miércoles, 4 de mayo de 2016

Estado de Israel versus comunidad judía


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Estado de Israel versus comunidad judía

 

 

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La disputa levantada en el partido laborista en torno a las polémicas declaraciones de su miembro, Ken Livingstone, por haber afirmado que Hitler estaba, antes de enloquecer, a favor de la creación de un estado hebreo, resulta, como poco, chocante y absolutamente gratuita. Si como dicen, existe incluso documentación al respecto, una declaración de este tipo no tiene por qué resultar tan convulsiva. El hecho de que Hitler apoyara la creación de un estado judío, en un momento concreto de su aberrante trayectoria ideológica, no resta ni un ápice de monstruosidad al genocidio que años después cometió en el conocido como Holocausto. Naz Shah, otra diputada laborista, sugirió que el estado de Israel se podría trasladar a EE.UU, lo que resulta una sugerencia totalmente respetuosa e inevitablemente práctica, de cara a solucionar de una vez por todas la caótica situación que la imposición del país hebreo supuso para todos sus vecinos en Oriente medio.
El estado de Israel y la comunidad judia
Antes de comenzar a lanzarse reproches recíprocos y acusaciones pro nazis, ofreciendo a la prensa conservadora la posibilidad de emitir todo tipo de disparatadas noticias, los diputados del partido laborista británico deberían especificar cuál es su postura ante el estado judío de Israel. De la misma forma, se echa de menos una diferenciación, clara y contundente, de que el estado de Israel no representa fidedignamente a la comunidad judía internacional.
La judía, como religión que se fundamenta en valores humanos, es tan respetable como cualquier otra doctrina. Si bien es cierto que los judíos insisten en definirse como “pueblo elegido”, colocándose así en una situación de privilegio frente al resto de la especie humana, este tipo de creencias -considerarse elegidos por un dios imaginario- es un cáncer muy extendido entre todo tipo de religiones o sistemas de creencias. Una interpretación disparatada de esta creencia justificaría las atrocidades que Israel comete contra Palestina. Al gozar de privilegios divinos, los soldados judíos pueden cometer todo tipo de crímenes contra el adversario.
Resulta, cuando menos, chocante que Ken Livingstone, ex alcalde de Londres, no haya sido capaz de exponer más detalladamente sus planteamientos. La comunidad semita que hay en el mundo no es el estado de Israel; por otra parte, el estado israelita tampoco representa globalmente los intereses o valores de la comunidad judía internacional. Una puntualización oportuna en este sentido, habría hecho que sus explosivas declaraciones sobre el abominable fhürer germano no hubieran tenido el impactante efecto que tuvieron.
Ni son todos los que están, ni están todos los que son
En primer lugar, hay que diferenciar de antemano la dualidad existente entre el término “judío” y el estado de Israel. Para ser más concreto: una cosa es la cultura judía (dentro de la cual se incluye su religión como componente inseparable) y otra, totalmente diferente y distinta, es el estado hebreo. Es cierto que todos los que viven en territorio israelí son judíos; si no religiosamente, sí cultural y políticamente hablando. Aunque eso no significa que todos los judíos del mundo apoyen la política del estado de Israel. Es un hecho que desde la propia colectividad hebrea internacional cada vez hay mayor oposición a la política de invasión de territorios, violación de derechos humanos y crímenes de guerra que practica el estado de Israel.
Son dos cosas, si no muy diferentes, si bien distintas. Es cierto que, gozando de la impunidad que le confiere la comunidad internacional -con la farsante ONU a la cabeza-, el estado de Israel practica un tipo de terrorismo muy peculiar contra la población palestina. Pero es un error generalizar este comportamiento y acusar de ello a toda la población judía que habita en el planeta.
Carnaza para la prensa conservadora
Si desde un principio se hubieran dejado bien claros estos puntos, es muy posible que el partido laborista no hubiera servido de “carnaza” para la prensa conservadora británica.
Hay que colocar al estado de Israel por una parte y a la cultura semita por otra. No hay semitismo en reconocer el respeto y la consideración que la religión judía merece, por haber sido uno de los primeros sistemas de valores que aparecieron en el mundo y estar contemplada como una de las religiones más antiguas de la Historia. Tampoco es anti-semitismo acusar al estado de Israel de comportarse con los palestinos con la misma crueldad y brutalidad que los nazis tuvieron con ellos.
La cultura judía –que no la “raza”, ya que ahí sí entraríamos en el fangoso territorio de los privilegios étnicos que sitúan a unos seres humanos por encima de otros y les dan el derecho de justificar el genocidio-, ha dado al mundo hombres de renombrado prestigio. Entre otros, Carl Marx, Einstein o Steven Spielberg.
Por mi parte, me quedo con el genial Woody Allen (pocos conocen que este es su nombre artístico para ocultar su autentico apellido judío; Konigsberg). Si hay alguien que tenga derecho a criticar su propio entorno religioso, este es Woody Allen:”Hay dos tipos de personas en este mundo, las buenas y las malas. Las buenas duermen mejor, pero las malas parecen disfrutar mucho más las horas en que están despiertas… En realidad, prefiero la ciencia a la religión. Si me dan a escoger entre Dios y el aire acondicionado, me quedo con el aire”.
Juntos pero no revueltos
Es hora de que el partido laborista opte también por el aire acondicionado y haga bajar la temperatura que han alcanzado sus discordias internas, aclarando como primer paso este imprescindible principio conceptual que separa a la comunidad judía internacional del estado de Israel.
Algunos rabinos ya han dejado oír su voz, denunciando la invasión de territorios y habituales prácticas de tortura que perpetra el estado de Israel, prácticas que consideran como contrarias al sistema de valores que propone la doctrina judía. Hace apenas dos semanas el mundo entero se estremeció viendo por la televisión como un soldado israelita asesinaba a sangre fría a un palestino herido y tirado en medio de la calle.
Estado de Israel y comunidad semita internacional pueden estar aparentemente relacionados; pero hay que dejar bien claro que, aunque estén juntos, no deben estar “revueltos”. Así se evitarían confusiones muy extendidas entre la población media y se dejaría desde el principio claro que no hay anti semitismo en denunciar la actuación trasgresora del ejercito israelí. Es importante dejar claro qué el estado de Israel no siempre representa a los judíos del mundo entero y que, por lo tanto, no debe identificarse a ambos en un mismo concepto. Va siendo hora de que Jeremy Corbyn, un eterno luchador por los derechos humanos, aclare estos dos conceptos y firme la paz con aquellos que, desde una postura también equívoca, nunca pretendieron hacer apología de Hitler desde el partido de los trabajadores británicos.

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