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EL MITO DE LA BRECHA SALARIAL
Empezaré por lo obvio: un problema que no existe no puede ser
solucionado. Y si, frente a su evidente irrealidad, alguien insiste en
su existencia, no es para combatirlo, sino para proyectar un perverso
estigma de culpabilidad contra otro u otros. Es una táctica tramposa
pero eficaz que ideologías diversas han utilizado contra sectores de la
población a los que buscaban marginar, someter o, directamente,
exterminar, ... lo primero es encender el odio contra el colectivo
rechazado mediante argumentos inconsistentes pero insistentes, según el
conocido "modus operandi" de propaganda Goebbels-Bernaysiana. Luego ya
vendrán las medidas contra ese colectivo.
Y, cuando se recurre a las más retorcidas mentiras, el único problema para el Poder es bien fácil: silenciar su refutación.
Hoy la ideología de odio promovida, financiada y respaldada por el Poder
político es el misandrismo disfrazado de feminismo igualitario, pero
sin igualdad por ninguna parte (discriminación del varón, ley VioGen,
sustitución del mérito por el género como criterio de acceso al
funcionariado, etc.) ... salvo en las proclamas teóricas, el campo en
que el totalitarismo siempre se pone presentable.
De acuerdo con la apuntada necesidad de diagnosticar problemas
inexistentes, la retórica inflamada (en el sentido en que la inflamación
es una alteración patológica y un estado enfermizo) del feminismo de
tercera generación exige aplicar una óptica desquiciada a la realidad
para poder victimizar a media sociedad y culpabilizar a la otra media
("cuanto peor, mejor", según la lógica terrorista adoptada por la
"intelligentzia" oficialnoica). Y, al margen de la falacia que supone
juzgar al machismo por sus efectos y al feminismo por sus intenciones,
las reclamaciones del supremacismo homomatriarcal varían entre lo
grotesco (la lucha contra el "manspreading") y lo tramposo (la inexistencia oficial de denuncias falsas
que tan ventajosas resultan para sus impunes autoras), con la paranoia
prefabricada de la "brecha salarial hombre-mujer" como recurrente punta
de lanza y pespunte sin hilo, pues las evidencias en contra, la clamorosa ausencia de pruebas y el sentido común lo contradicen.
Pero es que discutir con los palmeros y las palmeras de la propaganda
oficial es tan infructuoso como hacerlo con un posavasos de Ikea:
repiten como papagayos el mantra de que hay que informarse para poder
llevarles la contraria y al primer desglose razonado de las tramposas
estadísticas a las que recurren se quedan sin habla.
Y es que la cantinela de la brecha salarial ha sido refutada en incontables ocasiones,
pero está visto que no se enteran (lo de informarse es solo para sus
contradictores), y eso que los desmentidos han venido en ocasiones de
los mismos que promocionaban la patraña: hace años el ministro Caldera
reconocía que la diferencia bruta de salarios entre sexos se explica
porque el porcentaje de hombres que sacrifica una vida familiar en aras
de ocupar puestos de poder es mayor que el de las mujeres, por lo que
invierten más horas en el ámbito laboral y suelen copar los cargos
directivos.Basta con tres sencillas preguntas para demostrar la falacia de la distinta remuneración hombre-mujer: ¿Alguien ha podido presentar ante los medios las nóminas de dos trabajadores -varón y mujer- de la misma empresa que desempeñen la misma categoría profesional, con la misma antigüedad y mismas condiciones (responsabilidades, horas extras, etc.) en la que aparezca diferencia salarial alguna en función del sexo del titular? ¿Alguien sabe de alguna empresa en todo el territorio español donde esté implementada una gratificación extraordinaria por ser hombre? ¿Alguien se cree que en una empresa cualquiera, por el mismo trabajo (el mismo perfil y duración), una mujer podría cobrar ni un solo euro menos que un hombre sin que interveniera la inspección de trabajo?
Pero es que suponer que existe una especie de conjura secreta entre malignos empresarios que prefieren postergar, humillar y marginar a las mujeres antes que obtener el beneficio económico que es la razón de ser del sistema capitalista no solo es ilógico, es absurdo. La regla número uno del sistema económico es obtener el máximo beneficio con el menor costo posible. Suponiendo que los empresarios no son lerdos -condición desventajosa en la jungla de la economía-, ¿para qué iban a contratar a hombres si pudieran contratar a mujeres pagándoles menos para que hicieran el mismo trabajo?
Y, ya que estoy lanzado, subrayo lo de "el mismo trabajo", porque si el del hombre es diferente (mas horas, mas disponibilidad, mas riesgos, mas nocturnidades, mas responsabilidades, ...) la remuneración, por justicia, ha de serlo también. Pero es que la estadística ignora el esfuerzo y lo sitúa todo en una media tramposa: con la media, coges el total (salario sumado de hombres o mujeres) y lo divides por un número (hombres, mujeres), pero nada más. La media no usa ni horas trabajadas, ni tipo de empleo, ni posición, ni méritos, ... La trampa es tan obvia que no tengo ni que salirme de mi propia experiencia laboral para refutarla: cuando trabajaba de dependiente en ciertos grandes almacenes había una noche terrorífica, la del 5 de enero, en que se desmontaba toda la parafernalia de Reyes y se dejaba la tienda montada para la venta de las rebajas de enero. Eso significaba que la plantilla de vendedores nos pasábamos una madrugada de locura acarreando mercancía, reponiendo, colocando, etiquetando y sudando la gota gorda. Solo que a una infame hora de la madrugada las mujeres eran liberadas de la tarea y podían irse a casa a descansar mientras que los hombres seguíamos "faenando" hasta casi el alba (¡toma privilegio heteropatriarcal!). Por supuesto, las horas extras de la noche eran remuneradas, pero al ser más las graciosamente endosadas al esclavo masculino -lo de la negociación previa de esas horas, de acuerdo con el Estatuto de los Trabajadores, debió ocurrir mientras yo estaba distraído- que las de nuestras compañeras del otro sexo (libres para estar mas tiempo con sus familias, libres del entonces vigente servicio militar obligatorio, libres de tantas cosas, pobrecillas ...), la media delataba que los hombres cobrábamos más ... porque habíamos trabajado más. Brecha salarial al canto.
Logo que habría hecho las delicias del dr. Freud. Piensen mal, depravadillos, y acertarán ... ¡qué demonios, se quedarán cor- tos! Pero no hay "envidia del pene", que va. |
Y ahora, se abre la veda de los comentarios no-razonados ...
(posesodegerasa)
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