Exhumación de Neruda no esclarecerá muerte
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ISLA NEGRA, Chile (AP) -- Lo más probable es que de la
exhumación de los restos de Pablo Neruda del domingo no aparezcan
evidencias concluyentes que permitan decir si el poeta murió en medio de
un tratamiento contra un cáncer de próstata o si fue asesinado por un
médico, cuya existencia nadie ha podido comprobar, y que habría sido
contratado por la dictadura recién instalada en el país para
silenciarlo.
Lo más factible es que los
esfuerzos y la perseverancia del chofer y asistente del poeta laureado
con el Nobel de Literatura, quien en los últimos 23 años ha venido
hablando públicamente de la hipótesis del asesinato, no conduzcan a
ningún lugar distinto a la duda.
Y lo más
posible es que, como sucedió con la autopsia del expresidente chileno
Salvador Allende, nos encontremos en unos meses frente a un dictamen que
no todos los interesados y la sociedad compartirán o considerarán
válido.
"El error fue el 23 de septiembre
cuando dejamos a Neruda solo", dijo el conductor Manuel Araya a The
Associated Press. "Si no hubiera quedado solo, no lo hubieran matado".
El
autor de los universales sonetos recogidos en "Veinte Poemas de Amor y
una Canción Desesperada", murió el 23 de septiembre de 1973 a escasas
horas de partir al exilio en un avión enviado especialmente por el
presidente mexicano de entonces, Luis Echeverría, y 12 días después del
golpe de Estado liderado por el general Augusto Pinochet con el apoyo
del gobierno de Estados Unidos.
La versión
oficial, compartida por la Fundación Neruda y la entonces viuda, fue que
Neruda murió de causas naturales tras el trauma padecido por ser
testigo del golpe de Estado y por la inclemente persecución que
padecieron muchos de sus amigos.
"Tengo rabia
también porque estuve más de ocho veces en el comité central del Partido
Comunista diciéndoles: `Neruda fue asesinado', pero no me escucharon a
tiempo", dijo Araya. "Me escucharon sólo el 5 de mayo de 2011, cuando di
una entrevista al semanario Proceso de México y ahí se armó un revuelo
internacional".
En un país que restauró su
democracia hace más de dos décadas y que tuvo como presidente a una
mujer divorciada y socialista, el gran obstáculo para conocer la causa
de la muerte de Neruda no reside en algún soterrado mecanismo de
encubrimiento sino en algo mucho más cotidiano: la carencia de
tecnología que permita detectar si al poeta le inyectaron veneno, como
dice Araya, poco antes de expirar.
"No hay que
hacerse grandes expectativas o falsas expectativas pensando que a
través de la exhumación y de los análisis de los restos de Neruda se va a
poder establecer la causa y el mecanismo de muerte", dijo el médico
cirujano y forense Luis Ravanal. "El laboratorio del Servicio Médico
Legal carece de equipamientos básicos en análisis de tóxicos y
medicamentos que hasta los más modestos laboratorios tienen... de allí
que técnicamente existe una importante limitación, menos aún equipos más
sofisticados para detectar otros compuestos, de allí que
invariablemente tendrán que recurrir a otros laboratorios".
Sin
contar con los obstáculos que podrían enfrentar los forenses el
domingo: dar con la localización exacta de los restos sepultados a 65
centímetros de la superficie y la intensa humedad que caracteriza a Isla
Negra que podría haber roto la losa de cemento de la tumba, corroído
los ataúdes de Neruda y su esposa y haber juntado los restos de la
pareja en uno solo.
Tanto el chofer Araya como
el abogado Alfredo Reyes, uno de los cuatro sobrinos directos de
Neruda, tienen dudas sobre los resultados del estudio de los restos
porque el juez especializado en investigar violaciones a los derechos
humanos, que ordenó la exhumación, no permitió la presencia de forenses
independientes pese a que es un derecho establecido en la legislación
penal.
"En Chile no existe la experticia en
análisis de estudios toxicológicos para restos esqueletizados", dijo
Ravanal. "Sería muy riesgoso ponerse a confiar en un resultado de un
análisis que por primera vez se hace. Obviamente requiere de
laboratorios científicamente, internacionalmente, acreditados. El SML
(Servicio Médico Legal) no cuenta con acreditación internacional".
Ante
la negativa del juez, el abogado Eduardo Contreras, querellante de la
causa de la exhumación en representación del Partido Comunista chileno,
apeló la decisión y amenazó con llevar el caso a la Corte Suprema pero
al final aceptó cambiar los peritos extranjeros y chilenos propuestos
por él, y que incluían a Ravanal, por una médica cirujana experta en
laboratorio clínico.
"No hay mala fe, ardid, no hay engaño, pero si hay, me parece, falta de rigurosidad", dijo Contreras.
El
grupo forense que manejará el caso de Neruda es casi el mismo que hizo
la investigación sobre los restos de Allende y que dictaminó que el ex
mandatario se suicidó.
El médico Ravanal no
cree en esa versión y dice que Allende recibió una bala extra y que
aunque la bala no fue hallada, también se perdieron fragmentos del
cráneo del presidente derrocado.
A sus 26
años, Araya no sólo fue el chofer y asistente de Neruda entre 1972 y
1973, sino que se convirtió en su confidente y cómplice en la tórrida
relación que el enamoradizo poeta mantuvo con Alicia Urrutia, sobrina de
su esposa Matilde. Araya sabía y llevaba a Neruda a la casa que el
poeta mismo le arrendó en Isla negra, ubicada al lado de cuartel de
bomberos.
El poeta incluso había sido nombrado
embajador de Chile en París para alejarlo de su desventura amorosa.
Pero eventualmente Neruda volvió a su país. Aída Figueroa, ex
funcionaria del gobierno de Allende y amiga cercana del poeta, dijo a la
televisión estatal chilena que "Pablo llegó a Chile destrozado
(enfermo), si llegó a Chile a morirse".
La
vida de los Neruda y Araya en Isla Negra cambió radicalmente cuando
ocurrió el golpe de Estado. Ese día, 11 de septiembre de 1973, el poeta
se enteró que su cercano amigo, el presidente Salvador Allende, se había
suicidado en el palacio de gobierno para no ser capturado por los
militares luego de que los sobrevuelos de la fuerza aérea chilena
bombardearan el Palacio de la Moneda.
La muerte del mandatario y de muchos otros amigos y conocidos lo llevaron a una inevitable tristeza.
Neruda
entonces empezó a escuchar noticias día y noche, radioemisoras
extranjeras especialmente, pues los militares derribaron la torre de la
izquierdista radio Magallanes, que se atrevió a sacar al aire el último e
histórico discurso de Allende.
Los militares
se apropiaron de una cadena radial conservadora y obligaron a otras
radios izquierdistas a enlazarse y transmitir las marchas militares y
los sucesivos decretos militares que impusieron el toque de queda, el
estado de sitio y un locutor que leía largas listas con nombres de
autoridades del gobierno socialista, que debían entregarse al nuevo
régimen.
Su casa fue allanada sin orden
judicial y en poco tiempo, un buque de la armada chilena, según Araya,
se estacionó frente a Isla Negra y apuntó sus cañones hacia la casa.
"Nos van a volar", dijo Araya que Neruda le decía.
Urrutia
y el chofer decidieron trasladarlo a la clínica privada Santa María en
una ambulancia. Allí, según investigaciones judiciales, nueve años
después murió envenenado el ex presidente chileno Eduardo Frei Montalva.
Contaron
con el apoyo del embajador de México en Chile, Gonzalo Martínez
Corbalá, quien hizo todos los preparativos para enviar a Neruda al
exilio.
El día antes de partir, el poeta envío
a Araya y a su esposa a Isla Negra a buscar unas maletas con ropa, 12
libros, algo de dinero y el original de sus memorias "Confieso que he
vivido".
"Neruda aprovechó a terminar sus memorias el 22 de septiembre con Homero Arce, su secretario", dijo Araya.
El
embajador Martínez dijo esta semana a la AP que vio por última vez a
Neruda en la clínica el sábado 22, cuando lo fue a buscar para
llevárselo al avión DC-8 que lo esperaba en el aeropuerto y que, además,
llevaba más de un centenar de exiliados a bordo.
Pero
dijo que el poeta decidió posponer su partida para el lunes 24 y los
pasajeros quedaron encerrados en el avión porque sí bajaban los tomarían
presos.
Martínez no se opuso al cambio de planes, "porque mi deseo era actuar como lo complaciera", dijo.
"Yo
lo vi normal, conversamos en tono serio y también en broma, con su
sentido de humor característico", dijo. "Tenía en su cama dos o tres
juguetes de peluche que tanto le gustaban. Nada hacía presumir que se
iba a morir".
Pero esa decisión tal vez le costó la vida.
"Neruda
nos llama a las cuatro de la tarde del día (domingo) 23 a la hostería
Santa Elena (aledaña a la casa del poeta) y nos dice `¡Vénganse rápido
porque yo estaba durmiendo y un doctor me puso una inyección en la guata
(estómago), tengo mucho dolor y tengo calor, así que vénganse rápido!'.
Cuando llegamos Neruda estaba demasiado afiebrado", dijo Araya.
El
chofer dice que una enfermera le contó que el médico Sergio Draper,
llamado por una auxiliar porque supuestamente el poeta tenía mucho
dolor, le ordenó que le pusieran una inyección de dipirona.
Sin
embargo, el abogado Contreras dijo a la AP que Draper declaró en el
proceso de exhumación y dijo que él abandonó la clínica antes y que
"Neruda quedó en manos de un doctor de apellido Price, cuya existencia
hasta hoy no ha sido acreditada por nadie".
Contreras
dijo que la policía de investigaciones "revisó los anuarios de las
facultades de medicina, no hay ninguno, podría ser extranjero, pero es
curioso que no se acuerde si era extranjero".
Cuando
el chofer Araya arribó a la clínica un médico le pidió ir a comprar un
remedio para una flebitis que el poeta padecía. Pero en la calle fue
interceptado por cuatro sujetos armados que lo golpearon, lo llevaron a
una comisaría, le dispararon en una pierna y luego lo llevaron hasta el
Estadio Nacional, un campo de prisioneros instalado por la dictadura.
Contreras
dijo que en el proceso de la exhumación reposan pruebas de que el
chofer fue golpeado, herido, llevado a la comisaría y al Estadio
Nacional.
Araya relató que en el estadio fue
reconocido y rescatado por el cardenal Raúl Silva Henríquez, amigo del
poeta y quien lo visitaba en Isla Negra frecuentemente, y que poco
después del golpe militar creó la Vicaría de la Solidaridad dedicada a
defender a los perseguidos por el régimen militar, a presentar recursos
por los apresados y desaparecidos y que incluso sacó a opositores fuera
del país para salvar sus vidas.
Las memorias
de Neruda fueron entregadas por Urrutia al embajador Martínez, quien las
guardó un largo tiempo en su casa en México. Urrutia y la viuda del
presidente Allende, Hortensia Bussi, y más de un centenar de exiliados
salieron de Chile el lunes 24, a bordo del avión que debió haberse
llevado al poeta.
Tras su muerte, Neruda fue
velado en su casa La Chascona, en Santiago, a los pies de un cerro que
se levanta en el medio de la ciudad y que había sido destruida por
militares quienes, además, desviaron dos riachuelos que pasaban por los
costados para inundar la vivienda, dijo Martínez.
Unos
pocos autos, incluidos los de los embajadores de Suecia, India, Israel,
la Unión Soviética y de México encabezaron el lánguido cortejo que
salió de La Chascona hacia el cercano cementerio general.
"Todo
el camino, desde que salimos de La Chascona, había a cada lado dos
filas de soldados armados con metralletas... (pero igual) fue sumándose
gente", recuerda vívidamente el ex embajador. "La salida de tanta gente
en el camino obligó a Matilde a bajarse del automóvil y a seguir a pie.
Bajamos todos".
"Alguien gritó `Viva Allende', `Allende Vive', respondieron. `Viva Neruda', `Neruda vive', y se escucharon aplausos", añadió.
Luego
"empezó un murmullo, 3, 4, 5, 10 personas entonaban la internacional y
después la cantaba todo el mundo que se sabía la letra", recordó.
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Eva Vergara está en Twitter: http://twitter.com/evergaraap
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