domingo, 5 de agosto de 2018

Sólo Dios sabe…



Informe de Amnistía documenta la terrible situación de docenas de familias del sur del Yemen

Activistas de Witness Against Torture se manifiestan frente a la embajada de los Emiratos Árabes Unidos en Washington el 9 de enero de 2018 (Foto: Witness Against Torture)
Si tan sólo nos confirmaran que mi hermano está vivo, si nos permitieran verlo, eso es todo lo que queremos. Pero nadie nos confirma nada. Mi madre vive una agonía cada día. No saben lo que es vivir con esta angustia.”
En julio de 2018, un informe de
Amnistía Internacional
titulado “
God Only Knows If He’s Alive
”, documentaba la terrible situación de docenas de familias del sur del Yemen cuyos seres queridos han sido torturados, asesinados o hechos desaparecer por las fuerzas de seguridad yemeníes que rinden cuentas ante los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Los EAU forman parte de la coalición liderada por los saudíes que, con el apoyo vital de EE.UU., ha estado bombardeando y asediando a un país, Yemen, asolado brutalmente por el hambre y la enfermedad desde hace tres años. Puede decirse con desolación que EE.UU. es culpable de esas desapariciones y torturas.
Un testimonio tras otro se hace eco de los sentimientos de una mujer cuyo marido permanece incomunicado desde hace más de dos años. “¿No deberían someterle a juicio?”, preguntaba. “¿Para qué están los tribunales? No pueden hacerlos desaparecer de este modo, no sólo no podemos visitarlos, ni siquiera sabemos si están vivos o muertos”.
El informe describe las farsas burocráticas que tienen que soportar las familias que andan mendigando información sobre el paradero de sus seres queridos a fiscales y funcionarios de prisiones del Yemen, pero esas solicitudes se topan rutinariamente con el silencio o la intimidación.
Las familias están apelando ante un gobierno yemení, no electo, en el exilio, cuyo presidente, Abdrabuh Mansur Hadi (era el único candidato presentado cuando se le “eligió” para presidente en 2012), reside habitualmente en Riad, Arabia Saudí. Los EAU han apoyado hasta ahora las reclamaciones de Hadi para gobernar el Yemen. Sin embargo, el fiscal general del gobierno de Hadi, así como otros funcionarios, declararon a Amnistía Internacional que el gobierno yemení no tiene control alguno sobre las operaciones que, “encabezadas por los EAU, son llevadas a cabo por las fuerzas yemeníes a las que apoyan”.
Según pasan los meses y los años y las familias de personas desaparecidas siguen sin tener noticias sobre sus seres queridos, algunas intentan ponerse en contacto de forma extraoficial con los guardias de la prisión o antiguos detenidos que hayan sido liberados de diversos centros de detención. Y lo que escuchan repetidamente son las historias de torturas a los detenidos y los rumores sobre presos que murieron mientras estaban bajo custodia.
El informe de Amnistía implica a las fuerzas locales yemeníes apoyadas por los EAU, así como al ejército de este país, en los crímenes de torturas y malos tratos a los detenidos. De los siete detenidos anteriores o actuales entrevistados por Amnistía, cinco dijeron que habían sido sometidos a esos abusos. “Todos ellos, los siete, fueron testigos de las torturas a otros detenidos”, añade el informe, “incluido uno que declaró haber visto cómo se llevaban en una bolsa para cadáveres a un detenido que estaba en una celda próxima tras haber sido repetidamente torturado”.
En junio de 2017, Human Rights Watch y Associated Press denunciaron una red de prisiones clandestinas manejadas por los EAU en Yemen. Sus informes describían las horribles torturas que se infligían a los presos y señalaban que altos mandos del ejército estadounidense tenían conocimiento de las denuncias de torturas. Sin embargo, un año después, ni el gobierno yemení, ni los EAU, ni el aliado más poderoso de los EAU en la guerra contra el Yemen, EE.UU., han llevado a cabo investigación alguna sobre tales acusaciones.
“Cuando menos, resulta impactante”, señala el informe de Amnistía, “que un año después de que se denunciara la red de prisiones secretas operada por los EAU y las fuerzas yemeníes que apoya, esas instalaciones continúen funcionando y que no se haya emprendido ninguna investigación seria sobre unas violaciones documentadas de forma verosímil, incluida la tortura sistemática estando bajo custodia”. El informe de Amnistía exige a EE.UU. que “facilite una investigación independiente, que incluya al Congreso estadounidense, acerca de la cooperación militar o de inteligencia de EE.UU. con las fuerzas yemeníes y emiratíes implicadas en actividades de detención en Yemen”. Pide además que se investigue cualquier implicación del personal militar o de inteligencia en los abusos relacionados con esas detenciones en Yemen.
Hasta la fecha, EE.UU. continúa vendiendo armamento a los EAU y a su socio en la coalición, Arabia Saudí, a pesar de haberse producido varios debates en el Congreso y del cada vez más estrecho margen de votos que exigen el fin total o parcial de la venta de armamento estadounidense a la luz de las terribles prácticas que se están perpetrando en la guerra del Yemen.
Desde marzo de 2015, una coalición de nueve países dirigida por Arabia Saudí y los EAU, que dependen de la crucial ayuda logística estadounidense, ha estado bombardeando Yemen a la vez que bloqueaban su principal puerto, a pesar de que el país es uno de los más pobres del mundo. Al atacar los transportes, las centrales eléctricas, las infraestructuras de alcantarillado y saneamiento, las escuelas, las mezquitas, las bodas y funerales, el despiadado bombardeo ha provocado hambre, desplazamiento y la propagación de enfermedades, entre ellas el cólera.
En el mismo día en que se publicaba el informe de Amnistía, el rey Salman de Arabia Saudí indultaba a “todos los militares que habían participado en la Operación Restaurar la Esperanza de sus respectivas sanciones militares y disciplinarias en relación con ciertas normas y disciplinas”. Parece probable que el informe de Amnistía precipitara este decreto real.
Junto con los tres países de la desértica región del Sahel en el norte de África, Yemen está sufriendo la peor hambruna de los setenta ños de historia de las Naciones Unidas. En los últimos tres años de ataques aéreos y navales, el puerto clave yemení de Hodeidah ha permanecido parcial o totalmente cerrado a pesar la necesidad vital del país de recibir suministros de socorro. Y mientras los yemeníes sufren el caos y desesperación característicos de la guerra, los saudíes y los emiratíes se refieren a la guerra como “Operación Restaurar la Esperanza”.
Muchos miles de yemeníes, sometidos a impenitentes bombardeos y amenazas de muerte por inanición, se han visto obligados a huir de sus hogares. Muchos han buscado refugio fuera de Yemen. Por ejemplo, cerca de 500 yemeníes han viajado casi 800 kms. hasta llegar a un puerto exento de visado en la isla de Jeju, en Corea del Sur. El 21 de julio, durante una llamada telefónica internacional, organizada por unos jóvenes amigos en Afganistán, pudo escucharse cómo Kaia, residente en la isla de Jeju, describía la “Escuela de la Esperanza”, explicando cómo ella y otros jóvenes están intentando facilitar la acogida de los yemeníes que viven ahora en su pueblo de Gangjeong. Los jóvenes se han comprometido ya a resistir pacíficamente frente a la destrucción de su costa y ecosiste ma llevada a cabo por el ejército surcoreano y el estadounidense.
En estos momentos, ya hay puesta en marcha una escuela informal para que los residentes yemeníes y surcoreanos puedan aprender unos de otros. Suelen reunirse en pequeños grupos para conversar traduciendo del árabe al inglés y de este al coreano. Muchos surcoreanos pueden recordar, de sus propias historias familiares, que siete millones de coreanos huyeron de la ocupación japonesa de su tierra. Sus antepasados coreanos dependían de la hospitalidad de personas en otras tierras. El obispo católico de la diócesis de Jeju, monseñor Kang Woo-il, hizo un llamamiento a los coreanos para que acogieran a los refugiados yemeníes, calificando el hecho de cerrar la puerta a refugiados y migrantes de crimen contra la moral humana .
El relato de Kaia sobre la escuela recién organizada describe un esfuerzo que implica verdaderamente restaurar la esperanza. La cínica designación de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos tildando la guerra en Yemen como “Operación Restaurar la Esperanza” crea una cortina horrible de humo que distrae de la necesidad crucial de investigar los crímenes de guerra perpetrados hoy en Yemen.
Los ciudadanos estadounidenses son responsables del apoyo prestado por su gobierno en estos crímenes.
Los yemeníes no nos han hecho daño alguno y no han cometido ningún delito contra nosotros. Los votos del Congreso han estado muy cerca, con el apoyo de los dos partidos , de poner fin a la participación y apoyo de EE.UU. en la guerra de la coalición encabezada por Arabia Saudí y los EAU contra el Yemen. Terminar con las ventas de armas a los EAU y la monarquía saudí, con el apoyo de ambos lados de la Cámara , será una señal para los EAU y Arabia Saudí de que EE.UU. no va a colaborar más con sus esfuerzos para prolongar la guerra y el asedio en Yemen.
De acuerdo con la iniciativa y la energía demostradas por los jóvenes surcoreanos, l os estadounidenses pueden y deben organizar campañas para educar a sus comunidades, instituciones educativas y medios de comunicación sobre la difícil situación de las personas en Yemen. Conscientes de la pesadilla a la que se enfrentan los yemeníes cuyos maridos, hermanos, padres e hijos están desaparecidos o detenidos por turbios elementos militares, nuestros ciudadanos pueden trabajar para poner en marcha cada una de las recomendaciones que aparecen en el devastador informe de Amnistía.
Ka thy Kelly (Kathy@vcnv.org) es la coordinadora de Voices for Creative Nonviolence (www.vcnv.org) y trabaja estrechamente con Afghan Youth Peace Volunteers. Es autora del libro “Other Lands Have Dreams”, publicado por CounterPunch/Aka Press.
Fuente: https://www.counterpunch.org/2018/07/30/god-only-knows/
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.

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