Frenar el tratado entre la Unión Europea y Estados Unidos
26. octubre, 2014
Autor: Xavier Caño
Cientos de miles de ciudadanos se han
manifestado por las calles de cientos de ciudades de 22 países europeos.
Se movilizaban contra la Asociación Trasatlántica para Comercio y la
Inversión (TTIP, por su sigla en inglés), tratado que negocian en
secreto la Unión Europea y Estados Unidos. La ciudadanía reclama que se
olvide para siempre ese tratado.
Abundando
en la exigencia de retirarlo definitivamente, recordemos a modo de
inventario algunas consecuencias del TTIP, si fuera firmado:
desaparición en la práctica del derecho de huelga, eliminación de
negociación colectiva y, por supuesto, salarios cada vez más bajos y
empleos más precarios. La feroz competencia sin control de las grandes
empresas contra las medianas y pequeñas provocaría que cierren miles de
éstas y se destruyan 1 millón de empleos, según cálculos diversos.
Los servicios públicos de sanidad,
educación pública, suministro de agua potable, gestión de residuos,
transporte, etcétera, se convertirían en negocios privados en manos de
grandes empresas. Y la igualación de normas de Estados Unidos y Europa
sería escogiendo las peores, además de impedir a los gobiernos cualquier
política social.
En el ansia de privatizar todo lo
público, las pensiones de la seguridad social se reducirían en beneficio
de las pensiones privadas hasta que los asalariados crean que han de
contratarlas para conseguir una pensión aceptable. Sin olvidar que esas
pensiones privadas (rentas de inversiones de grandes fondos) dependen de
las veleidades de la especulación financiera. Los pensionistas privados
holandeses, por ejemplo, lo han comprobado para mal a partir de 2009
por la crisis.
En agricultura, las grandes corporaciones
multinacionales controlarán las semillas y la producción de alimentos,
eliminan explotaciones agrarias medias, pequeñas y la agricultura
familiar en beneficio de las perjudiciales grandes explotaciones
agrarias industriales que, además, dañan el equilibrio ecológico. Y, por
supuesto, habrá vía libre para los productos transgénicos.
También desaparecerán las normas de seguridad de alimentos y en nuestros
supermercados se venderán pollos lavados con cloro o terneras
engordadas con hormonas.
Y el cambio climático será una amenaza
mayor aún porque, fruto de la desregulación campante, no habrá el menor
control real de las emisiones de dióxido de carbono. Por descontado, la
fractura hidráulica (fracking), muy perjudicial método de
extracción de petróleo a miles de metros de profundidad, se extenderá
por Europa y habrá más riesgo de terremotos, además de la segura
contaminación de aguas subterráneas, vitales en las zonas secas.
Además se suprimirán los escasos
controles que pudiera haber para frenar algo la especulación financiera
desatada, olvidando de forma criminal, pero también estúpida, que la
crisis que sufrimos, y de la que no acabamos de salir, estalló por el
descontrol del sector financiero y la ausencia de regulación.
Pero aún hay más perjuicios, como la
creación del llamado Mecanismo de Resolución de Controversias entre
Inversores y Estados (ISDS, por su sigla en inglés). El ISDS
sencillamente convierte la democracia en un decorado.
Consiste tal engendro en unos pretendidos
tribunales de arbitraje internacional, que no son tales, sino tres
caros abogados privados, que resolverán las demandas que presenten
empresas y corporaciones cuando crean que el Estado perjudica sus
beneficios actuales o futuros por medidas gubernamentales. Medidas para
atender necesidades de la ciudadanía, satisfacer sus derechos o proteger
el medio ambiente. A esos abogados no los elegirá ciudadanía alguna ni
los controlará ninguna institución democrática. Y sus fallos serán
inapelables.
Sabemos cómo funcionan esos falsos
tribunales porque esos mismos inventos de arbitraje figuran en otros
tratados bilaterales de inversión. Por ejemplo, la República de Uruguay
fue condenada a pagar a Philip Morris 1 millón 467 mil dólares. La
tabacalera demandó al gobierno porque éste mandó poner en las cajetillas
de tabaco que fumar perjudica la salud.
El fraude de la demanda de la
multinacional se convertiría en un freno real de la acción de los
gobiernos porque, ante la amenaza de demandas multimillonarias por
proteger los derechos de la gente y la naturaleza, muchos gobiernos
tendrán la tentación de no tocar esas cuestiones. Y la soberanía
ciudadana electoral será inútil porque de hecho mandarán las
multinacionales con sus demandas y presiones.
Es obvio que hay que frenar el TTIP. Que
desaparezca. En 1998 ya se paralizó la firma de un precedente casi tan
maligno, el Acuerdo Multilateral de Inversiones, por la movilización
ciudadana global. Y podemos volver a hacerlo.3
Xavier Caño Tamayo*/Centro de Colaboraciones Solidarias
*Periodista y escritor
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