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Donald Trump, hombre providencial para Moscú, por Valentin Vasilescu
En aplicación del Tratado INF, firmado en 1987, la URSS –luego Rusia– y Estados Unidos destruyeron todos los misiles nucleares terrestres de alcance corto, medio e intermedio (entre 500 y 5 500 kilómetros). Los misiles de alcance superior a los 5 500 kilometros son considerados misiles balísticos intercontinentales (ICBM, siglas en inglés) y no entran en ese tratado. Debido a la firma del Tratado INF, Estados Unidos retiró sus misiles nucleares de Europa. Los principales beneficiarios de ese tratado fueron los países europeos y Rusia.
La salida unilateral de Estados Unidos del Tratado INF, anunciada por Trump, no modifica la situación para los propios Estados Unidos ya que la distancia entre el territorio continental estadounidense y la Rusia europea es superior a los 5 500 kilómetros. Trump creyó que podía engañar a Putin al menos con los sistemas de lanzamiento VLS MK-41 [1] de los escudos antimisiles estadounidenses instalados en Rumania y Polonia. Derivados de los sistemas existentes a bordo de los cruceros lanzamisiles estadounidenses AEGIS de la clase Ticonderoga, esos sistemas son capaces de lanzar misiles crucero Tomahawk equipados con ojivas nucleares miniaturizadas W80, de 5 a 50 kilotones. Pero la velocidad de los misiles crucero estadounidenses es 20 veces inferior a la de los misiles balísticos rusos, además de que su lanzamiento puede ser detectado por los satélites rusos de observación, capaces de captar la energía térmica que desprenden los misiles en el momento mismo del lanzamiento.
Es por eso que el Pentágono está en ebullición, porque sabe que su debilidad ha salido a la luz y que necesita urgentemente nuevos tipos de misiles balísticos para instalarlos en Europa, cerca de las fronteras de Rusia.
El problema es que el presidente Donald Trump no tuvo en cuenta que Estados Unidos ya no tiene los motores de cohetes que necesita para construir esos vectores. En la época en que la NASA recibía fondos importantes, las fuerzas armadas estadounidenses disponían de los motores más poderosos. Pero en los últimos 15 años, la NASA se convirtió en una organización que no es ni la sombra de la entidad que envió los primeros hombres a la Luna.
O sea, sin querer, al sacar a Estados Unidos del Tratado INF, Trump le hace un favor a Putin. Para Rusia, se trata incluso de una enorme victoria.
Debido a la disminución del presupuesto de la NASA, gran parte de los especialistas de las secciones dependientes de los departamentos especiales de Lockheed Martin y de Boeing se asociaron entre sí en una compañía llamada «United Launch Alliance» (ULA). Esta compañía compra motores para cohetes, ensambla componentes de cohetes y crea –al mismo tiempo– nuevos vehículos espaciales asegurando su lanzamiento para el uso del Pentágono y de la NASA.
ULA ensambla así el más poderoso de los cohetes estadounidenses actualmente en servicio, el Atlas V, que al mismo tiempo es el único capaz de poner en órbita el transbordador espacial militar automático estadounidense X-37B y los satélites militares emplazados en órbitas geoestacionarias. El cohete estadounidense Atlas V utiliza un sistema de lanzamiento de superpropulsores… con motores rusos RD-180. La primera etapa de este cohete estadounidense también lleva un motor ruso RD-180.
La única cápsula estadounidense que ha demostrado ser capaz de alcanzar la Estación Espacial Internacional (ISS, siglas en inglés) ha sido la SpaceX Dragon. Fue lanzada con el cohete ligero de 2 etapas Falcon 9. La primera etapa se compone de 9 motores Merlin 1C, que proporcionan cada uno un empuje de 56 696 kgf. Su segunda etapa cuenta con un solo motor Merlin. El cohete ligero estadounidense Falcon 9 no es otra cosa que un reciclaje de reliquias de la guerra fría. El motor Merlin 1C es una variante del célebre motor RS-27, fabricado por la firma Rocketdyne –desde 1974– para los antiguos cohetes Delta 2000 de McDonnell Douglas, desechados por la NASA. Es posible utilizar varios motores Merlin 1C para construir nuevos misiles nucleares a partir de misiles de alcance medio y corto.
Taurus I y Minotaur I son los nuevos cohetes líderes estadounidenses de 3 o 4 etapas que la Orbital Sciences Corp. proporciona a la NASA. Esos cohetes pueden poner en órbita un artefacto cósmico de entre 580 y 1 500 kilogramos utilizando las etapas SR19 y M55A1 provenientes de los misiles balísticos intercontinentales estadounidenses LGM-118A MX-Peacekeeper y LGM-30F Minuteman II, que funcionan con combustible sólido. El Minotaur I se compone de la primera y la segunda etapas del cohete balístico intercontinental Minuteman II, que proporcionan ambas 120 000 kgf de empuje.
Del año 2010 al 2013, Orbital Sciences Corp reemplazó las dos primeras etapas del Minotaur I con el motor NK-33 (140 000 kfg de empuje), provenientes de la empresa rusa Energomas y superiores a los motores que podía encontrar en Estados Unidos. A causa de las sanciones de Estados Unidos contra Rusia, a principios de 2014 se interrumpió la transferencia de tecnología rusa proveniente de Energomas.
La compañía [estadounidense] Aerojet, en colaboración con la oficina de diseños de Yuzhnoye, en Dnipropetrovsk (Ucrania), comenzó a producir unos motores llamados AJ-26-58/62, que en realidad son malas copias del motor NK-33 de Energomas. Esos motores utilizan un esquema diferente de turbobomba de alta presión, que se necesita para la alimentación continua en carburante y comburente [2]. La explosión, 6 segundos después de su lanzamiento, de un cohete estadounidense Antares, utilizado como vector del carguero espacial estadounidense Cygnus, que debía garantizar el aprovisionamiento constante de la Estación Espacial Internacional fue consecuencia de un defecto de concepción del motor AJ-26.
Un cohete similar, equipado con la etapa estadounidense SR19 (utilizada en los cohetes estadounidenses Taurus I y Minotaur I, se compone de un sistema fijo GBMD (Ground-Based Midcourse Defense) ensamblado por Orbital Sciences Corp. El GBMD (35 000 kgf) pertenece a la agencia de defensa antibalística del Pentágono, que opera en las bases Fort Greely (Alaska) y Vandenberg (en California). Esto demuestra que la excesiva focalización de los estadounidenses en la creación del escudo antimisiles lleva a que las reducciones de presupuesto tengan un impacto en el financiamiento de la concepción de nuevos motores de cohetes de alto poder, obligando a la NASA a utilizar cohetes pesados.
Veamos ahora cuál es la situación de Rusia en materia de motores de cohetes con posibilidades de ser utilizados en la producción de misiles nucleares de alcance medio e intermedio.
La familia de cohetes rusos Angara incluye el cohete ligero Angara 1.1 (capaz de poner en órbita baja satélites de 2 toneladas) y el cohete mediano Angara A3 (capaz de poner en órbita baja hasta 14,6 toneladas). También incluye el cohete superpesado Angara A7 (cuyos motores RD-191 han sido reemplazados por los RD-193, más poderosos, que permiten poner en órbita baja artefactos de 35 toneladas. El cohete más poderoso de esta familia es el Angara-100 que puede poner en órbita baja hasta 100 toneladas. La primera etapa del cohete Angara-A5, desarrolla un empuje de hasta 1 000 000 kgf y se compone de 4 propulsores equipados con motores RD-191, montados alrededor de un segmento central que a su vez incluye otro motor RD-191. El motor RD-191 ofrece además la posibilidad de modificar en pleno vuelo el empuje máximo en 200 000 kgf (de 100 a 30%).
La conclusión de todo lo aquí expuesto es que a Rusia le bastaría con utilizar un solo motor RD-191 de su cohete Angara para fabricar y poner en disposición operativa –en un plazo de 6 a 8 meses– un nuevo misil balístico nuclear con un alcance de hasta 5 000 kilómetros, lo cual es catastrófico para Estados Unidos.
Pero la situación de Rumania y Polonia es mucho peor ya que los “escudos antimisiles” estadounidenses están instalados en los territorios de esos dos países europeos.
Hasta ahora, el tiempo disponible para remediar un eventual lanzamiento accidental de un misil balístico intercontinental, (ICBM, siglas en inglés) fluctuaba entre 20 y 25 minutos (tiempo que necesitaba un ICBM ruso para completar su trayectoria hacia el territorio estadounidense). Hoy ese lapso de tiempo se reduce a 4 minutos (entre Rusia y Polonia o entre Rusia y Rumania hay sólo un millar de kilómetros). Y tanto Rumania como Polonia han pasado a ser objetivos de las ojivas nucleares de 8 megatones de los misiles balísticos rusos –misiles balísticos que los “escudos antimisiles” estadounidenses serán incapaces de neutralizar y cuyo poder de destrucción es enorme para la población y la infraestructura de ambos países.
En aplicación del Tratado INF, firmado en 1987, la URSS –luego Rusia– y Estados Unidos destruyeron todos los misiles nucleares terrestres de alcance corto, medio e intermedio (entre 500 y 5 500 kilómetros). Los misiles de alcance superior a los 5 500 kilometros son considerados misiles balísticos intercontinentales (ICBM, siglas en inglés) y no entran en ese tratado. Debido a la firma del Tratado INF, Estados Unidos retiró sus misiles nucleares de Europa. Los principales beneficiarios de ese tratado fueron los países europeos y Rusia.
La salida unilateral de Estados Unidos del Tratado INF, anunciada por Trump, no modifica la situación para los propios Estados Unidos ya que la distancia entre el territorio continental estadounidense y la Rusia europea es superior a los 5 500 kilómetros. Trump creyó que podía engañar a Putin al menos con los sistemas de lanzamiento VLS MK-41 [1] de los escudos antimisiles estadounidenses instalados en Rumania y Polonia. Derivados de los sistemas existentes a bordo de los cruceros lanzamisiles estadounidenses AEGIS de la clase Ticonderoga, esos sistemas son capaces de lanzar misiles crucero Tomahawk equipados con ojivas nucleares miniaturizadas W80, de 5 a 50 kilotones. Pero la velocidad de los misiles crucero estadounidenses es 20 veces inferior a la de los misiles balísticos rusos, además de que su lanzamiento puede ser detectado por los satélites rusos de observación, capaces de captar la energía térmica que desprenden los misiles en el momento mismo del lanzamiento.
Es por eso que el Pentágono está en ebullición, porque sabe que su debilidad ha salido a la luz y que necesita urgentemente nuevos tipos de misiles balísticos para instalarlos en Europa, cerca de las fronteras de Rusia.
El problema es que el presidente Donald Trump no tuvo en cuenta que Estados Unidos ya no tiene los motores de cohetes que necesita para construir esos vectores. En la época en que la NASA recibía fondos importantes, las fuerzas armadas estadounidenses disponían de los motores más poderosos. Pero en los últimos 15 años, la NASA se convirtió en una organización que no es ni la sombra de la entidad que envió los primeros hombres a la Luna.
O sea, sin querer, al sacar a Estados Unidos del Tratado INF, Trump le hace un favor a Putin. Para Rusia, se trata incluso de una enorme victoria.
Características de un misil balístico portador de una ojiva nuclear de entre 650 y 1 000 kilogramos (potencia de 1 a 8 kilotones) y capaz de alcanzar un objetivo situado a entre 1 500 y 2 500 kilómetros del punto de lanzamiento:
Peso: entre 18 y 24 toneladas
Largo: de 15 a 20 metros - Diámetro: de 1,5 a 1,8 metros
Es un misil de 1 o 2 etapas
Velocidad: 4,5 km/s
Altitud: de 600 a 900 kilómetros
Sus motores deben garantizar al menos entre 75 000 y 100 000 kgf de empuje. La propulsión de los misiles GBMD, SM-3 (variantes 1b y 2) y THAAD utilizados en los escudos antimisiles estadounidenses es demasiado reducida, lo cual quiere decir que esos misiles son inútiles.
Debido a la disminución del presupuesto de la NASA, gran parte de los especialistas de las secciones dependientes de los departamentos especiales de Lockheed Martin y de Boeing se asociaron entre sí en una compañía llamada «United Launch Alliance» (ULA). Esta compañía compra motores para cohetes, ensambla componentes de cohetes y crea –al mismo tiempo– nuevos vehículos espaciales asegurando su lanzamiento para el uso del Pentágono y de la NASA.
ULA ensambla así el más poderoso de los cohetes estadounidenses actualmente en servicio, el Atlas V, que al mismo tiempo es el único capaz de poner en órbita el transbordador espacial militar automático estadounidense X-37B y los satélites militares emplazados en órbitas geoestacionarias. El cohete estadounidense Atlas V utiliza un sistema de lanzamiento de superpropulsores… con motores rusos RD-180. La primera etapa de este cohete estadounidense también lleva un motor ruso RD-180.
La única cápsula estadounidense que ha demostrado ser capaz de alcanzar la Estación Espacial Internacional (ISS, siglas en inglés) ha sido la SpaceX Dragon. Fue lanzada con el cohete ligero de 2 etapas Falcon 9. La primera etapa se compone de 9 motores Merlin 1C, que proporcionan cada uno un empuje de 56 696 kgf. Su segunda etapa cuenta con un solo motor Merlin. El cohete ligero estadounidense Falcon 9 no es otra cosa que un reciclaje de reliquias de la guerra fría. El motor Merlin 1C es una variante del célebre motor RS-27, fabricado por la firma Rocketdyne –desde 1974– para los antiguos cohetes Delta 2000 de McDonnell Douglas, desechados por la NASA. Es posible utilizar varios motores Merlin 1C para construir nuevos misiles nucleares a partir de misiles de alcance medio y corto.
Taurus I y Minotaur I son los nuevos cohetes líderes estadounidenses de 3 o 4 etapas que la Orbital Sciences Corp. proporciona a la NASA. Esos cohetes pueden poner en órbita un artefacto cósmico de entre 580 y 1 500 kilogramos utilizando las etapas SR19 y M55A1 provenientes de los misiles balísticos intercontinentales estadounidenses LGM-118A MX-Peacekeeper y LGM-30F Minuteman II, que funcionan con combustible sólido. El Minotaur I se compone de la primera y la segunda etapas del cohete balístico intercontinental Minuteman II, que proporcionan ambas 120 000 kgf de empuje.
Del año 2010 al 2013, Orbital Sciences Corp reemplazó las dos primeras etapas del Minotaur I con el motor NK-33 (140 000 kfg de empuje), provenientes de la empresa rusa Energomas y superiores a los motores que podía encontrar en Estados Unidos. A causa de las sanciones de Estados Unidos contra Rusia, a principios de 2014 se interrumpió la transferencia de tecnología rusa proveniente de Energomas.
La compañía [estadounidense] Aerojet, en colaboración con la oficina de diseños de Yuzhnoye, en Dnipropetrovsk (Ucrania), comenzó a producir unos motores llamados AJ-26-58/62, que en realidad son malas copias del motor NK-33 de Energomas. Esos motores utilizan un esquema diferente de turbobomba de alta presión, que se necesita para la alimentación continua en carburante y comburente [2]. La explosión, 6 segundos después de su lanzamiento, de un cohete estadounidense Antares, utilizado como vector del carguero espacial estadounidense Cygnus, que debía garantizar el aprovisionamiento constante de la Estación Espacial Internacional fue consecuencia de un defecto de concepción del motor AJ-26.
Un cohete similar, equipado con la etapa estadounidense SR19 (utilizada en los cohetes estadounidenses Taurus I y Minotaur I, se compone de un sistema fijo GBMD (Ground-Based Midcourse Defense) ensamblado por Orbital Sciences Corp. El GBMD (35 000 kgf) pertenece a la agencia de defensa antibalística del Pentágono, que opera en las bases Fort Greely (Alaska) y Vandenberg (en California). Esto demuestra que la excesiva focalización de los estadounidenses en la creación del escudo antimisiles lleva a que las reducciones de presupuesto tengan un impacto en el financiamiento de la concepción de nuevos motores de cohetes de alto poder, obligando a la NASA a utilizar cohetes pesados.
Veamos ahora cuál es la situación de Rusia en materia de motores de cohetes con posibilidades de ser utilizados en la producción de misiles nucleares de alcance medio e intermedio.
La familia de cohetes rusos Angara incluye el cohete ligero Angara 1.1 (capaz de poner en órbita baja satélites de 2 toneladas) y el cohete mediano Angara A3 (capaz de poner en órbita baja hasta 14,6 toneladas). También incluye el cohete superpesado Angara A7 (cuyos motores RD-191 han sido reemplazados por los RD-193, más poderosos, que permiten poner en órbita baja artefactos de 35 toneladas. El cohete más poderoso de esta familia es el Angara-100 que puede poner en órbita baja hasta 100 toneladas. La primera etapa del cohete Angara-A5, desarrolla un empuje de hasta 1 000 000 kgf y se compone de 4 propulsores equipados con motores RD-191, montados alrededor de un segmento central que a su vez incluye otro motor RD-191. El motor RD-191 ofrece además la posibilidad de modificar en pleno vuelo el empuje máximo en 200 000 kgf (de 100 a 30%).
La conclusión de todo lo aquí expuesto es que a Rusia le bastaría con utilizar un solo motor RD-191 de su cohete Angara para fabricar y poner en disposición operativa –en un plazo de 6 a 8 meses– un nuevo misil balístico nuclear con un alcance de hasta 5 000 kilómetros, lo cual es catastrófico para Estados Unidos.
Pero la situación de Rumania y Polonia es mucho peor ya que los “escudos antimisiles” estadounidenses están instalados en los territorios de esos dos países europeos.
Hasta ahora, el tiempo disponible para remediar un eventual lanzamiento accidental de un misil balístico intercontinental, (ICBM, siglas en inglés) fluctuaba entre 20 y 25 minutos (tiempo que necesitaba un ICBM ruso para completar su trayectoria hacia el territorio estadounidense). Hoy ese lapso de tiempo se reduce a 4 minutos (entre Rusia y Polonia o entre Rusia y Rumania hay sólo un millar de kilómetros). Y tanto Rumania como Polonia han pasado a ser objetivos de las ojivas nucleares de 8 megatones de los misiles balísticos rusos –misiles balísticos que los “escudos antimisiles” estadounidenses serán incapaces de neutralizar y cuyo poder de destrucción es enorme para la población y la infraestructura de ambos países.
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