¡Hay
que descentralizar todo! (ya no queremos más al ser humano en el
centro). Ego —> eco. Allá en los ‘ranchitos’ de Hidalgo, las
comunidades también hacen de las calles su escenario de inconformidad
-pa’ que retiemblen sus anti-centros la tierra-. Es de urgencia que
estas manos jóvenes y seniles carguen una y otra vez las mantas -y los
pedazos improvisados de cartón- que gritan: “¡hey, sus megaproyectos nos
están matando!”. Muestra irrefutable de que vale más ser chairo que
agachado. Para la naturaleza no hay segundas oportunidades (a menos de
que un Wall-E nos salve en los próximos años). Muere ella, morimos
nosotros.
La
marcha da inicio (aunque la defensa de la vida siempre ha estado en
marcha). San Luis Tecuautitlán. Maquixco, Zimapán, Cholula, Tizayuca van
al frente. Sembrar, no matar. A los extremos, la Policía Municipal en
camionetas, motocicletas y otros -como si no nos diéramos cuenta-
irradiando autoridad con sus radioS y tomando fotografías con el
smartphone que papá-gobierno les obsequió (de lo contrario, ni
tendrían). Tierra y libertad. Una madre destrozada toma el micrófono y
le dice a los de “Derechos Humanos” (sus tan cacareados disfraces
institucionales que prolongan la individuación sobre la ética colectiva)
que su hija enfrenta una enfermedad terminal por la contaminación
minera en su municipio. ¿Cuántos pequeños en todo el mundo no estarán
así?, o… ¿cuántos de nosotros no estamos ya enfermos por culpa de la
superestructura y no nos hemos dado cuenta? (y luego dicen que el
capitalismo genera “progreso”…).
Epazoyucan
toma la batuta: “recahazamos la contaminación del agua, tierra y aire”;
la historia nos dicta que no es algo nuevo, llevan 190 años siendo
basurero. Pero pus’ sí, si somos basura para los de arriba, no sorprende
que nuestro territorio se convierta en basurero. El contingente se
encuentra con otro que partió de otro extremo de la ciudad. “¡Es la
unión de los pueblos lo que nos hará triunfar”, en efecto, pero antes es
necesaria la ruptura colectiva con los que no nos permite avanzar:
partidos políticos, falsas dirigencias, retóricas legistas, envidias,
orgullos, falta de voluntad y de disciplina. Desde las ventanas de la
PROFEPA se asoman unas cuantas oficinistas. No sale el procurador poque
íbamos en bola. He ahí el Minos de la democracia representativa:
conceder a unos cuantos el ejercicio de la política; olvidar que
todos-somos-uno (material y existencialmente). “Esos que protestan”
clausuran el edficio con pegatinas que les costará trabajo quitar de sus
fachadas.
Vamo’
de regreso, ahora hacia el Poder Ejecutivo. Ya casi 5 horas. Las gotas
de sudor recorriendo las mejillas (hasta pareciese que el sol era un
‘infiltrado’). “No queremos opciones, queremos soluciones”.
Atemorizados, los empleados del poder cierran sus puertas. La
fenomenología de los revoltosos.
“Poder
Ejecutivo del Estado”, no son sólo 4 palabras que aparecen en 154,436
documentos que 1769 oficinistas arreglan con un broche de mariposa en
los 543 estantes de las oficinas del gobierno; tampoco es una manta de 5
x 1 metros que recubre sus instalaciones; es el monopolio de la vida a
la manera de guillotina que ejecuta (sí, de asesinar) la tranquilidad de
las comunidades (si se trabaja todo el día para ganarse la papa, ¿al
menos merecemos eso, no?). Esto es el terror extractivista (tan sólo
vean en estas mantas de protesta, queridos lectores, los resultados de
la toxicidad empresarial en los rostros desfigurados, taladreados y
traqueteados por la corrupción del que podrían ser presa los vecinos hoy
afectados).
Es tiempo de poner a la naturaleza en el centro. Sin ella, no hay algo, no hay nada, no hay, no.
Fotografías: Demián Reyes
Publicado el 08 de Diciembre de 2016 en:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario