Año 2012: la esperanza que la realidad pudrió
Escrito por Autor Invitado
por Juan Pablo Proal
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Arrancó
2012 con una ilusión destellante. A finales del año pasado, Enrique Peña
Nieto había cometido una tremenda serie de pifias en la Feria
Internacional del Libro que le valieron un huracán de ridículos y
sátiras en el mundo cibernético.
Corrieron, como metralleta humorística,
miles de videos, fotografías y recursos creativos que relacionaban al
exgobernador del Estado de México con la falta de inteligencia, escasa
educación y nula cultura general. Incluso en el medio intelectual y
artístico, figuras de peso, entre ellas el extinto Carlos Fuentes,
pidieron no votar por el priista, en gran parte, como consecuencia de
ese episodio en Guadalajara.
Parecía que lo inevitable sí tenía
remedio, Peña Nieto no era ese invencible fenómeno impuesto por los
poderes más fuertes del país, sino un humano vulnerable a sí mismo. Hoy,
sabemos, la historia fue diferente; ganó la lógica matemática:
dinero-poder.
El triunfo
de Peña Nieto a pesar de la desaprobación de la clase media y el voto
más pensado es una estampa de lo que caracterizó 2012: la eterna
esperanza resquebrajada por la realidad.
A principios del año parecía que la
juventud de este país permanecía en un invencible letargo. Aun excluidos
del sistema de educación y apartados del mercado laboral, no había
indicios de un corriente de inconformidad. Aquel viernes 11 de mayo en
la Universidad Iberoamericana nació un movimiento que resucitaría la fe
en los estudiantes. No sólo protestaron con la cómoda pancarta, los
meses siguientes arriesgaron su pellejo, nos regalaron sus almas
frescas, la indispensable ilusión utópica de un futuro mejor.
El sistema, con toda su perversión,
sedujo a algunos de sus líderes, los infiltró, amenazó, desnudó, escupió
y encarceló. Aun con este monstruo acosador, están ahí, con la dignidad
intacta, igual que los pocos pero indispensables líderes sociales que
abandonaron sus sueños personales para ver por su prójimo.
La periodista Anabel Hernández nos
relató, reportaje a reportaje, el rostro putrefacto de Genaro García
Luna, el hombre del montaje, el artífice de la guerra sanguinaria que
nunca se ganó pero que tantos huérfanos sumó. Y, al mismo tiempo, otra
mujer, Marcela Turati, recorrió el país para presentarnos el ángulo
opuesto, los rostros valientes de ciudadanos que, a pesar de la
inevitable tragedia, se levantaron para reconstruirse.
Fue el año en que Sofía Castro, la hija
de la primera dama, Angélica Rivera, logró su sueño de usar zapatos de
15 mil pesos y, al mismo tiempo, el periodo en que diez mil niños
mexicanos murieron por desnutrición (Encuesta Nacional de Salud y
Nutrición 2012). La lógica jamás ha tenido un lugar primordial en la
historia del país.
El valiente Felipe Calderón, aquel
bravucón que defendería con su vida a la patria, huyó del país y nos
dejó un gigantesco desecho de su administración: la Estela de Luz, ese
monumento superior a los mil millones de pesos que nadie le encuentra
más sentido que una evocación a las galletas Suavicremas.
Paulina Romero Deschamps, la hija del
dirigente petrolero Carlos Romero Deschamps, quien oficialmente gana 24
mil pesos mensuales, nos presumió en su cuenta de Facebook cómo recorrió
el mundo, sus paseos en yates y degustación de vinos de diez mil pesos.
Conocimos que Miguel Ángel Yunes Linares, exdirector del ISSSTE,
adquirió una mansión con un costo de 35 millones de pesos y que el
gobernador de Veracruz, Javier Duarte, tiene una mansión en Phoenix con
valor de un millón de dólares. Desde luego, los rostros más corruptos de
este país aún gozan de comilonas con las cofradías de poder: ahí están,
rebosantes de libertad, Mario Marín, Ulises Ruiz y Fidel Herrera.
También la eterna sobreviviente Elba Esther Gordillo.
Las reglas en México permanecen intactas: los más corruptos como los más impunes y los más débiles como los más vulnerables.
Sofía Covarrubias, la hija mayor del
gobernador de Baja California Sur, Marcos Covarrubias, nos obsequió un
reflejo de cómo nos ven quienes viven de exprimir el erario:
“#Esdeindigenas emocionarse con ir a usa y poner mil estados y fotos de
cada paso que das haya, sin ir, fv jajajajajajaja” (sic).
La cruda historia se repitió: los rostros
más perversos son ahora los brillantes secretarios del gabinete, los
luchadores sociales van a la cárcel y la clase media permanece sumergida
en el pantano de la demencial rutina de hacer maravillas con seis mil
pesos mensuales.
El escritor francés Michel Houllebecq,
siempre obsesionado en su obra con la incognitita de por qué no tenemos
el valor de ponerle fin al sufrimiento, reflexiona en Ampliación del
campo de batalla: “La ausencia del deseo de vivir no basta para tener
deseos de morir”.
Y es justo esa idea inexplicable de
supervivencia la que tiene a las almas justas en pie. Sí, las noticias
diarias nos escupen en la cara los casos más vomitivos de abuso,
corrupción e injusticia, pero ahí tenemos a Javier Sicilia, a Raúl Vera,
a los once periodistas que este año dieron su vida por la sociedad,
incluida la corresponsal de Proceso en Veracruz, Regina Martínez. A las
mujeres que no cesan de exigir justicia para sus hijos asesinados, a
#Yosoy132, y a tantos y tantos testimonios de compromiso social que, con
infinita necedad, nos regresan la ilusión de iniciar un nuevo año con
esperanza.
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