras el referéndum kurdo no son acontecimientos baladíes. Pero Iraq no ha solucionado el origen de ninguno de los dos problemas. En Iraq el momento posterior al EI no es lo mismo que el momento posterior a la crisis.
El EI era un fenómeno político tanto como militar.
Las condiciones que alimentaron el dinamismo de Al Qaeda durante los primeros años de la ocupación encabezada por Estados Unidos y que provocaron la emergencia del EI fueron políticas. Eso está profundamente relacionado con la estructura que se estableció en los años posteriores a la invasión por parte de Estados Unidos de Iraq a partir de 2003.
Los agravios de Bagdad-Erbil La constitución de 2005 otorgó una base legal a esta fallida estructura política. Elaborada a todas prisas en circunstancias extraordinarias tras la invasión de Iraq, la constitución claramente discrimina al componente sunní de la sociedad iraquí, ya que la sociedad sunní había sido imprudentemente identificada con el anterior dictador de Iraq, Saddam Hussein.
Esta marginación de los sunníes en el “nuevo” Iraq es lo que ha alimentado todo tipo de radicalismos dentro del país y más allá. La última reiteración de este radicalismo ha sido la barbarie del EI. Todavía no se han abordado totalmente las reclamaciones de las personas sunníes.
Asimismo, Iraq ha recibido el respaldo regional e internacional a su oposición al referéndum sobre la independencia del Kurdistán. La mayoría de los Estados apoyaron el status quo debido sobre todo al temor a lo desconocido y al precedente que una independencia de los kurdos iraquíes establecería para los kurdos que viven en Turquía, Irán y Siria.
El apoyo activo de sus vecinos, particularmente de Irán y Turquía, y la aquiescencia de Estados Unidos y Gran Bretaña han sido fundamentales para el éxito de los pasos dados por Iraq para recuperar casi todos los territorios que le disputaba el KRG.
Iraq y la región del Kurdistán se disputan una gran parte de territorio, incluida la rica en petróleo provincia de Kirkuk: se suponía que no más tarde del 31 de diciembre de 2007 se habría resuelto el estatus del territorio según el artículo 140 de la constitución.
Como continúa sin resolverse, este problema es el principal de la lista de disputas y agravios entre Bagdad y Erbil. Con la guerra relámpago del EI y el subsiguiente colapso del ejército iraquí en 2014 los kurdos se habían hecho con el control de la mayoría de estos territorios.
Con el pretexto del referéndum el ejército iraquí, junto con las milicias de las Unidades de Movilización Popular (PMU, por sus siglas en inglés) que tenía el apoyo total de Irán, se hizo con el control de estos territorios.
Pero de la misma manera que la toma militar por parte de los kurdos de estos territorios no acabó con su condición de territorios disputados en 2014, las recientes campañas militares de Iraq tampoco han resuelto la disputa.
Iraq ha demostrado a los kurdos que puede recurrir fácilmente al puro poder militar. Irán también ha demostrado que usará todos los medios de los que dispone para sofocar las aspiraciones kurdas. Pero Iraq no ha abordado las reclamaciones de los kurdos.
Tras el referéndum se sigue sin resolver todas las reclamaciones que hacían los kurdos al gobierno central de Bagdad antes del referéndum. El hecho de que el 93 % de los kurdos que participaron en el referéndum haya votado a favor de la independencia envía un mensaje claro a Bagdad de que no contemplan un futuro mejor para sí mismos dentro del marco de Iraq.
Es indudable que se puede discutir lo acertado de la decisión. Es legítimo preguntar si trazar nuevas fronteras resolverá las inextricables disputas de Oriente Medio.
No tiene por qué ser un empeño siniestro el poner en tela de juicio que la forma de independencia nacional del siglo XIX o XX sea la única forma válida de autodeterminación nacional para los grupos minoritarios.
Pero estas preguntas siguen sin cambiar la situación o la realidad política. El 93 % votó a favor de separarse de Iraq, lo que debería alarmar a las élites políticas de Bagdad ya que es una de las manifestaciones más claras de su fracaso colectivo.
Este resultado es particularmente elocuente si se tiene en cuenta el hecho de que el 98 % de los kurdos votó a favor de una nueva constitución iraquí en 2005 que unía su destino a Iraq en un acuerdo federal.
Para resolver esta última crisis muchos especialistas y altos cargos mencionan la constitución como la base para resolver la disputa, pero el problema no es meramente que la constitución iraquí tenga un defecto de nacimiento y que la corte federal sea parcial, sino que la implementación de la constitución es muy selectiva.
El gobierno central iraquí y el KRG se acusan mutuamente de violar constantemente la constitución y ambos tienen razón. Por ejemplo, el KRG acusa al gobierno central de Bagdad de violar 55 de los 143 artículos de la constitución. Tal y como está, Iraq es un país sin un contrato social que funcione y que solo tiene una constitución parcialmente implementada.
Este cuadro no refleja la imagen de un país en vías de lograr la estabilidad.
Una capacidad política responsable Doce años después, dos de los tres principales componentes de Iraq (chiíes, sunníes y kurdos) están cada vez más alejados del centro político. La comunidad chií tampoco ha recibido todavía unos servicios y una gobernanza buenos.
La marginación de los sunníes ha dado a Al Qaeda una transfusión de sangre y ha originado el EI. El nacionalismo kurdo, exacerbado por los agravios recibidos, ha buscado la manera de romper con Iraq.
Este cuadro demuestra por qué el eufórico estado de ánimo de Bagdad debe ser sustituido por una habilidad política. Además, este cuadro también pone en entredicho las recientes afirmaciones de que está emergiendo una identidad o nacionalismo cívico iraquí.
Lo que está ocurriendo no parece ser una forma cívica de identidad/nacionalismo iraquí que vaya creciendo en todo Iraq, sino que parece que el componente chií de la sociedad iraquí se está apropiando de la identidad iraquí, de forma similar a la apropiación por parte de los sunníes de la identidad iraquí durante en régimen del Partido Baath en Iraq.
La nueva idea de la identidad iraquí está muy vinculada a un proceso de construcción del Estado en Iraq centrado en lo chií. Todavía está por contestar de forma satisfactoria o inclusiva la pregunta de qué tipo de lugar tienen los árabes sunníes y los kurdos en esta nueva forma de identidad o nacionalismo iraquí.
Sería informativo e ilustrativo a este respecto un estudio comparativo sobre las formas de identidad iraquí en el presente y las que la conformaron durante el periodo baathista. La locura de Estados Unidos tiene que ver con ello. La crisis de Iraq tiene sus raíces en su estructura política, que sufre una crisis de gobernanza, de autoridad política y de inclusividad. Pero Estados Unidos tiene fijación con ciertos líderes.
[Estados Unidos] Parece poner todo los huevos en el cesto de la reelección de Abadi en las elecciones generales del 12 de mayo de 2018. La lógica declarada de esta política es la siguiente: por medio de la reelección de Abadi Estados Unidos espera contrarrestar la cada vez mayor influencia de Irán en Iraq.
Es una política errónea, las calamidades de Iraq no se pueden solucionar empoderando a un solo individuo. Es algo sistémico y estructural, que exige reformar el sistema político de Iraq y el modelo de gobernanza.
La idea de ciudadanía Eso exige abordar los agravios de los kurdos y que se permita a los árabes sunníes participar de forma justa en el sistema político. También exige fortalecer en Iraq las instituciones estatales, la idea de ciudadanía y el contrato social. En segundo lugar, la fuente de influencia de Irán en Iraq es estructural, social, política y económica.
Las milicias respaldadas por Irán casi han construido un estructura de seguridad paralela en el país. Dado el extremadamente fragmentado sistema político de Iraq y su profundamente infiltrado sector de seguridad, un solo individuo, independientemente de la posición que tenga, será incapaz de acabar con la cada vez mayor influencia de Irán.
Solo un Iraq funcional e inclusivo, cuyo modelo de gobernanza y cuyo sector de seguridad se hayan reformado, donde las diferentes comunidades participen de forma equitativa en el sistema político del país y donde el poder esté descentralizado logrará hacer disminuir la influencia de Irán.
En este sentido Iraq seguirá sumido en su cada vez más profunda crisis y, por lo tanto, sometido a la influencia de Irán a menos que emprenda una política de liberar al Estado y a la sociedad del yugo de las milicias. En este aspecto el cuadro es particularmente desalentador. El poder e influencia de estas militas parece ser mayor, no menor. La cantidad de ellas supera ampliamente las mil.
Las milicias funcionan como un Estado dentro del Estado y como una red transnacional. Ningún político o centro de poder en Iraq parece querer hacer frente a esta desalentadora realidad o ser capaz de ello.
Es obvio que es más fácil enumerar esos cambios que llevarlos a cabo. Para que el futuro de Iraq sea seguro tiene que hacer frente a estos difíciles retos y sus élites políticas tienen que tomar decisiones difíciles y, en ocasiones, costosas. De otro modo será solo cuestión de tiempo la próxima crisis importante de Iraq, incluida la posible reaparición de una nueva forma de extremismo.
Galip Dalay es director de investigación del al-Sharq Forum e investigador sobre cuestiones turcas y kurdas en el Al Jazeera Centre for Studies.
Fuente: http://www.middleeasteye.net/essays/despite-euphoria-baghdad-iraq-far-being-stable-49067026
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción. 

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