A
cambio de la cooperación con la Administración Trump e Israel para
combatir la percibida amenaza iraní, Arabia Saudí está dispuesta a
sacrificar los derechos de los palestinos
En una conferencia organizada recientemente por
Middle East Monitor
bajo el título de
“Crisis en Arabia Saudí: guerra de sucesión y futuro”
,
le pregunté a la profesora Madawi Al Rashid de la London School of
Economics si pensaba que la bandera israelí ondearía en Riad en los
próximos dos años.
“En lo que se refiere a una bandera israelí
en La Meca o en Riad”, respondió, “bueno, no hace falta que ondee la
bandera para tener contactos”. Hizo una distinción entre las prisas que
tienen algunos dirigentes del Golfo por normalizar relaciones con Israel
y sus ciudadanos, y se remitió a una reciente conferencia contra la normalización en Kuwait,
que esperaba contribuyera al creciente movimiento de Boicot,
Desinversión y Sanciones (BDS). “Al menos significa que aquellos
gobernantes que la están llevando a cabo [la normalización con Israel]
no representan a toda la gente del Golfo. Hay personas que todavía se
preocupan por los derechos de los palestinos”. Mi pregunta, claro está, se refería al simbolismo de la bandera israelí ondeando en Riad. ¿El joven pretendiente al trono saudí, Mohamad Bin Salman, podría establecer relaciones formales y abiertas con el Estado sionista? Habida cuenta de la purga que acaba de llevar a cabo durante la cual ha mantenido bajo arresto domiciliario a algunos de los más ricos y más conocidos saudíes por ser sus más importantes rivales, levantar la bandera de Israel no sería tan importante sin una oposición tangible.
Está claro que existen informes contundentes sobre la creciente normalización de relaciones entre Israel y algunos Estados del Golfo, fundamentalmente Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Incluyen una visita “no oficial” a Israel del general retirado saudí Anwar Eshki en 2016; se reunió con el director general del Ministerio de Relaciones Exteriores israelí y con un grupo de miembros del Knesset para “fomentar el diálogo en Israel sobre la Iniciativa Árabe de Paz”. La iniciativa ofrece la normalización de Israel con el mundo árabe y musulmán a cambio de que ponga fin a la ocupación de territorios árabes. La lanzó en 2002 en Beirut el entonces Príncipe Heredero Saudí (y ahora difunto rey).
Ni Israel aceptó la propuesta ni la comunidad internacional ejerció suficiente presión sobre Israel para que aceptara lo que viene deseando desde su establecimiento en territorio palestino en 1948. Así lo reconoció el ex secretario de Relaciones Exteriores británico Jack Straw en respuesta a mi pregunta en dicha conferencia. ¿Hizo usted lo suficiente mientras estuvo en el cargo para presionar a los israelíes a fin de que aceptasen la iniciativa árabe? No, respondió, deberíamos haber ejercido más presión.
Otro relevante saudí interesado en la normalización con Israel es el príncipe Turki Bin Faisal Al Saud. El ex jefe de inteligencia saudí y embajador en Estados Unidos y de Gran Bretaña en la actualidad tiene un considerable historial de contactos con funcionarios y ex funcionarios israelíes. Comenzó con un apretón de manos con el entonces viceministro de Exteriores israelí Danny Ayalon en Munich en 2010. Su encuentro más reciente se produjo cuando participó en un seminario organizado por el Foro de Política de Israel, con Efraim Halevy, ex director de la agencia de inteligencia del Mosad; el evento se llevó a cabo en una sinagoga de Nueva York. La conversación nada tuvo que ver con la Iniciativa Árabe de Paz ni con cómo conseguir la paz en Tierra Santa sino sobre el enfoque del presidente estadounidense Donald Trump hacia Irán. Aunque Faisal ya había compartido escenarios con funcionarios israelíes anteriormente, este fue su primer encuentro en una sinagoga y esperaba que “no fuera el último”.
Las reuniones entre israelíes y saudíes se están produciendo al más alto nivel. Los medios israelíes informaron de que el propio Mohamed Bin Salman visitó Israel en septiembre y mantuvo una reunión con el primer ministro Benjamin Netanyahu. El mismísimo general Eshki lo negó y afirmó que “ni el príncipe heredero ni yo hemos visitado Israel. Todo el mundo debería saber que de acuerdo con nuestra legislación, ningún funcionario saudí está autorizado oficialmente a estrechar la mano de un israelí”. La realidad es que sí ha visitado Israel. Según Haaretz , “aunque no fue una visita oficial fue muy inusual ya que Eshki no pudo haber viajado a Israel sin la aprobación del gobierno saudí”.
Aunque Arabia Saudí sigue negando cualquier contacto con Israel, las evidencias de lo contrario aumentan. En entrevista en la Radio del Ejército, el ministro de Energía de Israel, Yuval Steinitz, miembro del gabinete de seguridad de Netanyahu, confirmó los contactos aunque no explicó ni dio detalles de ellos cuando se le preguntó por qué Israel estaba “ocultando sus lazos” con Arabia Saudí. “Mantenemos vínculos parcialmente encubiertos con muchos países musulmanes y árabes, y generalmente los que no nos avergonzamos de ello somos nosotros. Es la otra parte la que tiene interés en silenciar que mantenemos vínculos. Por nuestra parte no hay problema y respetamos el deseo de la otra parte cuando se trata de desarrollar lazos ya sea con Arabia Saudí, con otros países árabes u otros países musulmanes, y hay mucho más... pero lo guardamos secreto”.
A cambio de la cooperación con la Administración Trump e Israel para combatir la amenaza percibida de Irán, Arabia Saudí está dispuesta a sacrificar los derechos de los palestinos. Está dispuesta a arrojar a los palestinos a los perros. De hecho, cuando Bin Salman “convocó” recientemente al presidente palestino Mahmud Abbas a Riad fue para decirle que acepte el “acuerdo de paz definitivo” que patrocinará Trump y que se celebrará en Israel, o que dimita.
Lo que el príncipe heredero de Arabia Saudí y todos los demás normalizadores parecen ignorar es que Israel toma pero nunca da. Se apropiará de la normalización pero no dará nada a cambio. Se engañan si piensan que los aviones israelíes sobrevolarán alguna vez Riad o Abu Dabi para proteger a sus recién descubiertos aliados de un ficticio ataque aéreo iraní. Basta con que miren a Egipto y Jordania, los dos Estados árabes que desde hace mucho tiempo han normalizado las relaciones con Israel, para ver cuál es la parte que se ha beneficiado de sus acuerdos de paz.
Mohammad Bin Salman haría mejor en apoyar el movimiento BDS contra Israel en lugar de normalizar las relaciones de Arabia Saudí con el Estado sionista; es decir, si habla en serio cuando se refiere a apoyar a los palestinos para que logren sus derechos. Además, si Mahmud Abbas tiene que elegir entre aceptar un trato inaceptable o renunciar, entonces le decimos que renuncie ahora con honor antes de que la bandera israelí ondee triunfante bajo el cielo de Riad.
Fuente: https://www.middleeastmonitor.com/20171122-how-long-before-the-israeli-flag-flies-over-riyadh/
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