“Crisis humanitaria”: agenda para criminalizar a Venezuela desde la CIDH
En
Venezuela, el tema de la salud hoy viene acompañado de la expresión
“crisis humanitaria”, una frase casi esperada por cada vocero que la
utiliza no sólo como argumento sino como propaganda antipolítica. Es
deliberada la forma en cómo es usada esta expresión para responsabilizar
exclusivamente al Gobierno venezolano sobre cada experiencia individual
que incluya algo relacionado al tema médico, desde la imposibilidad de
comprar un suero en Quimbiotec, hasta el hecho de no conseguir curitas
en Farmatodo.
Los necroagremiados y la CIDH
La
expresión “crisis humanitaria en el sector salud” sigue y seguirá
repitiéndose de forma insistente por los promotores y publicistas del
caos. Diversos portales con clara definición antichavista replican
declaraciones de gerentes cuartorrepublicanos que en su época de gloria,
cuando asumieron el Ministerio de Salud con un gobierno que sólo
asignaba el 0.6% de los recursos nacionales para gastos de salud y
desarrollo social, no chistaron la falta de hospitales, recursos o
inversiones. Curiosamente tampoco eran solicitados por esos viejos
periodistas que hoy esgrimen sus viciados reportajes periodísticos
saturados de falsa pose indignada sobre la cantidad de venezolanos que
no consiguen medicamentos pero a la vez se babean resaltando en
negrillas la cantidad de muertos que ingresan a la morgue de Bello Monte
durante un fin de semana, sin clasificación de motivos, sin diferenciar
un suceso de otro. “Periodismo independiente” le llaman a esa mezcla de
hipocresía balurda complicada con necrofilia intensa.
Una
muestra clara de lo anterior es esta nota publicada por El Estímulo, en
ella se mezclan todos los componentes de la narrativa “crisis
humanitaria”.
No hay reparos en la
construcción de un relato que factores de la derecha y hacedores de la
necropolítica ondean vigorosamente. No es casual que diputados
opositores, la OEA, la CIDH y las ONGs como Provea, financiada por el
magnate finaciero George Soros a través de Open Society, estén alineados
con la misma retórica desde 2013.
Esta
semana se abrieron audiencias en la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH), el tema central fue La Crisis Humanitaria que vive
Venezuela. Durante estas sesiones permea la pantomima de la
imparcialidad, se oyen a denunciantes de casos sobre violaciones de
Derechos Humanos que tienen que ver en este caso con situaciones
específicas intrahospitalarias o no pero que incluyen un factor,
digamos, clínico que merece atención.
Todas
las declaraciones personales son de familiares que perdieron o tienen a
un ser querido en un hospital, seguidamente es requisito que éste
asegure que la causa de muerte no es la patología que padece sino la
dificultad para acceder a un medicamento en específico, no importa si
recibió algunas dosis antes de complicarse el estadío, no importa si era
una enfermedad terminal, viral, infecciosa o de tratamiento
sintomático, lo que sea sirve para rellenar ese amplio formato que
requiere la exposición de casos que sirvan para abultar mediáticamente
el imaginario de crisis humanitaria.
El
comisionado de la CIDH, Francisco Eguiguren Praeli, ha insistido en
muchas de sus declaraciones que los Derechos Humanos “no son un tema de
orgullo nacional sino de equidad y justicia”, lo dice como si tales
cosas verdaderamente existieran, como si los financistas de ONGs no
pagaran muy bien una sanción en la CIDH contra algún gobierno soberano
que no es complaciente ni cede a chantajes, como si los apellidos y los
dólares no compraran prioridad; ahí están Lilian Tintori y los de
Provea, a quienes la misma CIDH les otorgó medidas cautelares y de
protección casi vitalicias, porque anillos de seguridad con agentes del
calibre de Pérez Venta no son suficientes.
Eguiguren,
desde su puesto de relator, avala declaraciones que también incluyen
otras expresiones altisonantes como “conflictividad social, crisis
social, caos social, estallido social”. El legado Almagro en DDHH.
Contando los muertos desde la barrera
Tomemos
como ejemplo una denuncia hecha por activistas de Primero Justicia en
febrero de 2015. La denuncia mostraba con fotos y videos cómo en un
Hospital del Seguro Social de San Cristóbal se descartó gran cantidad de
medicamentos y material médico quirúrgico en buen estado.
La
experiencia hospitalaria como integrante de un equipo de salud por más
de 11 años me ha mostrado que la disponibilidad de equipos y medicinas
es literalmente vital a la hora de resolver una urgencia o aplicar
atención directa a un paciente hospitalizado, no contar con algún
implemento nos deja dentro del peligroso margen de la improvisación, a
veces airosos, a veces no tanto. Cuando uno lee denuncias como la que
reflejo anteriormente, es cuando se reducen todas la explicaciones a una
sola: no es mentira que dentro de hospitales hay gente a la que le
conviene que ese hospital no funcione, es gente que, conscientemente o
no, tributa a los factores de poder que idean estrategias en la contra
para afectar únicamente la imagen del Gobierno a costa de la muerte.
Sucede
hoy en todos los escenarios de confrontación política (mientras el
Gobierno dialoga y resiste), por un lado sectores con actores bien
definidos en su tarea de ejecutar las bajas que sean necesarias bajo las
formas que sean necesarias, y por el otro los contadores de cuerpos sin
vida tecleando desde el ejercicio obsceno del necroperiodismo las
cifras, reduciendo lo que una vez fueron vidas, a una estadística.
El
problema hospitalario no es un asunto de buena gerencia, de mejor
administración, de mejores preparadores. La realidad mutila el velo de
la formación, quienes vienen de universidades diseñadas para entender la
salud, o para restaurarla, olvidaron hasta la más mínima conducta ética
y hoy están alienados con su acera de interés, esos gerentes que no
tienen asco en favorecer a lo interno situaciones de daño institucional
tienen un plan asignado, y ejecutándolo hacen que sea imposible resolver
casos extremos de mal manejo de recursos. La crisis es ética y es
política, no es un problema de gerencia.
Un tema sin final… por ahora
La
línea desinformativa que busca hacer ver la real dificultad para
acceder a ciertos medicamentos, sobre todo los de mayor consumo, como
única responsabilidad de la deficiente administración de recursos por
parte del Gobierno Bolivariano, omite la actuación de la empresa privada
en este sector (una muestra que vale la pena traer a colación es la
denuncia que hicieran trabajadores de Pfizer, resaltando la necesidad de
ser incorporados a una inspección para garantizar el uso adecuado de
las divisas para la importación y ensamblaje de algunos medicamentos),
ya que no es el Gobierno Bolivariano el que realiza la mayor importación
de medicinas sino el sector privado.
Por
otra parte, la declaración de “crisis humanitaria en salud” sella a
cada venezolano como un consumidor casi compulsivo de medicamentos,
están midiendo la salud de un país solamente por la posibilidad que
tienen de comprar un medicamento (y ni siquiera se refieren al acceso
monetario), es la idea de salud relacionada únicamente a un tratamiento
clínico específico. La salud recetada. Esa declaratoria jamás va a
cuestionar qué es lo que nos enferma, sino cómo no conseguimos lo que
según ellos nos cura. Es una declaratoria que no menciona cuáles son los
estilos de vida (o de muerte) que producen obesos y diabéticos de forma
alarmante, y no la hará porque sencillamente no es su tarea.
El
sistema de salud en Venezuela no está en “crisis humanitaria”, está
enfrentando, como todos los sectores del gobierno, una cruenta guerra
política, y es desde esa lógica de guerra que debe entenderse cada
accionar de sus actores y cada estrategia de desinformación. Creer que
el problema es la falta de inversión, las iniciativas gubernamentales o
la mala administración, es llamarse a engaño permanentemente.
Es
el capitalismo quien asesina a miles de personas diariamente utilizando
todos sus mecanismos de explotación y saqueo, desde la diabetes y la
pandemia de los infartos hasta los bombardeos de la OTAN sobre Libia y
las arremetidas del Estado Islámico en Siria e Irak, por más que la CIDH
y las ONGs de George Soros quieran criminalizar a Venezuela y
posicionarla como la responsable de un genocidio global que no
inventamos nosotros. Y vaya que Provea es un excelente notario y gestor
del expediente pro intervención contra el país.
Misión Verdad
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