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¿Qué significa para Alemania el sorprendente éxito de la extrema derecha? Kaos en la red
Alternativa
por Alemania, tercera fuerza en el Parlamento, se ha aprovechado de que
la inmigración ha sido el principal tema de la campaña.
La relación entre AfD y sus votantes es débil y se define en su mayoría más por oposición a otros partidos que por apoyo a la propia formación.
http://www.eldiario.es/theguardian/Alemania-sorprendente-exito-extrema-derecha_0_690481345.html
La relación entre AfD y sus votantes es débil y se define en su mayoría más por oposición a otros partidos que por apoyo a la propia formación.
En 1991, Bélgica tuvo su (primer) domingo negro cuando
el Bloque Flamenco –formación populista de extrema derecha– obtuvo un
6,8% de los votos a nivel nacional. Desde entonces, muchos otros países
de Europa Occidental han pasado por una experiencia similar, desde
Dinamarca a Suiza. Y ahora, incluso la estable Alemania tiene su propioschwarzer Sonntag, y es más negro de lo que la gente se esperaba.
El partido ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD) no solo ha entrado en el Bundestag, el Parlamento alemán, sino que lo hace como la tercera fuerza, con un 12,6% de los votos,
lo que supone un aumento de ocho puntos respecto a las anteriores
elecciones. Además, tanto la formación de centroderecha (CDU/CSU) como
la de centroizquierda (SPD) han tenido sus peores resultados desde la
Segunda Guerra Mundial, con un 33% y un 20,5% respectivamente. Esto
significa que AfD ha obtenido dos tercios de los votos obtenidos por el
SPD y el 40% de los conseguidos por CDU/CSU.
AfD ha conseguido sus Hochburgen (bastiones) en la antigua parte comunista del este.
Mientras ha obtenido una media de un 11% en la parte occidental, esta
cifra aumenta hasta el 21,5% en la parte oriental. Esto sigue la línea
de los resultados de las elecciones regionales, en las cuales AfD
también obtuvo sus mejores resultados en el este del país.
Según
la encuesta a pie de urna de la televisión pública, AfD ha recibido más
votos de antiguos no votantes (1,2 millones) que de votantes de CDU/CSU
(un millón) o de SPD (500.000). En muchos sentidos, este es un voto
antiMerkel que refleja la oposición a su polémica Willkommenspolitik con los refugiados,
que no solo ha provocado el cambio en algunos votantes de los
principales partidos, sino que también ha movilizado a antiguos no
votantes.
Las cifras de estos
sondeos sugieren que el 89% de los votantes de AfD piensa que las
políticas de inmigración de Merkel ignoran las “preocupaciones de la
gente”, que el 85% quiere fronteras nacionales más fuertes, y que el 82%
piensa que 12 años de Merkel ya son suficientes. En otras palabras, AfD
se ha beneficiado claramente de que la inmigración ha sido el asunto
principal en estas elecciones.
Un apoyo débil
¿Significa
este sorprendente resultado que la AfD va a ser en el futuro la tercera
fuerza en la política alemana? Existen muchas razones para dudarlo. En
primer lugar, la encuesta muestra que un abrumador 60% de los votantes
de AfD ha votado “contra el resto de partidos” y solo el 34% por
convicción a AfD.
Esto supone
un gran contraste respecto al resto de partidos. Más del 70% afirma que
estaría bien si se pudiese votar al CSU fuera de Baviera –CSU es un
partido mucho más conservador y de derechas que la CDU de Merkel, pero
solo se presenta en ese Estado del sur–, mientras que el 86% cree que el
partido no se distancia lo suficiente de “posiciones de extrema
derecha”.
En
resumen, la relación entre AfD y sus votantes es débil y se define en
su mayoría por oposición a otros partidos que por apoyo a la propia
formación. Y más allá de sus propios votantes, AfD sigue pareciendo muy
polémico. Solo el 12% de todos los alemanes está “satisfecho con el
trabajo político” de Alice Weidel, colíder de AfD junto con Alexander
Gauland (hasta que este lunes Weidel decidió abandonar el grupo parlamentario e inscribirse en la Cámara como independiente).
Esta
cifra es, de lejos, la más baja de los líderes de todas las
formaciones, incluso significativamente por debajo del 44% de la
polémica Sahra Wagenknecht, vicepresidenta de la formación izquierdista
Die Linke.
Además, el éxito
en las urnas no es lo mismo que la persistencia electoral. En general,
la mayor parte de los nuevos partidos –y los partidos populistas y
radicales en particular– lo tiene difícil para constituir un gran grupo
coherente en el parlamento nacional. Este es especialmente el caso de
los partidos ultraderechistas en Alemania, como ya vimos en parlamentos
estatales con Die Republikaner (Los Republicanos) y Unión del Pueblo
Alemán en los años 90.
AfD
también ha tenido problemas en varios parlamentos estatales con luchas
internas entre “moderados” y “extremistas”. Esto será incluso peor en su
grupo parlamentario actual de 90 escaños, que tendrá varios subgrupos
ideológicos y regionales, desde unos pocos “conservadores burgueses” a
una mayoría de radicales populistas de derechas y unos cuantos
extremistas.
Lecciones aprendidas
Los resultados alemanes alimentarán una vuelta al contexto de “auge del populismo” que ha predominado en 2016 y 2017,
pero que, de algún modo, se acalló con las elecciones holandesas y,
sobre todo, las francesas. Como el resto de elecciones, las elecciones
alemanas son, antes que nada, elecciones nacionales, pero dejan grandes
lecciones.
Primera, aunque
los partidos populistas de derecha radical llegaron a su punto más alto
en las elecciones de 2016 coincidiendo con la situación de histeria por
la “crisis de refugiados”, sus resultados electorales en 2017 siguen
cerca, o incluso por encima, de sus mejores resultados históricos. Esto
se aplica al Partido de la Libertad holandés, al Frente Nacional francés
y ahora a la AfD alemán. De acuerdo con las encuestas, también se
cumplirá en el caso del Partido de la Libertad austríaco, que podría entrar en un gobierno de coalición tras las elecciones parlamentarias del mes que viene.
Segunda,
en los últimos años, varios partidos populistas de derechas se han
radicalizado y transformado en partidos populistas de derecha radical,
como el AfD, el partido Finns en Finlandia y el Ukip en Reino Unido.
Esto siempre genera luchas internas y la salida de los cuadros
“moderados”, que a menudo fundan su propio partido mientras la amplia
mayoría de votantes tiende a quedarse en el partido más radical, como
también fue el caso con el Frente Nacional en los 90 y el Partido de la
Libertad de Austria a principios de los 2000.
Tercera
y última, mientras los partidos populistas de extrema derecha ganan
votos y escaños en cada vez más países europeos, los partidos
tradicionales de derechas, y especialmente los de izquierdas, los
pierden. Esto significa que los sistemas de partidos están cada vez más
fragmentados y ligeramente dominados por una o dos formaciones de tamaño
medio en lugar de grandes y poderosos partidos. En una estructura tan
fragmentada los partidos populistas de extrema derecha pueden ganar
mucha influencia, aunque tienden más a obstruir que a construir, incluso
sisolo tienen el 10% o 15% de los votos.
En
este momento, los analistas sostienen que la política alemana ha vivido
un “terremoto”. Esto es cierto, pero el resultado de estas elecciones
muestra principalmente un alejamiento de los principales partidos más
que una aproximación a AfD. Para que eso ocurra, AfD tendrá que
construir un grupo parlamentario coherente y cohesionado con pocas
luchas internas y escándalos personales. Tomando como referencia la
historia alemana, así como el precedente europeo, esto es muy poco
probable.
Cas Mudde es profesor
de la universidad de Georgia, en EEUU, e investigador del Centro de
Investigación del Extremismo en la universidad de Oslo.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti
Imagen
de portada: Manifestante con ropa de la marca Thor Steinar, que se
relaciona con la extrema derecha y los neonazis, durante una
manifestación en junio de 2016. WILLI EFFENBERGER / BERLÍNhttp://www.eldiario.es/theguardian/Alemania-sorprendente-exito-extrema-derecha_0_690481345.html
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