sábado, 13 de diciembre de 2014

La deuda pública vuelve a marcar otro récord y escala hasta el 96,8 % del PIB

La deuda pública vuelve a marcar otro récord y escala hasta el 96,8 % del PIB


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El Banco de España ha hecho públicos hoy los datos referentes al endeudamiento de las Administraciones Públicas y, tal y como se esperaba, no hay sorpresas: el volumen de deuda pública continúa su ascenso imparable y ya se sitúa en el 96,8 % del PIB. En concreto, la deuda pública ha crecido un 6,13 % en el tercer trimestre de 2014, por lo que esta ya asciende a la friolera cifra de 1,020 billones de euros, otro máximo.
Desglosando datos, la deuda de la administración central se incrementó un 7 % (hasta 891.936 millones), la de las comunidades autónomas aumentó un 16,15 % (hasta 232.009 millones), la de los ayuntamientos bajó un 6,7 % (hasta 40.781 millones) y la deuda de la Seguridad Social se situó en 17.200 millones de euros.
Especialmente preocupantes son los datos referentes a las comunidades autónomas, pues el volumen de deuda pública ha marcado récords en Andalucía, Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Cataluña, Comunidad Valenciana, Extremadura, La Rioja, Madrid y Murcia. Las únicas regiones donde se ha reducido deuda han sido Aragón, Galicia, Navarra y País Vasco.
La comunidad más endeudada sigue siendo Cataluña, que ya alcanza los 63.075 millones de euros, un 15 % más respecto al segundo trimestre del pasado año. Mientras tanto, el ayuntamiento más endeudado es Madrid, con un total de 6.907 millones de euros.
¿Quién pone freno a este volumen de endeudamiento? La bola de nieve de la deuda pública sigue rodando ladera abajo incrementando su volumen mes a mes. Considerando que auditar la misma quizás no sea la mejor opción, ¿qué papel pueden jugar nuestros políticos para reducirla?
Como siempre decimos, qué lejos queda ya el año 2007. El endeudamiento público entonces era tan sólo del 36,3 % del PIB, la envidia de Europa. Siete años después la cifra se ha triplicado y camina de récord en récord buscando un techo que nunca termina de alcanzar. Está claro que serán nuestros hijos y nietos los que terminen pagando este despropósito.

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