sábado, 1 de abril de 2017

¿Qué es el periodismo objetivo?





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¿Qué es el periodismo objetivo?
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“Son los hechos, señora”

Por Media Lens,

Dissident Voice



¿Qué es el periodismo objetivo e imparcial?

La opinión más aceptada es la que ofreció en el año 2001 el entonces editor político de la BBC, Andrew Marr:

“Cuando empecé a trabajar en la BBC, mis Órganos de Opinión fueron formalmente extirpados” (1).

O lo que dijo Nick Robinson cuando describió su papel como redactor político de ITN (Independent Television News) durante la guerra de Irak:

“Mi trabajo consiste en informar de lo que estaban haciendo o pensar lo que estaban haciendo los que tenían poder… Eso es todo lo que puede hacer alguien que tiene este tipo de trabajo” (2).

“Son los hechos, señora”, como describió de manera irónica Matt Taibbi de Rolling Stone esta situación en el periodismo.

Es por esta razón que si usted le pide a un periodista de la BBC o de la ITN que elija entre describir la guerra de Irak como “un error” o como “un crimen”, se negará porque dirá que se le exige ser “objetivo” e “imparcial”.

Pero en realidad hay cinco buenas razones para rechazar este argumento como fundamentalmente falso y dañino.

En primer lugar, resulta que la mayoría de los periodistas sólo se ponen nerviosos al expresar opiniones personales cuando se trata de criticar a los poderosos. Andrew Marr no puede decir de la guerra de Irak que sea un “crimen”, pero sí puede decir que la toma de Bagdad en abril de 2003 significó que Tony Blair “es ahora un hombre de más prestigio y un Primer Ministro que como resultado se afianza en su cargo” (3). Nick Robinson puede informar que “cientos de soldados (británicos) arriesgan sus vidas para llevar la paz y la seguridad a las calles de Irak” (4).

Tal vez se trate de la versión “Aquí te pillo aquí te mato, Señora” de la “imparcialidad”.

A los periodistas se les permite olvidar su “objetividad” de esta manera, pero no de la otra, es decir, de aquella que pueda ofender a los poderosos. Sharon Beder, analista de los medios de comunicación australianos, ofrece otro ejemplo del mismo doble rasero:

“Equilibrio significa garantizar que las declaraciones de los que cuestionan el establishment se equilibren con las declaraciones de aquellos que son criticados, pero no necesariamente al revés” (5).

El segundo problema con el argumento de no dar opiniones personales es que no es posible quedar al margen de las opiniones y sólo expresar “los hechos”. Los hechos que destacamos o ignoramos, el tono y las palabras utilizadas que usamos para enfatizar o minimizar estos hechos, todo ello refleja de manera inevitable nuestra opinión personal.

El tercer problema viene reseñado en el título de la autobiografía del historiador Howard Zinn: No puedes ser neutral en un tren en movimiento. Incluso si creemos que es posible renunciar a nuestra opinión personal al informar sobre los hechos, aún así seguiremos tomando partido. Zinn lo explicó:

“Como digo a mis alumnos al comienzo de mis cursos “No se puede ser neutral en un tren en movimiento”. El mundo ya se está moviendo en ciertas direcciones, muchas de ellas aterradoras. Niños que pasan hambre, gente que muere en las guerras. Ser neutral en tal situación es colaborar con lo que está pasando” (6).

Matt Taibbi da un ejemplo muy llamativo:

“A pesar de poner toda su buena voluntad, un punto de vista siempre asoma en los artículos. Abra cualquier periódico de los años 30 o 40, consulte la página de deportes: el tipo que escribió las anotaciones de los puntos obtenidos, ¿tenía alguna intencionalidad política? Probablemente no crea que sea así. Pero visto en retrospectiva 70 u 80 años después, cuando la información sobre el béisbol no podía dejar de mencionar el hecho de ser negro, es apología y disculpa. Cualquier periodista medianamente avispado sabe que hay un sesgo encerrado en la forma de presentar la información…”.

Un cuarto problema, estrechamente relacionado, es aberrante: no tomar partido, por ejemplo, contra la tortura, ni contra los grandes países que explotan a los pequeños, ni contra la venta de armas a los tiranos, ni contra el relego del cambio climático en lugar de informar de él. Un médico cuando trata a un paciente presenta un sesgo al tratar de identificar y resolver un problema de salud. Nadie puede argumentar que el médico deba mantenerse neutral entre la enfermedad y la salud. ¿No es evidente que todos debemos debemos tener un sesgo en contra del sufrimiento”.

Por último, ¿por qué la responsabilidad periodística de relegar la opinión personal se pone por encima de la responsabilidad de denunciar los delitos del Estado de los que somos responsables como ciudadanos que viven en una Democracia? Si el Gobierno masacra a los ciudadanos, ¿los periodistas deben negarse a hablar? ¿Por qué el contrato profesional de los medios de comunicación está por encima del contrato social? Los periodistas podrían responder que el periodismo “libre de opiniones personales” es vital para una Democracia saludable. Pero si no hay una disidencia que desafíe los actos criminales, la Democracia se desintegra rápidamente en una tiranía. Este es el caso, por ejemplo, si seguimos siendo “imparciales” cuando nuestros Gobiernos bombardean, invaden y matan a 100.000 personas en el exterior. Un periodista que se niega a describir la guerra de Irak como un crimen está tejiendo un panorama que normaliza lo inconcebible. La “imparcialidad” periodística en Irak favoreció los posteriores crímenes de Gran Bretaña y Estados Unidos en Libia, Siria y Yemen.

Este es el absurdo de esa idea inocente de que los “órganos de opinión” de los periodistas pueden y deben ser extirpados.

Así que si rechazamos esta versión aberrante e inmoral de la objetividad, detrás de la cual se esconden tantos periodistas, ¿qué es entonces el periodismo objetivo” ¿Abogamos por un sesgo descarado, libre de prejuicios, desconectado de cualquier intento de justicia? De ningún modo.

Igualando el yo y el otro

El periodismo objetivo e imparcial debe echar sus raíces en el hecho de que “mi” felicidad y sufrimiento no importan más que “tu” felicidad y sufrimiento. Es irracional, cruel e injusto considerar lo contrario. El periodismo objetivo debe rechazar los análisis que priorizan determinados “intereses”: mi cuenta bancaria, mi seguridad financiera, la empresa, la nación, mi clase, sobre los intereses del otro.

El periodismo objetivo no se pone de “nuestro” lado, de modo que contabilizamos nuestros muertos e ignoramos sus muertos. No se niega a juzgar a nuestros líderes políticos, mientras condenan también a sus líderes. No hablan de que nuestros estándares morales están por encima del resto. No aceptan que nuestra Nación sea “excepcional”, que tengamos un destino manifiesto para dominar a los otros, y que nosotros seamos de alguna manera los elegidos.

Una afirmación central de las tradiciones budistas y otras tradiciones místicas hablan de que podemos “igualar el yo y el otro” de esta manera. Muchos intelectuales, incluyendo a los de izquierdas, descartan este tipo de análisis como una filfa irrelevante. Pero en el momento en el que los vikingos estaban devastando Europa, el sabio budista Shantideva del siglo IX se preguntó:

“Puesto que yo y otros seres, ambos,

al ansiar la felicidad nos hacemos iguales y semejantes,

¿qué diferencia hay para distinguirnos?

¿Por qué debería esforzarme para obtener sólo mi dicha” (7).

Es un pensamiento asombrosamente razonable, pero todavía disponemos de una declaración aún más notable:

“La intención, un océano de dicha

que busca para todos los seres un estado de bienaventuranza,

y cada acción para el beneficio de todos:

tal es mi deleite y toda mi alegría” (8).

Después de 4.000 millones de años de evolución de “crueldad despiadada”, Shantideva afirma que buscar el bien de los demás es una fuente de alegría y felicidad que supera con mucho el simple placer de las ganancias personales.

Tales apreciaciones son, por supuesto, recibidas con recelo por una sociedad que promueve la codicia sin restricciones para maximizar los beneficios. Pero si dejamos a un lado a nuestro grupo y volvemos a mirarlo, en realidad se trata de una cuestión de experiencia común. El maestro espiritual indio, Osho, dijo:

“¿Nunca has sentido satisfacción por haber sonreído a un extraño en la calle? ¿No tuviste luego un remanso de paz? No hay límite a la alegría que se siente al levantar a un hombre caído, cuando asistes a una persona que se siente desfallecer, cuando llevas flores a un enfermo, pero no por deber, no porque sea tu padre o tu madre. No, a una persona cualquiera, simplemente dar un regalo es en sí una recompensa, un gran placer”.

Esta tipo de recompensa ha sido confirmada por la ciencia, algo creíble (véase aquí).

El periodismo objetivo se basa en dos afirmaciones:

1.- que los seres humanos son capaces de considerar la felicidad y el sufrimiento de los demás como de igual importancia a la felicidad y el sufrimiento de los demás.

2.- que, tal vez contrariamente a la intuición generalizada en nuestra sociedad, los individuos y las sociedades mejoran drásticamente su bienestar cuando “se iguala a uno mismo y al otro”.

En otras palabras, y no se trata de puro sentimentalismo, los seres humanos que practican la justicia experimentan beneficios por el mero hecho de hacerlo.

El valor del periodismo objetivo en ese sentido es bastante claro. Sabemos por las investigaciones (véase aquí) y por nuestra propia experiencia que las personas que sólo piensan en sí mismas son, aparte de miserables, tremendamente tendenciosos.

En su colección de discursos espontáneos, “Ta Hui, el gran maestro del Zen”, Osho ofreció un incomparable ejemplo de objetividad, en el sentido del que aquí se habla:

“Sucedió en mi pueblo, entre mi casa y el templo había un pedazo de tierra, y que por alguna razón técnica mi padre fue capaz de apropiarse de aquel terreno cuando acudió a los tribunales, sólo, como ya digo, por razones técnicas. La tierra no era nuestra, sino que pertenecía al templo. La razón técnica esa ésta: que en los planos no aparecía la tierra como propiedad del templo. Fue un error del personal administro del ayuntamiento: habían incluido ese pedazo de tierra en las propiedades de mi padre.

Naturalmente, ante los tribunales no cabía ninguna duda. El templo no podía decir que aquella tierra era suya. Laq tierra tenía un gran valor: estaba en la calle principal. Todas las cuestiones técnicas y legales estaban del lado de mi padre. Y llevó el caso a los tribunales.

Yo le dije: Escucha, no tenía por entonces más de 11 años de edad, voy a acudir al tribunal y defender al templo. Nada tengo que ver con el templo, ni siquiera una vez he entrado en él, pero sabes muy bien que la tierra no es tuya.

Él me dijo: ¿Qué clase de hijo eres? ¿Actuarás como un testigo contra tu padre?

Le dije: No se trata de padre e hijo. En los tribunales de defiende la verdad. Y no sólo estará tu hijo, sino que también he convencido a tu padre.

– ¡Qué!

Tenía una gran amistad con mi abuelo, por lo que hablé con él de este asunto. Yo le dije: Tienes que apoyarme porque sólo tengo 11 años. El Tribunal no puede aceptar mi testimonio porque no soy un adulto, por lo que necesito tu apoyo. Sabes muy bien que esa tierra no es nuestra.

Él me dijo: “Tienes mi apoyo”.

Así que le dije a mi padre: “Escucha a ambos, a tu padre y a tu hijo… y retira la demanda, de lo contrario estarás en un problema, perderás el caso. Sólo se trata de un problema técnico. No vamos a apoyar un error técnico por parte del secretario municipal.

Me dijo: No entiendes una cosa tan simple, lo que significa una familia… tienes que apoyar a tu familia”.

Le dije: No, apoyaré a la familia si la familia tiene razón. Apoyaré a quien tenga razón”.

Luego habló con mi abuelo, que le dijo: He prometido que apoyaré a tu hijo, iré con él.

Mi padre le contestó: !Eso significa que tendré que retirar la demanda y perder un valioso trozo de tierra!

Mi abuelo dijo: ¿Qué se puede hacer al respecto? Tu hijo te va a crear problemas, y viendo la situación, que de ninguna manera vas a poder persuadirle, he decidido apoyarlo, sólo para que su posición tenga más fuerza. Es mejor retirarse que ser derrotado.

Mi padre dijo: Esta es una familia muy extraña. Trabajo por el bien de vosotros. Trabajo por ti, trabajo por mi hijo, no estoy trabajando para mí. Si podemos tener una hermosa tienda en esa tierra, tendrás una vejez mejor y más cómoda, mi hijo tendrá una educación mejor y podrá ir a la Universidad. Y tú estás en mi contra.

Mi abuelo dijo: No estoy en contra de nadie, pero he de cumplir mi promesa, no puedo faltar a mi palabra, al menos en lo que a él respecta, porque sería peligroso, y me generaría problemas. No puedo engañarle: Diré lo que él diga. Y está diciendo la verdad… y eso tú lo sabes.

Así que mi padre se vio obligado a retirar la denuncia, a regañadientes… Le pedí a mi abuelo que trajera algunos dulces para distribuirlos entre los vecinos. Mi padre ha recobrado la razón. Dijo: Eso me parece lo correcto.

Cuando mi padre vio que estaba dando dulces, preguntó: ¿Qué estás haciendo? ¿Qué ha sucedido?

Le dije: Ha recobrado la razón. La verdad ha resultado victoriosa. Así que le di a él también un dulce.

Él se rio y me dijo: Puedo entender tu punto de vista, y mi padre te apoya, así que pensé que sería mejor que yo también te apoyase. Es mejor retirarse sin tener problemas. Pero he aprendido la lección: No puedo depender de mi familia. Si hay algún problema, no me van a apoyar por ser mi padre o mi hijo, o hermano. Me apoyarán si la causa es justa.

Y desde entonces no se presentó ningún otro problema, porque no hizo nada en lo que no estuviéramos de acuerdo. Defendió la sinceridad.

Muchas veces en su vida me dijo: Actuaste bien, de lo contrario me habría apropiado de esa tierra y habría cometido un delito a sabiendas. Me has impedido, no sólo que hubiera cometido un delito, sino que desde entonces no lo he vuelto a cometer. Siempre que se ha dado una situación similar, siempre he defendido la verdad, cualquiera que fuesen las pérdidas. Ahora puedo ver con claridad:; la verdad es el tesoro que poseemos. Puedes perder tu vida, pero no perderás de vista la verdad” (9).

El periodismo objetivo insiste en la idea de que “yo apoyaré a mi familia sólo si mi familia tiene razón. Apoyare a quien tenga razón”. Si la guerra de Irak fue una guerra de agresión, el periodismo objetivo debiera describirlo como tal.

Sin embargo, la mayor parte del periodismo corporativo dice:

“Apoyaré a mi familia, a mi partido, mi periódico, mi Corporación, los publicistas, mi Industria de armas, mi ejército, mi país, mi clase, estén o no en búsqueda de la verdad. Apoyaré aquello que me beneficie personalmente. Destacaré los hechos en un tono que beneficie los intereses de los poderosos, que me premiarán por ello. Ignoraré los hechos y las voces que podrían perjudicar mi carrera”.

El padre de Osho percibió el desafío de su hijo como un ataque: “Estás en mi contra”. Pero Osho no estaba en contra de su padre, ni a favor del templo, estaba al lado de la justicia.

En el año 2012, Media Lens comparó la reacción de los medios de comunicación ante la matanza de 16 civiles afganos por parte de soldados estadounidense con una matanza de 108 personas en Houla, Siria, de la cual los medios occidentales encontraron responsable al Presidente sirio Bashar al-Assad. Preguntamos entonces qué pruebas debieran encontrar los periodistas para hacer personalmente responsable de la matanza al Presidente Obama. Obviamente, debiera en primer lugar comprobarse la participación de las fuerzas estadounidenses. Presumiblemente, Obama debiera de haber firmado dichas órdenes, o haber sido consciente de ellas y haberlas aceptado. Pero las fuerzas sirias fueron inmediatamente declaradas responsables, siendo Assad considerado el responsable último, incluso antes de que los asesinos fueron identificados.

Invitamos a los lectores a que consideren si los periodistas independientes, aparentemente libres de ataduras, tratan a los Gobiernos extranjeros, especialmente a los enemigos oficiales del Estado, de la misma manera que tratan al propio Gobierno y a sus principales aliados. No estábamos en contra de Obama más de lo que lo estábamos en contra de Assad, estábamos buscando la verdad.

Irónicamente, nuestros intentos de desafiar los artículos tendenciosos de esta manera son denunciados como un ejemplo de ser vergonzosamente tendenciosos, y se nos describe como pro-Assad, pro-Gadafi, pro-Putin, apologistas de la tiranía, y así sucesivamente, por la misma gente que emprende una campaña de propaganda contra cualquier que desafíe al poder establecido.

Recientemente comentábamos la ausencia de cobertura informativa de la matanza de 38 personas en un hospital afgano:

“Si el ataque del Estado Islámico se hubiera producido en un hospital francés, disparando contra médicos y pacientes, habría sido uno de los mayores traumas de 2017”.

No se trata, de nuevo, de un comentario pro-afgano o anti-francés, señalando una deriva tendenciosa y peligrosa en la forma que los medios de comunicación responde al sufrimiento del mundo, sea quien sea.

¿Por qué nos preocupamos por la tendenciosidad? Porque, como sugiere la anécdota de Osho, todo no es lo que parece. Resulta que hay costes ocultos ante tanta mendacidad, del mismo modo que beneficios ocultos en la verdad.

Después de décadas destinadas a perfeccionar sus modos de ocultar los hechos y las opiniones que les resultan hostiles, los medios corporativos se han vuelto incapaces de ver la verdad incluso ante un desastre inminente. Los costes, en esta era del catastrófico cambio climático, están siendo muy claros.



1.-Marr, The Independent, January 13, 2001. []

2.-Robinson, ‘”Remember the last time you shouted like that?” I asked the spin doctor, The Times, July 16, 2004. []

3.-Marr, BBC 1, News At Ten, April 9, 2003. []

4.-ITN, September 8, 2003. []

5.-Sharon Beder, ‘Global Spin’, Green Books, 1997, p.203. []

6.-The Zinn Reader, Seven Stories Press, Howard Zinn, 1997, p.17. []

7.-Shantideva, ‘The Way of the Bodhisattva’, Shambhala, 1997, p.123. []

8.-Ibid, p. 49. []

9.-Osho, ‘Ta Hui – The Great Zen Master’, 1987, free e-book. []


Media Lens es un organismo de control de los medios de comunicación del Reino Unido, encabezado por David Edwards y David Cromvell. El segundo libro de Media Lens, Neolengua en el siglo XXI, por David Edwards y David Cromwell, fue publicado en 2009 por Pluto Press. Visite Media Lens’s website.

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