domingo, 9 de diciembre de 2012

El placer de comer, aunque se esté a dieta

El placer de comer, aunque se esté a dieta

Dore Ferriz
Tenemos una idea errónea sobre la dieta. Eso de “premiar a tu cuerpo” fue mala idea desde un principio. ¿Quién dijo que algo dulce después de un largo y arduo día de trabajo era bueno? ¿A quién se le ocurrió que si te comías las verduras, tocaba postre? Nos mintieron. Porque el rollo no va por ahí. Premiar a tu cuerpo es darle lo que necesita. Omega 3 para un día de estrés, magnesio para uno de mucho aprendizaje, complejo B para la memoria... Nuestro día no puede empezar con “hoy se me ANTOJA COMER...” Debe de emprender con “hoy DEBO COMER”. Si tu tirada es empezar una dieta, te recomiendo que empieces por modificar este hábito. ¡Despierta al organismo! Hazlo reflexionar. Pregúntale qué necesita. Y complácelo. ¡Ojo!, esto no quiere decir complacer con comida chatarra. Obviamente estoy hablando de gratificarlo con sus necesidades nutricionales.
A la hora de iniciar una dieta, muchos hablan de la “fuerza de voluntad”. Créanme que si de ello dependiera, tendríamos que ser ángeles o algo por el estilo. Porque, siendo realistas, somos seres humanos. Y, aquí en cortito, ¿esa cuánto dura? Un día, dos, tres, un mes. ¡No pasa de ahí! Obvio, terminamos por acceder a la tentación. Entonces todo el concepto de la dieta está mal. Tenemos que entenderla como una forma de vida que asegura nuestro estado de salud. Comer tiene un efecto en el cuerpo. Entonces los alimentos que ingerimos deben ser una recompensa. Porque pensamos, caminamos, hablamos, recordamos, memorizamos. La comida debe ver por el cuerpo y su función orgánica. Desde esta perspectiva, ¿para qué sirve un pedazo de pastel o unas papas fritas? ¡Para nada! Para hacer reservas de grasa, aumentar tu colesterol, tus posibilidades de padecer diabetes, Alzheimer, artritis, o de tener un infarto. ¡Ahora sí, cómete el pastel! ¿Verdad que lo pensaste dos veces? Eso es bueno. Quiere decir que estás viendo por tu salud.
Por otro lado, quiero aclarar que el hecho de “estar a dieta” no significa privarte del sabor.
De entrada, una dieta necesita ser variada. Esto se traduce en que no puedes estar comiendo lo mismo siempre. No puedes entrar en la rutina de la comodidad porque ahí ya perdiste el valor de un régimen alimenticio. Prueba cosas nuevas. Esto le va a dar un giro a tu paladar. Disfruta tu comida. Masticarla, saborearla... No nada más tragar. El sabor del brócoli, por ejemplo, es delicioso. Tiene un toque a mantequilla. ¿Lo has sentido? ¡Te invito a que lo encuentres! El pan integral sabe más rico, si te gusta el sabor a levadura te va a encantar. Los chícharos son superdulces. Además, son divertidos porque los revientas en tu boca. La sandía es esponjosa. El apio, crujiente. La jícama, refrescante. Comer es toda una experiencia y sólo se adquiere disfrutando.
Sentirse bien después de comer sí es un capricho. Esto no genera ningún tipo de trauma ni aumenta la ansiedad. Es una buena terapia para mejorar el estado de ánimo y continuar con éxito la dieta. Mientras se come, lo idóneo es prestar atención a la comida y experimentar con los sentidos los diferentes alimentos a medida que se prueban (el gusto, la textura, el aroma, la apariencia, la temperatura). Es la manera de sentirse satisfecho con lo que te sirves. De lo contrario, se termina por no sentirse saciado y se vuelve a tener la necesidad de comer como vía de placer... insatisfactorio, al final de cuentas. Comienza el círculo vicioso en el que no se tiene la fuerza suficiente como para hacer frente a las tentaciones.
Siéntate. Come despacio, sin prisa. Las papilas gustativas están en la lengua y no en el estómago. Si tienes la costumbre de “devorar la comida”, te pierdes de la oportunidad de saborear con gusto los alimentos.
A los sentidos del gusto y del olfato se añade el de la vista. Influye, y mucho. ¿Se te antoja la comida del hospital? ¡Claro que no! No es apetecible. Decora tus alimentos. Prepara una ensalada muy colorida para comenzar. No sé, de pepino y naranja decorada con frutos secos o una de pavo y mango. Sé original a la hora de servirte tus platillos.
Deja de creer que la dieta es aburrida e insípida. Existen un sinfín de recetas que demuestran lo contrario. Recuerda que los alimentos que benefician a tu organismo no están en los pasillos centrales del supermercado, están en el mercado. Productos frescos que realmente premien la función orgánica de todo tu cuerpo. Nada mejor que un guiso casero. Porque en la técnica culinaria te puedes ahorrar muchas calorías de grasa saturada y carbohidratos simples. El verdadero placer es gozar de una buena salud.
2012-12-09 00:00:00

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