domingo, 19 de mayo de 2013

Cómo se cuida a un presidente

Cómo se cuida a un presidente

Los operativos confidenciales del Estado Mayor Presidencial
Política - Página: 48 - No.302


Los operativos confidenciales del Estado Mayor Presidencial

CÓMO SE CUIDA A UN

PRESIDENTE

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Por primera vez en la historia de México se develan los detalles de la seguridad del Presidente de la República. Son los reportes internos del Estado Mayor Presidencial. Las técnicas, métodos y formas de operación de quienes están encargados de la integridad del Presidente y su familia.

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POR ZORAYDA GALLEGOS
@zogallegos
FOTOGRAFÍAS: CUARTOSCURO
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Los 98 expedientes entregados a emeequis son los primeros documentos que se desclasifican y se hacen públicos, permitiendo conocer los más puntuales detalles de la forma en que se cuida a un Presidente.

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Ni un centímetro, ni un solo rincón de los 15 pisos del Hotel Fairmont Acapulco Princess puede escapar al escrutinio de esos 27 hombres que hurgan en todo lo que a su paso encuentran: bolsas de basura, elevadores, tiendas, sillas, camas, computadoras, ventanas. Hasta en la manera en que miran los trabajadores se fijan, buscan lo inusual, lo que no cuadra.
No pueden cometer ningún error. Un descuido, el más mínimo, y estarían colocando en riesgo la seguridad y la vida del Presidente de la República.
Así que esta tarde del 16 de enero del 2006 nada debe fallar. Y aunque este grupo de élite todo lo cubre en el hotel, en realidad el plan y el operativo comenzaron días antes.
Los encargados de inteligencia del Estado Mayor Presidencial (EMP) revisan a detalle los planos de las 194 hectáreas en forma de pirámide del Hotel Fairmont: los accesos, las salidas de emergencia, cuántas escaleras, cuántos elevadores, ventanas a la calle y los ángulos de riesgo desde donde un francotirador podría atentar contra la vida del Presidente.
Las hojas y los planos se desparraman sobre la mesa. Revisan con minuciosidad las listas de asistentes y de quiénes tendrán acceso al Presidente. Quiénes son, sus fichas, sus antecedentes, todo lo que pudiera alterar la que será la “Conferencia Anual para Latinoamérica del Banco Santander”.
Los 27 elementos, la avanzada del EMP, observa una y otra vez los movimientos de la gente en el lobby al aire libre, en los amplios y cuidados jardines, los alrededores de la laguna artificial, las cinco piscinas, el campo de golf, el bar, los restaurantes, el spa, el estacionamiento y las salas para reuniones.
Construyen y desarman hipotéticas imágenes de riesgo. Para eso han sido entrenados y formados.
Distribuidos en el hotel donde cada año se realiza el Abierto Mexicano de Tenis, observan y vigilan al personal. Seguramente los nombres de muchos de esos trabajadores pasaron por la base de datos del Estado Mayor Presidencial y del área de inteligencia de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sección II).
Van de un lado a otro, revisan el manual, verifican los protocolos: “Revisar el mobiliario y cerciorarse que no hay objetos adheridos; revisar que los controles eléctricos, las bombas de agua, las instalaciones de gas y luz, sean operados única y exclusivamente por el personal autorizado…”.

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Al día siguiente, el 17 de enero, cuando el presidente Vicente Fox arriba por la tarde al salón Marquesa del hotel Fairmont Acapulco Princess en el puerto guerrerense ya hay 27 puestos de seguridad instalados estratégicamente para su protección.
Tres horas y media antes de que Fox llegue, los integrantes del llamado “círculo de seguridad único” se dispersan por los interiores y exteriores del complejo, de tal modo que cuando el primer mandatario y su comitiva arriban, en el acceso principal al hotel dos elementos del Cuerpo de Guardias Presidenciales los reciben.
Esa pareja de militares es la pequeña punta de un complejo dispositivo de seguridad cuya descripción ocupó 17 cuartillas, todas marcadas en su parte superior central con la palabra “confidencial” entre corchetes.
Aprobado por el general subjefe operativo del EMP, la misión del plan fue la misma que en decenas de situaciones similares: “Garantizar la seguridad del C. Presidente de los Estados Unidos Mexicanos durante su arribo, estancia y salida del Hotel Fairmont Acapulco Princess, municipio de Acapulco de Juárez, Gro.”.
Así que para cumplirla se hizo un llamativo despliegue en una ceremonia privada de la que nunca se conoció lo que dijo Vicente Fox y en la que no permaneció más de dos horas.
Se constituyeron tres equipos: 1) el que arribó un día antes, 2) el que se encargaría de establecer la seguridad en el hotel, y 3) el especializado en la detección de explosivos.
El despliegue incluyó un total 138 elementos armados del Cuerpo de Guardias Presidenciales, de la IX Región Militar y de las fuerzas de seguridad pública de Guerrero.
Además del colocado en la zona de ingreso principal del hotel, se establecieron 26 puestos de vigilancia más.
Se controlaron los accesos para los demás invitados, para los trabajadores, para la prensa. Las salidas de emergencia estaban custodiadas, así como las inmediaciones de los vehículos de emergencia.
También se desplegaron militares vestidos de civil en las bocacalles del hotel, en el área de arribo y salida del mismo, y se dispuso que otros dos miembros del EMP permanecieran junto al vehículo presidencial.
Las escaleras que conducen a los pisos superiores del lugar se mantuvieron resguardadas. A un elemento adicional se le encargó vigilar el área de control del aire acondicionado y “no permitir que ninguna persona dañe o contamine los ductos del sistema”.
Una pareja más se instaló en el área de control de luces, a la que se sumó otra en el área del sistema contra incendios para impedir que alguien tratara de “estropear el sistema contra-incendios”.
Los pasillos del hotel estuvieron supervisados por un par de militares de civil, lo mismo que el área circundante a la planta de luz.
No hubo detalle que se descuidara. Así que las áreas de oficinas del hotel fueron supervisadas y los elementos de seguridad recibieron por escrito varias consignas, entre ellas ésta: “Se utilizará personal de explosivos y se incluirá un perro”.
A los guardias presidenciales asignados al puesto 16 les dieron la encomienda de tomar la sala del circuito cerrado de televisión del hotel y “mantener una vigilancia permanente de los monitores a fin de detectar la presencia de personas con actitud sospechosa, la presencia de manifestantes, o algún problema que se suscite en accesos, pasillos, elevadores y demás áreas”.
En ese puesto se estableció una orden peculiar: “En caso de atentado negarán la salida de los operadores de la sala de control de monitores, asegurando la grabación del evento para entregarlo al mando correspondiente”.
Las comunicaciones, por supuesto, fueron atendidas por un par de elementos del EMP que, entre otras, recibieron la tarea de estar atentos por si se recibiera “una llamada de amenaza de bomba o artefacto explosivo” y dar parte al oficial responsable.
El área del equipo de sonido, la sala de máquinas, los tanques de combustible fueron supervisados rigurosamente para detectar actitudes y personas sospechosas. En la cocina la vigilancia estuvo a cargo de dos elementos de seguridad, reforzados por un perro y personal de explosivos, que revisaron “los objetos sospechosos que sean extraídos o introducidos a la cocina”.
Los baños tampoco se escaparon del control, en particular “el área de sanitarios para caballeros”.
Los dos elementos militares de civil encargados de vigilar el servicio asignado para “el uso exclusivo del C. Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”, tenían la consigna de “evitar que presenten modificaciones u objetos adheridos”.
Y eso era apenas parte del plan. Ya veremos el resto.

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