El odio sectario en Siria se cobra una nueva masacre
El poeta sirio del siglo XI Abul
Ala al-Maarr, crítico mordaz de todas las religiones, decía en uno de
sus más famosos poemas que había dos tipos de personas en este mundo:
los que tienen cerebro y no tienen religión, y los que tienen religión
pero no tienen cerebro.
Hace dos meses, en Maarrat al-Numan, en la
provincia norteña de Idlib, los militantes rebeldes -musulmanes sunitas-
decapitaron un busto de bronce del poeta racionalista. Es un ejemplo de
la violencia religiosa que asola a Siria y que según los activistas
opositores, entre el jueves y el viernes fue escenario de una nueva
masacre.En Siria, el presidente Bashar al Asad pertenece a la comunidad alauita, un grupo minoritario de extracción chiíta, y los opositores -así como los opositores a su padre hace 30 años- son mayoritariamente sunitas, lo que ha sembrado el camino para hablar de un "conflicto sectario" en ese país.
Como explica desde el vecino Líbano el corresponsal de la BBC Jim Muir, ya sea que el incidente fue un acto impulsivo o un esfuerzo calculado del gobierno para desplazar a la población sunita, aumentará las sospechas de que el régimen alauita está consolidando cada vez más su control sobre la costa del noroeste, posiblemente preparando el terreno para el establecimiento de algún tipo de centro de poder si pierde su control sobre otras partes del país.
Violencia
Un video de las víctimas muestra los cuerpos ensangrentados de niños. Aparentemente fue filmado en las primeras horas de la mañana del sábado.Más temprano este sábado circularon informaciones en Washington de que Israel realizó un ataque aéreo dentro de Siria.
El conflicto en el país ha dejado al menos 70.000 muertos y más de un millón de refugiados en países aledaños.
Aunque como señala Jim Muir, la última supuesta masacre en el pueblo sunita está resultando más difícil de entender que la mayoría de las matanzas anteriores.
Un día después de los hechos, las estimaciones del número de muertos siguen siendo muy diferentes, y sólo un video ha salido a la luz que muestra a varios cuerpos que yacen entre charcos de sangre.
Evidentemente, estima Muir, dispuesta a sacarle rédito político a la masacre, la Coalición Nacional que aglutina a la oposición dijo que más de 150 personas fueron ejecutadas y pidió la intervención internacional.
Con las fuerzas del gobierno en el control de la zona y las comunicaciones cortadas, es imposible verificar tales afirmaciones.
Pero, afirma Muir, no hay dudas de que hubo violencia de algún tipo. Los medios de comunicación estatales sirios informaron que "un número de terroristas" murieron allí cuando las fuerzas gubernamentales capturaron un alijo de armas y municiones.
El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), que recoge desde Reino Unido información a través de una red de informantes en el terreno, dijo que el pueblo fue asaltado después de los enfrentamientos con los rebeldes en los que murieron combatientes del gobierno.
Provocaciones
Más allá de los detalles que no conocemos, la supuesta masacre intensifica el sentimiento sectario que subyace en la lucha en Siria.Ya es moneda corriente en algunas zonas de conflicto, especialmente en las aldeas chiítas más al sur, cerca de la frontera con Líbano, donde ha habido batallas entre los rebeldes y las fuerzas del gobierno, incluidos los combatientes del grupo libanés Hezbolá, chiíta.
En este clima denso, cualquier provocación sectaria puede empeorar la situación.
Un ejemplo es el ataque del jueves en la localidad de Adra, al noreste de Damasco, donde los rebeldes -descritos en una página de Facebook como "héroes del Ejército Sirio Libre" - profanaron la tumba de una figura histórica venerada por los chiítas, Ibn Hajar Adi.
Sus restos fueron exhumados y vueltos a enterrar en un lugar desconocido, según el comunicado, para que los peregrinos chiítas ya no visiten el santuario.
Su profanación fue condenada enérgicamente por los líderes chiítas en la región, incluyendo al jefe de Hezbolá, Hassan Nasrallah, y el primer ministro iraquí Nouri al-Maliki.
Pero, como revela la destrucción del busto del poeta Abul Ala al-Maarr, las figuras religiosas no son las únicas que atraen la hostilidad de los intolerantes.
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