Esclavo del verbo
Leonardo García Tsao
Y
a habiendo mostrado su agotamiento creativo en torno al crimen noir, el director Quentin Tarantino ha intentado mantenerse a flote trivializando otros géneros predilectos como la road movie (A prueba de muerte, 2007) y el cine bélico (Bastardos sin gloria, 2009).
Para su realización más reciente ha decidido rendir homenaje a otro
género por él admirado cuando trabajaba como empleado en un videoclub:
el western y, en particular, el espagueti western.
Django sin cadenas es, claro, una referencia abierta al
pistolero invencible creado por el italiano Sergio Corbucci e
interpretado, entre otros, por Franco Nero. En esta ocasión el tal
Django (Jamie Foxx) es un esclavo liberado por el Dr. King Schultz
(Christoph Waltz), cazarrecompensas disfrazado de dentista, para que lo
ayude a identificar a unos hermanos prófugos de la ley. Esa misión se
cumple pronto y Schultz decide adoptar a Django como socio, y ayudarlo a
recuperar a su esposa Broomhilda (Kerry Washington), esclava en una
plantación de Misisipi.En un inicio, Tarantino parece tomar en serio la revisión genérica, con algunos toques de su usual humor negro. La relación entre los dos personajes principales se construye como tantas otras de maestro y apto discípulo que hemos visto en el western clásico. Incluso consigue unos planos de jinetes cabalgando frente a paisajes nevados que coquetean con una estética también tradicional. Las cosas incluso parecen tomar un giro de crítica socio-histórica cuando Schultz y Django enfrentan a un grupo del Ku Klux Klan (haciendo eco inevitable a El nacimiento de una nación (D.W. Griffith, 1914) así como al primer Django, de 1966).
Vanas ilusiones. Tarantino es un adolescente perpetuo que parece incapaz de desarrollar su relato sin caer en meandros innecesarios, fascinado por el teórico ingenio de sus diálogos, que hacen sentir a la película como interminable. Una vez que Schultz y Django conocen al cruel dueño de plantación Calvin J. Candie (Leonardo DiCaprio, exageradamente amanerado), Django sin cadenas pierde su impulso inicial y se estanca en escenas verborreicas, aderezadas con algunos momentos de brutal violencia (para presentar al personaje, Tarantino lo hace disfrutar una lucha a muerte entre dos esclavos de pelea, o mandingos). Incluso los apuntes sobre el racismo adquieren un tono de complacencia, ejemplificada por los cientos de veces que se pronuncia con naturalidad el término nigger.
Hablando de personajes, el único con personalidad es el parlanchín Schultz, que Waltz interpreta con persuasiva afabilidad y elegancia. Django en sí es un acartonado ángel vengador. Y Broomhilda, congruente con la incapacidad de Tarantino de crear personajes femeninos complejos, es una simple y lloriqueante víctima.
Lo más decepcionante del fatigoso paquete es que ni siquiera el inevitable baño de sangre climático está resuelto con estilo. El cineasta acumula cadáveres sanguinolentos con la espectacularidad de ver cómo se revientan globos llenos de catsup. Si en algo se distinguía el espagueti western era en convertir los duelos finales en un ritual fatalista, o en un grotesco ballet de violencia. Pero este espagueti es puro recalentado, condimentado con salsa de tomate de lata.
Tarantino ha dicho que se retirará del cine después de su décimo largometraje. Ya se está tardando.
Django sin cadenas
(Django Unchained)
D y G: Quentin Tarantino/ F. en C: Robert Richardson/ M: Luis Bacalov; temas varios/ Ed: Fred Raskin/ Con: Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo diCaprio, Samuel L. Jackson, Kerry Washington/ P: Brown 26 Productions, Double Feature Films, Super Cool Man Shoe Too, Super Cool Manchu Too. EU, 2012.
lgtsao@hotmail.com
Twitter: @walyder
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