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jueves, 15 de diciembre de 2016
¿Hemos tocado techo histórico en la demanda de petróleo?
¿Hemos tocado techo histórico en la demanda de petróleo?
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Compartir ¿Hemos tocado techo histórico en la demanda de petróleo? DerBlaueMond @DerBlaueMond
A menudo me leerán que a nuestras generaciones nos ha tocado vivir un mundo mucho más cambiante que en ningún otro momento anterior de la Historia, tanto en velocidad como en importancia de unos cambios que, si nos hubiesen mostrado hace tan sólo hace un par de décadas, en los ochenta y los noventa nos habrían parecido auténtica ciencia ficción. Uno de los sectores fundamentales de toda economía, desarrollada o en vías de desarrollo, es el sector energético; y dentro del sector energético es innegable el protagonismo actual del petróleo. Actualmente hay ya numerosas voces que están alertando, o más bien anticipando, que la demanda mundial de crudo puede estar tocando su techo histórico. La razón no puede buscarse únicamente en unas economías que languidecen y demandan menos materias primas y menos energía, puesto que el escenario en el que se plantea este supuesto techo entra más bien dentro de un largo plazo que hace que estas coyunturas económicas normamente pasajeras sean un factor de índole menor.
El tema que nos ocupa hoy más bien tiene que ver con la transformación que el sector energético va a tener que abrazar sí o sí en los próximos lustros. Además, en su transfomación, el sector de la energía puede traer de la mano nuevos modelos energéticos, no sólo más sostenibles en el contexto del planeta como ecosistema, sino también en el sentido de poder abastecer la insaciable demanda de energía que nuestro mundo hiperconectado demanda cada vez con más avidez. Tengan en cuenta la cantidad ingente de electricidad necesaria para matener en producción los mastodónticos centros de datos que soportan el servicio de Google, Facebook o cualquier otro representante de la nueva economía con una base de usuarios masiva.
Las sombras en las perspectivas actuales del sector
El problema tal cual se lo he planteado hasta aquí no va más allá de lo que cualquier lector habría podido imaginar combinando las últimas noticias relacionadas con el cambio climático, la mayor eficiencia que se va desarrollando en fuentes de energía alternativas y menos contaminantes, y en inventos disruptores como el coche eléctrico de Tesla. Respecto al tema del coche eléctrico en concreto, hay que decir que lo que nos va a traer a corto plazo es la transformación de la demanda de un consumo que inevitablemente se traduce en la actualidad en una necesidad de combustibles fósiles, convirtiéndola en un nuevo tipo de demanda que sufriría una necesaria flexibilización, al pasar a requerir estrictamente energía eléctrica, independientemente de cómo ésta sea generada. Esta flexibilización permitirá pues, en un futuro no muy lejano, poder elegir la fuente energética más idónea en cada momento concreto y con la que se quiere generar esa electricidad, que posteriormente alimentará por ejemplo el parque de vehículos de un país.
Sin duda, con sólo esto el sector del transporte gana y mucho, y no sólo este sector, sino las socioeconomías en su conjunto, puesto que poder elegir de manera flexible hacia qué fuente de energía se transformará la demanda del parque de vehículos que circula por nuestras redes de transporte, no sólo en un gran progreso, sino que estratégicamente es un gran avance. Pero es que aún hay más, puesto que recuerden que el sector del transporte es uno de los grandes consumidores de combustibles fósiles a nivel planetario, y por tanto uno de los grandes contribuyentes al ya probado y temido efecto de los gases invernadero. Por desgracia, la lucha contra el cambio climático también es ya un factor estratégico tanto para el que lo quiera ver como para el que no.
Efectivamente, a medio (por no decir un útopico corto) plazo, las economías del planeta ya no pueden demorar más el hacer uso de esa flexibilidad para abordar el gran problema del calentamiento global, al cual ya llegamos más que tarde. Esto ha sido así a pesar de las reiteradas llamadas de atención de una comunidad científica que ha tenido que asistir resignada, junto a muchos ciudadanos, al lamentable espectáculo que supone que sólo se hayan tenido en cuenta sus rotundos informes cuando ya han estado confirmados por los datos estadísticos de unas temperaturas medias que baten records año tras año. Y ya veremos si aún estamos a tiempo de revertir este desastre, al menos para frenarlo y paliarlo en la medida de lo posible, o si ya hemos alcanzado ese punto de no-retorno del cual algunos nos hacíamos eco cuando todavía se oía rebatir con argumentos como que es que había un glaciar en cierta parte de la Tierra que aún estaba creciendo.
Lo que dicen (o hacen) los gigantes petrolíferos
Empecemos recordando que este tipo de cambios, como el que parece que estaría ocurriendo con el supuesto techo histórico en la demanda de crudo, han sido habituales a lo largo de la Historia de la humanidad. Los herreros dejaron de fabricar escudos. Los fabricantes de carretas cesaron su actividad ante el empuje del naciente automóvil. Y por ponerles ejemplos más cercanos y similares, la minería del carbón tuvo que ceder en su día el protagonismo energétco a la extracción de petróleo. Con todo ello, deberán admitir al menos que el tema central de este artículo, puede que sea una suposición que sólo el futuro desmentirá o confirmará, pero es una suposición de todo menos descabellada.
Pero, llegados a este punto, he admitirles que los párrafos anteriores, si bien resultan coherentes bajo el prisma del mero razonamiento económico, pecan de tener una nota de subjetividad que no dudo que al menos les llame la atención a algunos de ustedes. Por lo tanto, dejemos a un lado por un momento las modestas conclusiones de un servidor, y pasemos a analizar qué es lo que están haciendo hoy por hoy los gigantes petrolíferos: éste es sin duda un gran y significativo termómetro, indicativo de hacia dónde se dirigen los jugadores del sector que más información tienen en la actualidad. Probablemente estos movimientos van más allá de lo que algunos se atreven a admitir.
Según pueden leer en esta noticia del New York Times, el conglomerado petrolífero húngaro, el conocido como grupo MOL, ya ha anticipado este mismo mes a sus inversores que la demanda de combustibles en sus principales mercados va sufrir una caída segura. Pero MOL no es noticia por ser una excepción, sino por el agresivo plan de transformación que está diseñando al verle las orejas al lobo, que incluiría, entre otras medidas, cambiar el foco de los combustibles a los conocidos como petroquímicos, cuya demanda creen que seguirá fuerte pues son la base de productos como los plásticos.
Como pueden leer en la noticia anterior, otros gigantes del sector como Royal Dutch Shell, Exxon Mobil, o la todopoderosa saudí Aramco, estarían también empezando a anticiparse a esta tendencia incipiente. El punto de discusión en el sector no es el qué, sino más bien el cuándo, de ahí que la gradualidad en los movimientos de las diferentes compañías dependa de cada caso concreto. Aparte de la misma política de MOL respecto a los petroquímicos, otras medidas que estas otras compañías están tomando es bombear más gas natural, recortar los costes de producción, y diversificarse con fuentes de energía alternativa como la energía solar o los biocombustibles.
Pero en lo que se refiere a las perspectivas de los insiders del sector, me gustaría llamarles la atención sobre otro punto que creo que es clave para valorar la situación. La compañía saudí que les citaba antes, Aramco, no es que sea un gigante del sector, es que es el gran gigante del sector. Un gigante actuamente 100% en manos del estado de aquel país. Por que se hagan una idea, el propio gobierno saudí ha valorado la compañía en 2,5 billones de Euros, y parece ser que están barajando realizar una OPV. Poniéndole cifras a esta venta, les diré que sería la mayor OPV de la historia, incluso aunque se desprendiesen tan sólo de un 1% de la compañía, dejando atrás en cifras a las OPV de Facebook o Alibaba.
Por acabar de ponerles en contexto, ante el agujero que está haciendo en su economía el hundimiento del crudo, cuando el gabinete saudí anunció medidas como la venta de Aramco, también describió literalmente a Arabia Saudita como un país adicto al petróleo. En concreto, la venta de Aramco da mucho que pensar, puesto que, si el rey vende la joya de la corona, será que posiblemente piense que el precio del oro (negro) ya no va a volver a ser lo que era. Porque además de una demanda que languidece, el sector debe enfrentarse a una sobreoferta derivada de los productores con fracking que, en cuanto el precio del barril supera la banda denominada "banda shale" estimada entre los 45$ y los 55$ por barril, los pozos de fracking vuelven a ser rentables e inundan el mercado con petróleo "pizarra".
La nueva economía nos obliga a un adoptar nuevo modelo energético
Aunque pueda ser cierto que estemos alcanzado el techo del consumo mundial de crudo, lo cierto es que éste hecho tan sólo es la punta del iceberg. Supongo que estamos todos de acuerdo en que la nueva economía perderá pronto su calificativo de "nueva", el cual ya está pasando a ser un mero epíteto al ver cómo nuestras socioeconomías están cada vez más indisolublemente asociadas a Internet. Como pueden leer en la siguiente noticia, hasta tal punto esto es así que la evolución de las cifras del sector en lo relativo a la energía resultan impactantes. Según esta otra noticia del dario británico "The Independent", esto es así por el hecho de que la proporción de la energía mundial dedicada a alimentar datacenters ha pasado en diez años, de ser prácticamente insignificante, a suponer un 3% del total de suministro eléctrico, a lo que hay que añadir las previsiones de que dicha proporción se triplique en la próxima década. Un 10% del suministro mundial ya son palabras mayores, más aún cuando algunas fuentes del sector tildan estas previsiones de conservadoras.
Muy significativo al respecto es también por ejemplo el hecho de que, según pueden leer en este link, en Virginia del Norte se vive un boom de construcción de centros de datos. Entre los factores desencadenantes de este boom tenemos el mero hecho de que los climas más fríos permiten ahorrar millones a las tecnológicas en la mera refrigeración: la importancia que los gigantes de internet están dando a la eficiencia energética ya a día de hoy, nos hace ver cómo de importante es acometer un cambio de modelo energético como el que parece que están abordando algunos importantes jugadores del sector petrolífero. Reinventarse o morir es una máxima de nuestro mundo de hoy en día, para usted, para mí, y para cualquier agente económico, puesto que es esencial adaptarse a los contínuos cambios de ese mundo permanentemente cambiante que ya les nombraba antes.
De la misma manera que en Virginia del Norte, en localizaciones como Escocia, o en la casi ártica Islandia, se espera también que, por los mismos motivos, en breve experimenten un boom de características similares. En el caso islandés además hay que añadir el importante factor que resaltan sus medios nacionales de que este país sea una de las primeras potencias energéticas en lo que a energía renovable se refiere, con especial importancia por parte de una energía geotermal que allí es mucho más que una reaildad: los datos del sector energético del país nórdico suponen que prácticamente el 100% del consumo eléctrico de Islandia se abastece con fuentes de energía renovables. Lo mismo ocurre con un 85% del consumo total de energía primaria, en un mix energético que se divide mayormente entre un 20% de energía hidroeléctrica, y un 65% de energía geotermal, como pueden leer en este link de una página web del sector.
Tan sólo los costes de refrigeración suponen hasta un 40% de los costes de mantenimiento y operación de un centro de datos, y eso que la refrigeración es tan sólo una parte de la enorme importancia que la eficiencia energética está llamada a jugar en la economía de un futuro que ya es presente. Recuerden que este futuro pasa porque casi todo nuestro mundo esté compuesto por unos bits con valores de ceros y unos que, para permanezcan como tales, han de ser permanentemente alimentados, al menos para que estén disponibles, que usted pueda accederlos, y que así nuestras vidas digitales no desaparezcan para siempre. Estamos pues ante algo más que la mera necesidad de luchar contra el cambio climático del presente. A la vista de la futura progresión de la demanda de energía mundial, de lo que estamos hablando en realidad es literalmente de la necesidad de rediseñar un futuro energético que no admite otra opción, al menos si queremos seguir progresando como civilización. Parece que estas previsiones de que estemos tocando techo en la demanda mundial de crudo apuntan en esa dirección.
Y es que la supervivencia como especie nos puede ir en ello, ya que, como dijo Stephen Hawking "actualmente disponemos de los medios para destruir nuestro mundo, pero no para escapar de él". Eso por no hablar de la poca ética que hay detrás del egoísmo como especie que supone que se plantee únicamente la supervivencia de la humanidad, pareciendo que ésta sea lo único que importe en un desastre planetario de tales características. Tenemos un reto ineludible por delante, y como siempre a lo largo de la Historia, algunos lo abrazarán desde el principio para tratar de adaptarse y sobrevivir, y otros seguirán anclados en un pasado que deja de ser presente posible. La supervivencia de todos depende de qué grupo acabe pesando más en la balanza global. A veces, parece que las películas futuristas son de ciencia ficción, no porque no seamos capaces de inventar el futuro que muestran, sino porque corremos el riesgo cierto de acabar con todo antes de que ese futuro pueda llegar. Stephen Hawking vino a decir una vez que el motivo de que no hayamos entrado nunca en contacto con civilizaciones extraterrestres es porque toda vida inteligente tiende a la auto-extinción. Habría pues que revisar ese calificativo de vida "inteligente": con este panorama, parece más bien un oxímoron.
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