- Decenas de miles de civiles kurdos huyen ante el ejército turco, abandonando las tierras que habían ocupado con la esperanza de convertirla en su patria.
Cuando la guerra se acerca a su fin, cada cual trata de esconder los crímenes que cometió, voluntariamente o no, y a veces trata también de eliminar a los aliados incómodos que prefiere dejar atrás. Muchos tratan entonces de “reescribir” lo sucedido para atribuirse un bonito papel. Eso es exactamente lo que estamos viendo en estos días con la operación militar «Manantial de paz», iniciada por Turquía, y las increíbles reacciones que aparecen en la prensa.
Para entender lo que sucede, no basta con saber que todos mienten. Hay que descubrir lo que cada cual trata de esconder y reconocerlo, incluso cuando se comprueba que aquellos a quienes admirábamos eran en realidad detestables.
Genealogía del problema
Si nos guiamos por la propaganda europea, tenemos que creer que los turcos (o sea, “los malos”) van a exterminar a los kurdos (“los buenos”), a quienes los “sabios” europeos tratan de salvar a pesar de la “cobardía” de los estadounidenses. Pero ninguno de esos cuatro actores está desempeñando el papel que esa propaganda le atribuye.
Es importante, en primer lugar, resituar lo que hoy sucede en el contexto de la «Guerra contra Siria», ya que esto es sólo otra batalla más de esa guerra, y en el marco del «rediseño del Medio Oriente ampliado», del cual el conflicto sirio es sólo una etapa.
En el momento de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el entonces secretario estadounidense de Defensa, Donald Rumsfeld, y su nuevo director para la «Transformación de la Fuerza», el almirante Arthur Cebrowski, adaptaron la estrategia del Pentágono al capitalismo financiero. Para ello decidieron dividir el mundo en dos zonas: una zona reservada a los países de la globalización económica y otra que sería vista como una simple reserva de materias primas. Los ejércitos estadounidenses se encargarían de acabar con las estructuras de los Estados en los países de esa segunda zona del mundo para evitar que estos pudiesen oponerse a esa nueva “división del trabajo” [1]. E iniciaron la aplicación de esa estrategia en el «Medio Oriente ampliado» o «Gran Medio Oriente».
La Syrian Accountability Act, adoptada por el Congreso de Estados Unidos en 2003, preveía la destrucción de la República Árabe Siria para después de la destrucción de Afganistán y de Irak. Pero diferentes factores retrasaron el inicio de esa operación hasta 2011. El plan de ataque contra Siria fue reorganizado entonces en función de la experiencia colonial que los británicos habían acumulado en esta región. Londres aconsejó no destruir completamente los Estados sino restaurar en Irak un “Estado mínimo” y conservar gobiernos títeres capaces de administrar al menos la vida cotidiana de los pueblos. Siguiendo el modelo de la Rebelión Árabe de Lawrence de Arabia, orquestada en 1915 por los propios británicos, el objetivo era organizar una «primavera árabe» que pondría en el poder a la Hermandad Musulmana, en lugar de los wahabitas [2]. La operación se inició con el derrocamiento de los regímenes prooccidentales, en Túnez y Egipto, antes de arremeter contra Libia y Siria.
En un primer momento, y a pesar de ser miembro de la OTAN, Turquía se negó a participar en la guerra contra Libia, que era su primer cliente comercial, y contra Siria, con la cual había creado un mercado común. Pero el entonces ministro de Exteriores de Francia, Alain Juppé, concibió la idea de “matar dos pájaros de un tiro”. Propuso a su homólogo turco, Ahmet Davutoglu, que Francia y Turquía resolvieran juntas el problema kurdo a cambio de la incorporación de Turquía a las guerras contra Libia y Siria. Juppé y Davutoglu firmaron entonces un protocolo secreto que preveía la creación de un “Kurdistán”, pero no en los territorios kurdos de Turquía sino en zonas sirias pobladas mayoritariamente por arameos y árabes [3]. Turquía, que mantiene excelentes relaciones con el gobierno regional del Kurdistán iraquí, deseaba la creación de un segundo Kurdistán porque esperaba que así podría poner fin al independentismo kurdo en suelo turco. Francia, que había reclutado tribus kurdas en 1911 para utilizarlas en la represión contra los nacionalistas árabes, esperaba crear en la región un Kurdistán similar a la colonia judía que los británicos lograron crear en Palestina. Franceses y turcos lograron obtener el apoyo de los israelíes, quienes ya controlaban el Kurdistán iraquí a través del clan Barzani, oficialmente miembro del Mosad.
- En este mapa puede verse, en color marrón, el Estado kurdo delineado por la Comisión King-Crane, con el aval del presidente estadounidense Woodrow Wilson. La creación de ese Estado fue aprobada por la conferencia de Sevres, en 1920, pero nunca llegó a concretarse.
A principios del siglo XX, los otomanos reclutaron ejércitos kurdos para masacrar a los pueblos no musulmanes de Turquía, principalmente a los armenios. Fue entonces cuando algunos grupos kurdos se asentaron en Anatolia, donde se hicieron sedentarios, mientras que otros seguían siendo nómadas. Al final de la Primera Guerra Mundial, el presidente estadounidense Woodrow Wilson decidió, en aplicación del párrafo 12 de sus 14 objetivos de guerra, crear un Kurdistán sobre las ruinas del Imperio Otomano. Para delimitar el territorio de aquel nuevo Estado, el presidente Wilson envió a la región la Comisión King-Crane, mientras que los kurdos proseguían la masacre contra los armenios. Los expertos delimitaron una región en Anatolia y advirtieron al presidente estadounidense sobre las consecuencias devastadoras que tendría una eventual extensión de ese territorio y la concesión a los kurdos de otras zonas.
Pero el Imperio Otomano fue finalmente derrocado “desde adentro” por Mustafá Kemal (Kemal Ataturk), quien proclamó la República y rechazó la pérdida de territorios que se pretendía imponer a Turquía con la aplicación del proyecto de Woodrow Wilson. Así se frustró la creación de aquel Kurdistán.
A lo largo de un siglo, los kurdos de Turquía trataron de independizarse de ese país. En los años 1980, los marxista-leninistas del PKK iniciaron una verdadera guerra civil contra el gobierno de Ankara y fueron duramente reprimidos. Muchos huyeron al norte de Siria, donde obtuvieron la protección del entonces presidente sirio Hafez el-Assad. Cuando el líder histórico del PKK, Abdullah Ocallan fue arrestado por los israelíes y entregado a Turquía, muchos de aquellos kurdos de Turquía refugiados en Siria abandonaron la lucha armada. Al término de la guerra fría, el PKK, ya sin financiamiento soviético, fue infiltrado por la CIA y sufrió una mutación ideológica. Abandonó el marxismo y se convirtió al anarquismo, renunció a la lucha antiimperialista y se puso al servicio de la OTAN, que utilizó frecuentemente al PKK en la realización de operaciones terroristas destinadas a contener los ímpetus de Turquía.
En 1991, la comunidad internacional, estimulada por Estados Unidos, emprendió una guerra contra Irak, que acababa de invadir Kuwait. Al terminar esa guerra, las potencias occidentales alentaron las comunidades chiitas y kurdas de Irak a rebelarse contra el régimen sunnita del presidente Saddam Hussein. Estados Unidos y el Reino Unido permitieron la liquidación de 200 000 personas pero ocuparon toda una región de Irak cuyo acceso prohibieron al ejército iraquí. Estadounidenses y británicos expulsaron a los pobladores de esa región iraquí y reagruparon allí a los kurdos de Irak. Esa región no fue reintegrada a Irak sino después de la invasión de 2003 y se convirtió en el actual Kurdistán iraquí, cuyo gobierno regional se mantiene desde entonces bajo control del clan Barzani.
- Mapa de estado mayor del plan Rumsfeld/Cebrowski para el rediseño del “Medio Oriente ampliado” o “Gran Medio Oriente”.
- Fuente: “Blood borders – How a better Middle East would look”, coronel Ralph Peters, Armed Forces Journal, junio de 2006.
- El mapa del “Rediseño del Medio Oriente ampliado”, modificado después del fracaso de la primera guerra contra Siria.
- Fuente: “Imagining a Remapped Middle East”, Robin Wright, The New York Times Sunday Review, 28 de septiembre de 2013.
Los kurdos de las YPG, ramificación del PKK en Siria, trataron de crear un nuevo Estado, designado como «Rojava», con ayuda de las fuerzas militares estadounidenses. El Pentágono los utilizó para mantener a los yihadistas en los territorios asignados al «Sunnistán». En realidad, nunca hubo combate teológico o ideológico entre las YPG y Daesh sino una rivalidad por la posesión de un territorio sobre las ruinas de Irak y de Siria. Por cierto, en el momento del derrumbe del califato de Daesh, las YPG kurdas ayudaron a los yihadistas a reunirse con las fuerzas de al-Qaeda en Idlib atravesando el «Kurdistán».
En Irak, los kurdos iraquíes del clan Barzani participaron directamente en la invasión de ese país emprendida por Daesh en 2014. Según el PKK, Masrur “Jomaa” Barzani, jefe de la inteligencia del gobierno regional del Kurdistán iraquí e hijo del presidente Massud Barzani, asistió a la reunión secreta de la CIA en Amman, el 1º de junio de 2014, donde se planificó la ofensiva de Daesh contra Irak [5]. Los kurdos iraquíes del clan Barzani nunca combatieron contra Daesh, sólo se limitaron no dejarlo entrar en el Kurdistán iraquí. Peor aún, permitieron que Daesh esclavizara a los yazidíes –kurdos no musulmanes– durante la batalla de Sinjar. Los yazidíes que lograron salvarse fueron rescatados por combatientes del PKK turco y de las YPG, enviados desde Siria.
El 27 de noviembre de 2017, el clan de los Barzani organizó –respaldado únicamente por Israel– un referéndum de autodeterminación en el Kurdistán iraquí, consulta que perdió a pesar de toda una serie de manipulaciones realizadas con los votos. La noche del conteo de los votos emitidos en aquel referéndum, el mundo árabe descubrió estupefacto una marea de banderas israelíes en Erbil, capital del gobierno regional del Kurdistán iraquí. Según la publicación Israel-Kurd, el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, se había comprometido a enviar 200 000 kurdos israelíes para garantizar la protección de un Kurdistán ya separado de Irak.
Es importante tener en cuenta que un pueblo que aspira a la autodeterminación –que constituye un derecho reconocido– tiene que ser, en primer lugar, un pueblo unido, lo cual nunca fue el caso de los kurdos. Otro requisito es que debe vivir en un territorio donde es mayoritario, lo cual sólo se cumple para los kurdos en la región turca de Anatolia –a raíz del genocidio perpetrado contra los armenios– y en el norte de Irak –pero sólo desde que tuvo lugar la limpieza étnica favorecida por la implantación de la zona de exclusión aérea impuesta por Estados Unidos después de la operación “Tormenta del Desierto”– y en el noreste de Siria –desde que los grupos armados kurdos expulsaron de allí a los asirios cristianos y a los árabes. Otorgar a los kurdos ese derecho en este momento sería avalar crímenes contra la humanidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario